
La protesta indignada de millones de seres humanos contra los abusos de un sistema inhumano dio paso en pocas semanas al vaciamiento obligado de las calles ante el peligro de contagio masivo. El enérgico reclamo social fue tibiamente reemplazado por cacerolazos esporádicos, reivindicación digital, reuniones en línea. El activismo fue dedicado a la solidaridad con las personas más expuestas y con los sectores castigados por el recrudecimiento de la pobreza y el hambre.