
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está estimulando una ruptura institucional en la segunda democracia más grande del continente americano, de manera similar a la que intentó Donald Trump en Estados Unidos.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está estimulando una ruptura institucional en la segunda democracia más grande del continente americano, de manera similar a la que intentó Donald Trump en Estados Unidos.
En este artículo el autor sostiene que el futuro de la democracia en Brasil y en América Latina depende de las futuras elecciones en 2022, para mostrarlo hace una análisis con lo ocurrido en los años 1964 y 2016.
Lula es un icono. De origen humilde y con un estilo que irradia autenticidad, su figura es tema de una nueva biografía que, además, esboza una hipótesis sobre por qué podrá volver a la presidencia.
En este artículo el autor sostiene que el aislamiento del gobierno de Bolsonaro, que cada vez disfruta de menos apoyos, está aumentando.
De nada sirven los intentos de contener al ultraderechista Jair Bolsonaro: él renueva y refuerza la certidumbre de que desconoce cualquier límite, que carece hasta de vestigios de equilibrio y sensatez.
Prohibir las elecciones que no utilicen el voto impreso es la nueva amenaza militar a la democracia en Brasil, tras dos años de movilizaciones de los adeptos al gobierno de extrema derecha en demanda del cierre del legislativo Congreso Nacional y el Supremo Tribunal Federal.
Hace unos pocos días el Ministro de Defensa del gobierno de extrema derecha, General Braga Netto, presionó por medio de un importante interlocutor político al presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lyra, condicionando la realización de las próximas elecciones de 2022 al regreso del voto impreso y auditable. En Brasil, la urna electrónica se encuentra operando desde el año 1996. La información recogida señala que Braga Netto habría advertido “a quien se interesase” que no habría elecciones en 2022 si no hubiese voto impreso y auditable.
El presidente Jair Bolsonaro y los líderes políticos militares parecen apostar por el caos y la agitación. Parecen querer legitimar la intervención y tutela de las Fuerzas Armadas para “garantizar el orden” ante la confusión que ellos mismos provocan deliberadamente, dice.
Las Fuerzas Armadas parecen haber perdido el rumbo entre mantenerse en sus funciones constitucionales y proteger a un gobierno corrupto, en el marco de un cuadro trágico de desempleo, hambre, inflación, devastación de todo.
Recurrentemente, la izquierda entra en crisis por la disputa generacional en la conducción de sus organizaciones. La dirección más fuerte es la más representativa del colectivo, la tradición y la renovación, la reputación y la lealtad.