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Checkpoint Charlie

Fuentes: La Vanguardia

«You are leaving the American sector». El famoso letrero de Checkpoint Charlie aun guía a los turistas en Friedrichstrasse y dos G.I.s estadounidenses posan con una bandera barras y estrella. Pero el letrero es una copia del original y los soldados son actores alemanes que cobran dos euros la foto. Y, dos décadas desde la […]

«You are leaving the American sector». El famoso letrero de Checkpoint Charlie aun guía a los turistas en Friedrichstrasse y dos G.I.s estadounidenses posan con una bandera barras y estrella. Pero el letrero es una copia del original y los soldados son actores alemanes que cobran dos euros la foto. Y, dos décadas desde la caída del muro de Berlín, no queda claro que Alemania haya entendido exactamente qué supone abandonar la zona estadounidense y asumir el liderazgo de Europa. (Una version ampliada de este articulo y una  entrevista con  Peter Bofinger, miembro del consejo de sabios alemanes se publicará en el suplemento  Dinero el próximo domingo)

Al margen de sus más que discutibles estrategias geopolíticas, la clave del éxito del «mundo americano»,  era una superpotencia estadounidense que ejercía una hegemonía generosa en el ámbito económico. Creaba mercados para sus multinacionales y animaba a sus clases medias  a consumir y crear mercados para los demás. Acabó siendo una economía enormemente endeudada con un gigantesco déficit exterior. Pero el resto del mundo crecía. Así mismo, la Fed y Wall Street, conscientes de los inevitables ciclos de exceso y colapso que caracterizan el capitalismo de mercado, siempre entendían la importancia de los rescates financieros. EE.UU. «no solo creaba mercados sino acudía siempre al rescate en crisis en América Latina o Asia», dice  el economista Leo Panitch, autor del nuevo  libro  The making of global capitalism (Verso, 2012). Rescatar, por supuesto, en su propio interés.

Ahora, tras décadas de recelos ante el poder aleman, los líderes europeos están pidiendo a gritos que Alemania asuma el liderazgo en la crisis. «Ustedes ya son la nación indispensable de Europa; no pueden escaquearse de su responsabilidad de liderar», declaró en un extraordinario discurso en Berlín el lunes el ministro de asuntos exteriores polaco Radolsaw Sikorski.

Pero a Alemania le resulta difícil cambiar un modelo económico basado en un  permanente superávit comercial -no ha registrado déficit por cuenta corriente desde 1954- y en permanentes  recelos ante los rescates financieros. «Desde el rescate del banco Herstaat en 1974, los alemanes  jamás han podido superar su obsesión con el moral hazard (riesgo moral, es decir que los rescates dejen impunes a los culpables de las crisis)», dice Panitch. «Jamás quieren desempeñar el papel que ha jugado EE.UU. para  contener las crisis financieras». Desde Grecia, se recuerda con nostalgia los tiempos del Bienvenido Mister Marshall. «A diferencia de los estadunidenses, Alemania no entiende que el poder tiene costes», dijo Petros Márkaris, el veterano autor griego de novelas negras en una entrevista mantenida esta semana en Berlín. «Los estadounidenses jamás hablaban del sacrificio de  sus contribuyentes».

Con Grecia ya insolvente y una fuga en el mercado de deuda desde Italia y España que provocará moratorias catastróficas el año próximo si no se reducen los costes de financiación, queda ya muy poco tiempo para que Alemania  «aprenda las normas de la hegemonía», dice Doug Henwood, editor de Left Business Observer en Nueva York.

