El equipo de seguridad nacional que está conformando Biden no se diferencia mucho del que acompañó a Obama en su enfoque, relaciones y creencias.
Desde que EE.UU se inventó la guerra infinita contra el terrorismo a falta de enemigo comunista, asumió el modelo de combatir el terrorismo, usando precisamente como herramienta el terrorismo, hasta convertirse en el principal actor terrorista. Así, las agencias de inteligencia de EE.UU se convirtieron en complejos militares para llevar a cabo el nuevo tipo de guerra, una que tenga alcance global y pueda llevarse a cabo en varios frentes de manera simultánea y al menor costo político, militar y financiero (saqueo de los recursos de las naciones agredidas y vínculos con el crimen organizado). En ese marco, en el gobierno de Obama/Biden se perfecciona la doctrina del Poder Inteligente y la Guerra No Convencional de Amplio Espectro; y se crean ejércitos subsidiarios para que hagan las guerras del imperialismo/sionismo, como es el caso del Estado Islámico y otros.
Las empresas privadas de seguridad o ‘contratistas’ van adquiriendo gradualmente un rol fundamental y se les da múltiples tareas, desde asesinatos selectivos hasta cargar con misiles los drones de ataque. Siempre bajo la coordinación de los organismos estatales de operaciones especiales, los ‘contratistas’ desde entonces se encargan de ejecutar guerras secretas en varios lugares del mundo.
Si queremos graficar la cualidad que tendrá el accionar encubierto del gobierno de Biden, esta será el uso preferido del bisturí antes que del martillo, lo que va en perfecta concordancia con la doctrina estratégica que se creó en el gobierno de Obama. La fórmula es: herramientas clandestinas de todo tipo, ‘contratistas’ y ‘ejércitos’ delegados, y los organismos estatales ‘liderando en la sombra’.
El bisturí de Biden hará uso prolijo e inteligente de una estrategia que hace mucho lo descubrieron otros estrategas, intentar ganarse el apoyo de la población. En ese marco, es probable que suavicen las sanciones y el bloqueo contra Venezuela y Cuba, porque finalmente estas terminan afectando a todo el pueblo, independientemente de su adscripción político-ideológica. Es lo que intentó Obama al suavizar el bloqueo contra Cuba, pero que Trump retomó, entre otras razones por la presión del lobbie de La Florida y sus cálculos electorales, como la última elección lo comprobó. Luego del desastre estadounidense en las guerras de Irak y Afganistán, los EE.UU están obligados a encontrar formas y caminos para hacer viable su objetivo de acabar con la Revolución Bolivariana y demás procesos Nacional-Populares de Nuestra América, y saben que deben dar prioridad a métodos integrales, evitando mientras sea conveniente el empleo de la fuerza militar, sobre todo la convencional. Aunque se pueden llevar a cabo acciones militares de presión muy puntuales.
Lo anterior exige de los procesos y gobiernos Nacional-Populares un grado alto de sofisticación y efectividad en la gestión política y comunicacional. Cuando decimos –proceso- queremos denotar que la gestión política no solo recae en lo que deben hacer los gobiernos Nacional-Populares en Nuestra América, sino en todo el accionar que les corresponde a todos los actores sociales y políticos de la América Latina y el Caribe. Cada quien con su rol en su ámbito específico. Sistemas políticos como el venezolano, por ejemplo, exigen un constante desarrollo del poder popular y de la conciencia social y política de su pueblo. Porque ese sistema político otorga oportunidades para acciones de desestabilización, como la historia reciente lo ha demostrado.
