Han transcurrido más de dos años desde el golpe de Estado Militar de 2009, tiempo durante el cual se ha producido una recomposición de las fuerzas políticas del país, sin que la correlación de fuerzas haya variado en la misma medida. Esta afirmación podría parecer antojadiza y subjetiva, por lo que tratamos a continuación de […]
Han transcurrido más de dos años desde el golpe de Estado Militar de 2009, tiempo durante el cual se ha producido una recomposición de las fuerzas políticas del país, sin que la correlación de fuerzas haya variado en la misma medida. Esta afirmación podría parecer antojadiza y subjetiva, por lo que tratamos a continuación de examinar la realidad del país, de forma sucinta, en julio de 2011.
Correlación de Fuerzas: ¿Cómo está la derecha hondureña?
La derecha dominante ha creado un esquema de consolidación de su poder a partir del rompimiento del orden constitucional del país, sostenido esencialmente en su capacidad de utilizar la fuerza siempre que lo considere necesario, ya que su estrategia no incluye la finalización de la impunidad, al contrario, esta sirve de pilar para apuntalar la profundización de las políticas económicas neoliberales, que son, en última instancia, los factores que mueven a la clase dominante a salir por completo de la moral burguesa que pregona la libertad como una de sus instituciones insignes.
Esta clase dominante que puede desagregarse en la oligarquía que concentra para si el poder económico y el político, después del golpe de Estado, la burguesía criolla, rural o urbana, que teme perder los privilegios que le brinda el sistema de prebendas instituido hasta la fecha, y una porción de la clase oprimida que ha sido cooptada gracias a la inmensa manipulación y enajenación a que ha sido sometido el pueblo hondureño por décadas. Esto representa, sin ser rigurosos, el grupo que sostiene el poder desde el punto de vista de la legitimidad. La situación superestructural, sin embargo, es mucho más compleja, pero bastante pragmática; todas las instituciones estas profundamente desprestigiadas y desgastadas por el abuso interminable de que han sido víctimas, pero la clase dominante no funciona en base a escrúpulos o fuerza moral. Dicho de otra manera, si es necesario mentir, mienten, si es necesario reprimir, reprimen, si es necesario matar, matan.
Dentro de un esquema de correlación de fuerzas, estas clase dominante más sus mecanismos de reproducción sistémicos, lucen formidables, a pesar de la presumible crisis económica que ha tenido que enfrentar el Estado. Recordemos que en el proceso de debilitamiento estatal no ha perecido el poder económico, el que se ha fortalecido gracias al robustecimiento del capital especulativo durante los dos últimos años. Las instituciones financieras, son hoy más fuertes que nunca, y la deuda interna es tan grande que fácilmente pueden comenzar a rematar bienes del estado para cobrarse. Nótese que aunque el Estado es frágil, la clase dominante no lo es, y está en condiciones de acudir a un nuevo proceso electorero para validarse, como ya lo hizo en noviembre de 2009.
En términos concretos, la porción que busca hacer balance radica esencialmente en la fuerza del pueblo, que mayoritariamente busca un nuevo horizonte, en el que pueda recuperar para sí condiciones favorables de existencia y desarrollo, las que le son negadas por el modelo económico que le empuja hacia abajo permanentemente. Sin embargo, la capacidad de convertir esa fuerza popular (de pueblo) esta intrínsecamente ligada a los liderazgos internos que intentan ganar protagonismo como representante de las bases; esto ha generado hasta la fecha una atomización constante, que hace prevalecer los intereses grupales sobre la realidad misma del país.
Aunque la derecha se debilita drásticamente, su pragmatismo le permite mantener su preeminencia sobre una clase oprimida cuyos dirigentes no entienden muy bien cuáles son sus tareas fundamentales para completar el proceso de acceso al poder político. La idea de debilitar a la clase dominante hasta que la correlación de fuerzas permita forzarles a ceder posiciones, luce poco viable, si no se compite directamente con ella. El ámbito de la competencia es variable, pero las vías insurreccionales parecen poco realistas, especialmente porque la segregación de los movimientos políticos y sociales no permite una organización efectiva y coherente de las bases populares.
