España se exhibe como un modelo de éxito en reinserción con una tasa de reincidencia supuestamente baja y un notable porcentaje de presos que encuentran empleo después de pasar por programas de reincorporación. Pero tras las cifras optimistas se esconde una realidad más turbia: durante la condena, los reclusos se convierten en mano de obra barata, y los trabajos que encuentran al salir poco tienen que ver con las tareas realizadas entre rejas.