“Siempre tendré un enemigo/ con el semblante arrugado/ y más cansado que yo. / Los que a lo largo de su sombra/ quieren cortar la medida/ de toda revolución”. (Silvio Rodríguez en No creo que alguien me odia).
“Siempre tendré un enemigo/ con el semblante arrugado/ y más cansado que yo. / Los que a lo largo de su sombra/ quieren cortar la medida/ de toda revolución”. (Silvio Rodríguez en No creo que alguien me odia).
A pesar de las apariencias, el sistema de dominación colonial que marcó la historia global durante siglos no ha desaparecido; se ha transformado en una forma más insidiosa y sutil: el neocolonialismo.
En el Libro del Apocalipsis en el Nuevo Testamento se habla de cuatro jinetes con autoridad «para matar a la cuarta parte de los habitantes de este mundo con guerras, hambres, enfermedades y ataques de animales salvajes». Durante siglos y en muy diversas culturas fueron la expresión de las grandes amenazas que se cernían sobre los seres humanos.
Las guerras y la propaganda son las dos grandes armas de destrucción masiva del imperalismo capitalista.