La vía electoral: Frente Amplio de Resistencia Popular
El escenario más inmediato de confrontación directa es el electoral, aunque no es necesariamente el más fácil de abordar. Es evidente que resulta más factible movilizar al pueblo desorganizado por una causa que ya conoce, y que le ha traído muchos tragos amargos, pero que es un terreno en el que se depende en gran medida de niveles de organización menos conscientes, y la importancia de los cuadros es relativamente menor al puro activismo político. De ese modo nos encontramos con un sector popular con liderazgos que no compiten en el ámbito político, donde la dinámica es muchos más simple, y las decisiones suceden de manera cuasi súbita. Por otro lado, los liderazgos políticos «naturales», recurren a prácticas conocidas, que se manejan cómodamente, y que están estrechamente asociadas a la capacidad de los individuos a crear soluciones inmediatas a problemas coyunturales de la gente.
Es evidente que bajo el esquema político tradicional se entra en un campo donde la derecha es mucho más experimentada y fuerte; donde mantiene sus mejores activos y lo que le ha permitido manipular políticamente al país por decenios, y la posibilidad de éxito en la confrontación varia ostensiblemente a favor de la clase dominante que acecha constantemente al pueblo convertido en potencial elector. Debido a esto, la mejor opción planteada es la definición de cargos por la vía de elecciones internas, especialmente por el carácter, muchas veces intransigente, de los grupos que no atinan a entender que su subsistencia depende drásticamente de su capacidad de crear consensos.
Es importante valorar la posición de las bases en toda la ecuación electoral; hasta la fecha los grupos que tratan de ingresar al Frente Amplio de Resistencia lo hacen desde posiciones especulativas, sin gran respaldo de bases organizadas y en animo de precipitar una «repartición», antes de comenzar el trabajo. En este sentido, las posiciones parecen más bien oportunistas y alejadas del contexto nacional, lo que da deja entrever una visión cortoplacista, que ignora deliberadamente al adversario de clase real. Esta especie de «tregua» otorgada al rival inminente, puede producir efectos negativos incalculables, por lo que es imperativo que las fuerzas políticas y sociales reevalúen sus posiciones vanguardistas, y se considere que el proyecto es, ante todo, la refundación de Honduras.
El análisis de la realidad no puede ignorar el aislamiento de la intelectualidad, muchas veces voluntaria, que produce un vacío sensible entre las fuerzas populares. Es notable la falta de militancia de los sectores intelectuales, que prefieren alinearse con posiciones que ignoren al enemigo de clase, en lugar de enfrentarlo; muchos aun temen perder su inmaculada posición de «neutralidad científica», ante el temor de que la participación activa reste credibilidad. La pregunta aquí es obvia: ¿la credibilidad de quién? Igual contamos con sectores intelectuales que buscan marcar una brecha amplia entre la ciencia y la ideología, con la idea modernista de que el discurso mejor es aquel que se puede considerar «neutro» o «inocuo» ante el poder fáctico.
Esta «inocuidad» es muy bien vista por sectores dirigentes que entienden el análisis y el pensamiento crítico como una posición ideológica obsoleta, pasada de moda, argumento fácil de esgrimir, pero absolutamente insostenible. Si la lucha de confrontación electoral con la clase dominante no es nutrida de una posición ideológicamente fuerte, es muy probable que todos terminemos compartiendo incluso el lenguaje con la oligarquía y sus colaboradores políticos. Los dirigentes no terminan de entender los planteamientos que surgen de la coordinación nacional, mientras valiosos y valiosas compañeras, prefieren entender esta lucha como algo ajeno.
La inconsistencia en el nivel de compromiso a nivel de dirigentes, pone en alto riesgo a todo el proyecto de refundación y liberación, por lo que se hace imperativo que se asuman posiciones contundentes directamente con las bases, las que no se mueven en base a prejuicios o intereses, sino más bien en la dirección de construir en el corto, en el mediano, y en el largo plazo, un proyecto fuerte que le permita ser protagonista permanente de los cambios que sean necesarios en la sociedad.
Es importante también reconocer la importancia de la ideología en la transformación de una sociedad, así como la necesidad de desarrollar un cuerpo de ideas ajustado a las condiciones generales, objetivas y subjetivas, de manera que ese cuerpo se consolide en el imaginario colectivo. La mejor opción de derrotar al adversario está en nuestra propia capacidad de fortalecer la consciencia crítica del pueblo, que le ayude a interpretar correctamente su entorno.
Es posible que dentro de todo este escrito no exista ni una sola idea; tampoco ninguna novedad, no es el propósito del mismo. Seguramente los lectores encontraran debilidades teóricas, pero las apreciaciones están apegadas a la realidad que enfrentamos hoy, con una correlación de fuerzas que puede cambiarse, pero requiere de mucho trabajo, compromiso y desprendimiento.
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