Cuba no es solo una referencia política y moral, una retaguardia estratégica o un motivo de orgullo. Es también un país real y concreto, más prosaico que el ideal, con sus sufrimientos, sus desigualdades y sus malestares.
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Por siglos enteros, la conquista, la servidumbre, el etnocidio, el racismo, los despojos territoriales, los bombardeos y desembarcos punitivos, la extracción de recursos y materias primas y la explotación que caracterizan a las dominaciones colonial, imperialista y neocolonial, habían marcado la experiencia histórica de nuestros pueblos.
Existen buenas razones para suponer que, en la actualidad, la mayor parte de la clase dirigente de los Estados Unidos desea que el proceso revolucionario cubano iniciado el 1 de enero de 1959 termine de la peor manera posible, con un enfrentamiento violento generalizado entre los propios cubanos, que podría ser seguido por una intervención militar con más o menos visos de legalidad internacional. Asegurar lo contrario podría reflejar, en el mejor de los casos, una peligrosa ilusión basada en un escaso rigor analítico.
Lo más grave de los acontecimientos recientes, es que una parte del pueblo, aquella a la que no le pagaron para manifestarse, ni pertenece a expresiones opositoras de articulación yanqui, asumió las consignas imperialistas durante las protestas.
Cuba no espera de los Estados Unidos regalo alguno, ni reclama un trato comercial preferencial, ni créditos blandos. No pide a ese gobierno donaciones, ni asesores, ni asistencia técnica.
En 1895, al mismo tiempo que en Ecuador triunfó la Revolución Liberal Radical que llevó al poder a Eloy Alfaro, estalló en Cuba la guerra de independencia contra el coloniaje español, cuyo proceso inicial remonta a 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes condujo el primer intento liberador.
A propósito de las recientes protestas en Cuba, en la cual el gobierno de Miguel Díaz-Canel ha hecho un llamado explícito a sus partidarios a salir a las calles a enfrentar a los manifestantes, se ha abierto una nueva oportunidad para posicionarse críticamente sobre lo que ocurre en la isla, más allá de las posturas reduccionistas clásicas, que siguen reproduciendo esquemas políticos binarios, que le hacen un flaco favor a la posibilidad de pensar alternativas y salidas transformadoras a la crisis actual.
La llamada guerra “no convencional” ha sido empleada en numerosas ocasiones por los Estados Unidos y sus aliados para derrocar a gobiernos incómodos.
Cuba enfrenta un momento de crisis, de salud, económica, social y política. El pasado 11 de julio sucedieron una serie de protestas en varias provincias cubanas y la Isla vive una muy tensa situación.