La situación política hondureña se vuelve cada día más complicada; la dramática situación que afecta a casi tres cuartos de la población, es matizada por una agenda política llena de sortilegios que buscan desviar la atención de las personas, y atraer los famosos votos. La existencia de una fuerza popular de gran envergadura en el […]
La situación política hondureña se vuelve cada día más complicada; la dramática situación que afecta a casi tres cuartos de la población, es matizada por una agenda política llena de sortilegios que buscan desviar la atención de las personas, y atraer los famosos votos. La existencia de una fuerza popular de gran envergadura en el ambiente político, ha cambiado drásticamente la forma en que se formulan los argumentos, al tiempo que se multiplican rápidamente las interpretaciones particulares de la realidad, aumentando el sectarismo y arrinconando el pensamiento que es relegado a segundo plano.
La derecha hondureña presenta una brecha que bien podría tener signos de una falta de acuerdo entre poderosas fuerzas en el ámbito pre electoral de Estados Unidos. El presidente del Congreso, Juan Orlando Hernández, luce como una pieza esencial para la continuación de la política neoliberal que forzó el Golpe de Estado, de la que la ultraderecha local parece distanciada (en una dirección radicalizada), quizá por su estrecha relación con la reacción cubana de Miami, que a la sazón se enfrenta ante una inminente nueva derrota en noviembre.
La historia de las ciudades modelo ocupa la agenda del candidato Hernández, la que podría costarle caro, especialmente después de que, jugando torpemente a ser el más vivo, se ha llevado de encuentro al académico Paul Rommer, padre de las charter cities y aspirante a reemplazo de Friedman en el camino de reproducción del capitalismo. Además, el tema no cuenta con el apoyo de toda la derecha criolla, que aún no entiende cómo puede salir beneficiada de un proyecto que a todas luces margina un amplio sector de la burguesía.
La edificación de una ilusión desarrollista a partir del concesionamiento de la soberanía nacional, no es un proceso ajeno a las clases dominantes hondureñas, que históricamente fueron siempre proclives a entregar grandes privilegios al capital transnacional a cambio de las dadivas de este; el elemento novedoso en el proceso es el rechazo militante contra esta nueva forma de colonialismo proveniente de sectores sociales, y del Partido LIBRE, que conforman la oposición de la mayoría del pueblo hondureño.
En la explicación de su retiro, Rommer dice, entre otras cosas, que su contrato no ha sido publicado en el periódico oficial (requisito para que adquiera fuerza de ley) debido a un recurso de inconstitucionalidad irresuelto en la Corte Suprema de Justicia contra este proyecto. Además, alega que se ha desnaturalizado el proyecto original, y que no es tan claro el concepto de «ciudades privadas» que maneja el gobierno de Honduras. Asumiendo que la sala de los constitucional vote uno de los dos recursos de inconstitucionalidad contra la Ley de Regiones Especiales de Desarrollo (así se llama la ley de ciudades modelo), debido a la presión de los cabildeos del presidente del legislativo, la decisión pasaría al pleno de la Corte, donde la ultraderecha conserva un gran poder, que podría al menos demorar su fallo hasta que pasen las elecciones, tiempo en el que decidirían si el asunto les conviene o no.
Por otro lado, de los alegatos de Rommer, se puede inferir que la ultraderecha hondureña, agrupada en el sector reaccionario que encabezó el golpe de estado de 2009, evalué la forma en que se puede beneficiar a todos sus actores, lo que explicaría el giro a las «ciudades privadas». Tampoco debe desestimarse el papel que juegan en la decisión final actores como el crimen organizado y el narcotráfico, a los que les conviene una idea «modificada»del planteamiento de Rommer, y sin los controles transnacionales de este (o previamente acordados con este, lo que pondría en precario su condición de académico).
Hasta la fecha, la mayor limitante que han tenido para elaborar mejor sobre las ciudades modelo ha sido justamente el hecho de que Honduras sería un laboratorio para las mismas; como tal, el proyecto de Rommer no existe en la práctica, aunque se invocan ejemplos, asiáticos principalmente, que están atados a sendos procesos históricos que nada tienen que ver con la realidad hondureña. La falta de aplicación práctica, ha provocado, como es natural, la ausencia de desarrollo teórico, y, por lo tanto, del tan preciado material de mercadeo para vender esta ilusión; tanta es la necesidad por validar esta teoría que Rommer corre hacia Honduras para que sea su conejillo de indias, una vez que se ha consumado el golpe de estado que postra la economía de este pobre país.
El neoliberalismo se encuentra en una crisis profunda; las ciudades modelo son una propuesta para encontrar la salida que permita al capitalismo mutar a una nueva forma, en la que los únicos Estados Nación posibles son aquellos que pueden defender por la fuerza su existencia, todos los demás son candidatos al desmembramiento. En cualquier caso, para los países atrasados como Honduras, ninguna mutación del capitalismo es conveniente, pues en ello va su propia existencia. Muchos piensan que cualquier cosa es válida si trae desarrollo y riqueza, pero está claro que si estos siguen generándose bajo el mismo patrón de distribución, las oligarquías, junto con la impunidad y la injusticia que las soportan, seguirán fortaleciéndose, mientras las divisiones de los seres humanos que entran dentro del ciclo de la pobreza seguirán multiplicándose; los resultados de esta lógica están a la vista de todos.
Si somos razonables, no necesitamos el bono diez mil (aunque para ser médico, ingeniero, profesional universitario si se ocupa según los candidatos del Partido de Gobierno) para entender que este proyecto es una salida descabellada, tomada irresponsablemente, y que ya muestra rasgos de la clásica corrupción que usualmente ha impregnado todas las iniciativas que nos han impuesto en el pasado.
En términos generales, podemos decir que nuestro análisis y el debate no deben dirigirse tanto a las bondades que podría o no traer este proyecto; ya no se trata solo de desarrollarnos, sino también de cómo nos desarrollamos. En ese plano, nos daremos cuenta de que, para construir un futuro diferente debemos terminar con la idea simplista de «que todas las cosas tienen su lado bueno y su lado malo». Este es un proyecto neocolonial, que en Honduras se aprovecha de la voracidad y la torpeza de una clase política analfabeta que ni siquiera se ha dado cuenta que arrastra hasta un amplio sector de la clase dominante a un destino fatal.
Al final, la lucha formidable del pueblo organizado tiende a convertirse en una fuerza decisiva en este proceso crucial, y la subsistencia del Estado nación, depende mucho de la presión popular que debe multiplicarse día a día, y adoptar todas las formas posibles. Incluso ante la eventualidad de que este proyecto llegue a concretarse por la fuerza, el pueblo hondureño deberá luchar hasta la derrota definitiva del mismo.
Muchas veces se ha utilizado el ejemplo de Guantamo en Cuba, argumentando que ni siquiera la revolución pudo sacar a los gringos de territorio cubano, pero se ha omitido el hecho de que ni el pueblo ni el gobierno cubanos han renunciado nunca a la soberanía sobre esta parte de su territorio, ni lo harán hasta que el mismo vuelva al control soberano de Cuba. La historia es siempre cambiante, dinámica, lo único que los pueblos no pueden hacer es renunciar a su condición de protagonistas. Sin duda hay que luchar en todo momento, encontrar vías para dar la lucha, pero también es importante tener consciencia de las fuerzas y los intereses que juegan en cada momento.
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