Sin embargo, desde que los EEUU lleva a cabo su guerra infinita contra el terrorismo, muchas cosas han sucedido y el tablero geoestratégico ha evolucionado. Ya no existe más el mundo unipolar donde EE.UU era el solitario hegemón, hoy se ha consolidado un mundo multipolar; EE.UU tiene una crisis interna que puede degenerar en una guerra civil o al menos en un incremento de la conflictividad social-política ya existente; Colombia que era en los planes la cabeza de playa para una potencial invasión ya no puede serlo, la propia oligarquía colombiana se encargó de hacer fracasar el proceso de paz y hoy Colombia es prácticamente un estado fallido con una “nueva” guerra civil en curso; en Nuestra América los gobiernos progresistas o de izquierda están recobrando paulatinamente espacios, lo que sumado a lo anterior, hace que no existan condiciones políticas para el uso del martillo, pero sí del bisturí; de esa manera, Biden atenderá los varios frentes de esta América Latina en estado de rebelión.
El asesinato del científico nuclear iraní Mohsen Fakhrizadeh, empleando una ametralladora controlada por satélite y con una cámara avanzada de inteligencia artificial y el asesinato del General Qasem Soleimani con un dron, son un indicativo que EE.UU/Israel continua y continuará con su política de asesinatos selectivos, y este ‘programa’ se puede acentuar en el caso venezolano con Biden. Lo anterior exige del gobierno bolivariano, entre otros elementos, un rápido desarrollo de la tecnología para defenderse de ese tipo de ataques, y refinar aún más el nivel de su comunidad de inteligencia. Este factor también debe ser considerado por los otros gobiernos soberanos de Nuestra América.
El equipo de seguridad nacional que está conformando Biden, no se diferencia mucho del que acompañó a Obama en su enfoque, relaciones y creencias, y este es un claro indicador de lo que será el gobierno de Biden. Así, esta propuesto como secretario de Defensa (Pentágono) el general Lloyd Austin, que luego de dejar las Fuerzas Armadas paso a integrar la junta de Raytheon Technologies, una contratista de la defensa de primer nivel, entre otras organizaciones y corporaciones a las que pertenece y que están relacionadas con la guerra. Antony Blinken que será nominado como secretario de Estado es conocido por su apoyo a las ‘intervenciones humanitarias’. Al parecer la directora de Inteligencia Nacional será Avril Haines, precisamente una de las impulsoras del uso de drones en asesinatos selectivos. En fin, muchos nominados están vinculados de una u otra manera al complejo militar industrial y han sido parte de think tanks.
Cada imperio a lo largo de la historia ha gestionado su ejército o en general su accionar militar de modo diferente. Los Han (China) en el siglo I d.C. perfeccionaron la política de –utilizar a bárbaros para luchar contra bárbaros-. Así, lo que hacen los EE.UU de buscar generar caos y guerras civiles y enfrentar a los latinoamericanos contra latinoamericanos no es nuevo y no lo será en el caso venezolano, si el imperialismo logra crear mínimas condiciones para implantar un supuesto “ejército libre” en Venezuela. Un ejemplo claro fue la creación de los ‘Contras’ en Nicaragua para socavar el proceso sandinista. La desventaja histórica de los mercenarios es que su móvil es crematístico. No conozco de ejércitos mercenarios que hayan ganado alguna vez una guerra patriótica, aunque han sido un fenómeno presente y constante en muchas guerras, con resultados diferentes de acuerdo a contextos y otras variables.
Engels había ratificado con sus estudios algo que ha sido una constante histórica, -los ejércitos son dependientes de las condiciones económicas-, y EE.UU no está precisamente en una situación económica que le permita llevar a cabo una guerra en Nuestra América, que como nunca sabrá cómo empezarla pero no cómo terminarla; los gringos conocen muy bien las condiciones guerreras que caracterizan a los latinoamericanos; será un conflicto prolongado que puede terminar acabando con lo que le queda de hegemonía mundial y en consecuencia, beneficiando a sus competidores. Al contrario, todo estratega sabe que la defensa es siempre más fuerte que el ataque y por ello naciones agredidas débiles, han terminado por derrotar a imperios. Por ello, el gobierno de Biden buscará afilar su bisturí para conseguir su objetivo sin ese riesgo y con métodos indirectos y opacos, preferiblemente.
Mario Ramos. Director del Centro Andino de Estudios Estratégicos.