Nuestras filas están en situación de incertidumbre política. Se esperaba otra cosa del gobierno de Castillo, pero ha defraudado denigrantemente, y nos ha arrastrado a una situación crítica. No hemos deslindado oportunamente. En nuestra frustración, solo atinamos a descargar nuestra ira sobre la persona que el mismo Castillo, indirectamente, puso en su lugar. Pero, de allí, no salimos. ¿Qué hacer? Esa es la cuestión.
Las luces ideológicas se han apagado y no hay una brújula orientadora. Solo nos queda escudriñar por nuestros propios medios, en el tramo del proceso histórico que estamos viviendo, para ubicar las condicionantes que determinan el escenario actual, y trazar las tendencias de su desarrollo, para tomar una posición certera. El método dialéctico podría ayudarnos con este fin.
Hemos llegado a la situación del momento, a través de una evolución de hechos sucesivos interconectados. De ser así, tendremos que rebuscar en los tramos previos del contexto, los antecedentes, causantes de los efectos actuales. Si logramos identificar los ejes del movimiento procesal, podremos auscultar su operatividad en el engranaje de maquinaria de la dominación.
Los hechos no ocurren por casualidad, sino por causalidad. La pobreza no es por azahar, como tampoco tenemos fiebre por imaginación. Los médicos hacen el diagnóstico de enfermedades sobre la base de análisis de sangre, fecal, radiografías, resonancia magnética, y otras pruebas objetivas y no, sobre suposiciones, como lo hacen los brujos. Solo así, pueden encontrar la causa de muchos males y recetar remedios precisos para cambiar la situación.
Es lo que tenemos que hacer. Aprender a diagnosticar los males de la sociedad sobre la base de los análisis objetivos y radiografías de la estructura de dominación, ubicando las causas materiales de los problemas. Solo así, podremos acertar en nuestra concepción de la problemática política y, determinar las medidas apropiadas para lograr el cambio requerido.
Nos hemos acostumbrado a reaccionar subjetivamente, derramando bilis por doquier, denostando contra la derecha, que hace lo que le corresponde. Somos nosotros los que no hacemos lo que nos corresponde. Atacamos la fiebre, pero no el foco infeccioso. Solo nos fijamos en el producto final de la fabricación social, sin revisar las fallas del proceso fabril.
Pero la indignación por sí sola, no resuelve los problemas. Lo más importante es avanzar en nuestros propósitos con hechos y no solo con palabras. No deberíamos entonces, pasarnos todo el tiempo en el muro de los lamentos. Mientras los activistas hacen su rol, otros deberíamos razonar sobre lo que podemos hacer, para avanzar teniendo la certeza del diagnóstico político. Podremos entonces, formular planes, estrategias y, métodos de lucha, factibles en las condiciones imperantes.
El método dialéctico, en las ciencias sociales, sigue el mismo procedimiento que las ciencias matemáticas, física, química y otras, para investigar, verificar y comprobar resultados. Veremos entonces que, todo lo que sucede en las relaciones sociales tiene que ver con las condicionantes del sistema de opresión mundial. Nuestras vidas, lo que somos y seremos, están condicionadas por este sistema, en cuya prisión nos encontramos.
El sistema de dominación capitalista funciona globalmente, involucrando a toda la humanidad. Aunque, los hechos suceden de manera particular, con sus propias características, en cada continente, país, regiones y, zonas, globalmente rige el “estado de derecho” del gobierno mundial capitalista. La problemática política es pues, sistémica.
En las condiciones particulares de nuestro país, el sistema tiene sus propias características peculiares, pero siempre, bajo el patrón de conducta política establecida por el sistema global. Esto es lo que no está en la consciencia de los sectores populares. En el virreinato, el comportamiento de las sociedades andinas estuvo totalmente condicionado por el régimen monárquico, como ahora lo estamos bajo la dominación republicana, pues solo fue un traslado.
Pero el sistema colonial, no fue óbice para la lucha de Túpac Amaro II, hasta lograr la supresión de los corregimientos como poder local. Fue un avance de repercusión mundial. Sin embargo, no internalizamos las lecciones del materialismo histórico en nuestro país. Solo vemos el presente, sin llegar a percibir el proceso de construcción de la estructura de dominación a través del tiempo.
Por ejemplo, se desconoce que, desde la fundación de la república, los dominadores tuvieron sumo cuidado en preservar para sí, el blindaje de las fuerzas armadas, estatuyéndolas como castas propias. Era y es, el seguro de vida de la dominación. Los soldados podían y pueden ser “indios” y negros, (“carne de cañón”), pero no, los oficiales de mando. Los requisitos han sido siempre, excluyentes, por seguridad de dominio. Los guardianes de la naval y fuerza aérea, tienen arraigos de castas exclusivas, en este cerrojo de cautiverio.
Pero tampoco en este caso, puede ser óbice para la lucha contra la segregación social, en el acceso a la oficialidad militar y policial en las condiciones actuales. Es un asunto de estrategia política y derechos humanos. Igualmente, hay muchos otros segregacionismos en la civilidad, en materia económica, laboral, política, cultural y otras, que no han sido asumidas como banderas de acción política para lograr una democracia equitativa.
Esto que, señalo en cuanto al poder en las fuerzas armadas, lo podemos encontrar en el poder electoral y veremos que su régimen está condicionado, a los intereses de la dominación. La construcción de esta barrera segregacionista viene desde el origen mismo de la república peruana. Nos quejamos con mucha amargura, de las atrocidades del congreso de la república y pedimos su cierre, como ya se hizo otras veces, sin percatarnos que, esa monstruosidad es una evacuación del sistema político vigente. No es solo de ahora.
Vemos a los congresistas malvados, corruptos, mafiosos, incapaces, sobre los cuales descargamos odio personal. Pero no vemos que ellos, han sido puestos por los partidos políticos, sin dejar lugar para otra opción. Los partidos políticos arrojan esos resultados funestos, porque están deteriorados. Entonces, ¿Por qué insistir en algo que no funciona bien? ¿Por qué no cambiar lo que está mal y optar por otro régimen?
Al igual que otros poderes de hecho y de derecho, como justicia, prensa y toda la institucionalidad republicana que, son barreras que condicionan nuestro comportamiento penitenciario, el poder electoral es un instrumento del sistema, condicionado para impedir que representantes de la mayoría nacional accedan al poder. Es por seguridad del sistema de dominación. Sin embargo, no se hace nada por cambiar este régimen segregacionista.
Hay pues, muchas situaciones de clamor nacional que pueden reimpulsar los ánimos de lucha contra el sistema dominante. Crear condiciones para el desarrollo de la consciencia política y la movilización social, es una tarea a considerar. Podemos recuperar terreno si aumentamos nuestra capacidad promotora de la liberación social, levantando las banderas contra la segregación e injusticias.
Lógicamente, tendremos que renovar el tradicional comportamiento de nuestras filas, empezando por nosotros. Tenemos que sacudirnos de los estereotipos obsoletos y no seguir con el estilo de fundamentalistas bíblicos, pregonando sílabos fuera de época. Pensar en términos del siglo XIX, utilizando el mismo esquema de lucha, como si el tiempo se hubiera detenido, es anti dialéctico. ¿No les parece?
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