Al inicio de esta crisis, se solía decir que el euro sería un escudo que protegería a los débiles en la crisis. En realidad, es Alemania quien se ha visto más beneficiado. Gracias a un euro debilitado , sus exportaciones se han disparado; un 10% en los últimos 12 meses, según datos publicados el martes. La Federación de mayoristas en Berlín (BGA) calcula que las exportaciones alcanzarán un cifra record de un billón de euros  en el 2012. El superávit comercial alemán ya es el más grande desde 2008. Al mismo tiempo, la fuga desde la periferia hacia valores refugio como el bund, mantiene tipos muy bajos para las empresas alemanas. «Alemania ha sacado múltiples beneficios de la unión y debería pagar más para salvarla», sostuvo en uan conferencia telefónica el mes apsado  Sebastián Mallaby  del Consejo de Relaciones Extranjeros en Nueva York. Mallaby calcula que, de no existir el euro,  el marco se habría disparado y  el aumento del 18% de exportaciones alemanas entre 2009 y 2011 solo habría sido el 10%.

Así mismo, una reducción fuerte de los costes unitarios laborales alemanes -principalmente mediante la contención salarial- en la última década frente a sus socios de la zona euro inyectó una fuerte dosis de competitividad que aun se mantiene. Pero las importaciones alemanas apenas crecen en un país de bajo consumo por motivos demográficos, culturales y también debido al estancamiento de los salarios.

Por todo esto, como ha advertido el gobernador del Banco de Inglaterra Mervyn King, la raíz de la crisis de deuda en la zona euro es una crisis clásica de balanza de pagos. Si no se corrigen los desequilibrios de competitividad, ni mega inyecciones de liquidez para Italia y España resolverán el problema, sostiene King. El superávit alemán por cuenta corriente equivale a  unos 180.000 millones de euros más o menos equivalente a los déficit agregados de Italia, España, Portugal y Grecia.   España, por ejemplo,  mantiene un déficit de 12.000 millones de euros con Alemania incluso después del colapso de la demanda interna española. Estos déficit crean necesidades  de financiación en la periferia que, en estos momentos de sequia de capitales privados, son casi imposibles de satisfacer sin la intervención del BCE. «La debilidad de nuestras importaciones es un problema gordo para la zona euro, desde luego», reconoce Ferdinand Fichtner, jefe de previsiones macroeconómicas  del instituto DIW en Berlin.

Hay señales de que en los próximos días , Alemania empezará a tapar la nariz y dar su beneplácito a los rescates.  Tras acordar el llamado paquete «six pack» de seis criterios macroeconómicos que serán vigilados férreamente desde Bruselas, Ángela Merkel puede dar el paso políticamente atrevido de dar su apoyo a  que el BCE respalde las compras de bonos italianos y españoles , actuando de prestamista de último recurso para el fondo de estabilización , convertido en un banco que prestara  billones de euros a Italia y España.

Esto podría bajar los costes de financiación de la deuda de los grandes periferias y salvar el euro en el plazo inmediato. Pero, luego entrará el segundo obstáculo a que Alemania asuma la  responsabilidad de hegemonía generosa: su superávit por cuenta corriente.  Unos dos tercios del comercio  en la zona euro son internos.  No es posible aritméticamente que todos los países miembros registren  simultáneamente superávit comercial. .Pero en el nuevo «six pack», se pretende castigar a países con  déficit mayores que el 4% sin crear ningún incentivo para que Alemana, Holanda y otros países del nácelo competitivo  bajen sus propios superávit mediante  políticas de expansión fiscal y subidas salariales. Al igual que en los años del patrón oro antes de la Gran Depresión, serán los países deficitarios los responsables de ajustar, con  recortes salariales y austeridad ad infinitum. Es el sesgo deflacionista de todo sistema de cambio fijo o sema fijo que Keynes trató de corregir con éxito solo parcial  en los acuerdos de Bretton Woods. Pero en la zona euro en el 2011, las falsas virtudes de la  ortodoxia de la entreguerra han vuelto.» Para nuestros líderes Los países con superávit como Alemania son  los tipos buenos de la película; esto, me temo , acabará con el euro», dijo Heiner Flassbeck economista jefe de la UNCTAD.

Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/diario-itinerante/?p=627