Los expresidentes uruguayos José Mujica y Julio María Sanguinetti mantuvieron sus formas habituales hasta sus últimos minutos en el Parlamento, y en una sesión histórica, renunciaron a sus bancas en el Senado, aunque ambos adelantaron que seguirán dando batalla, sin rehuir a ningún micrófono o cámara que se les acerque.
Sanguinetti, abogado, historiador, periodista, escritor y político, seguirá dirigiendo el Partido Colorado. Fue el primer presidente electo tas la dictadura cívico-militar (1973-1985) y luego repitió en 1995. Mujica, por su parte, en 1964 se integró al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. En enfrentamientos armados fue herido de seis balazos. Fue apresado cuatro veces y, en dos oportunidades, se fugó de la cárcel montevideana de Punta Carretas, hoy convertida en shopping.
En total, Mujica pasó casi quince años de su vida en prisión Fue uno de los dirigentes tupamaros que la dictadura tomó como rehén, lo que significaba que serían ejecutados en caso de que su organización retomara las acciones armadas. Recuperó la libertad, junto a cientos de presos políticos, el 8 de marzo de 1985, tras la asunción presidencial de Sanguinetti.
Sanguinetti, hoy de 84 años, dos veces presidente por el tradicional y liberal Partido Colorado, y Pepe Mujica, de 85, elegido por el centroizquierdista Frente Amplio, aprovecharon la ocasión para enviar mensajes de conciliación social y de reivindicación de los partidos políticos, advirtiendo que son la receta de Uruguay para evitar grietas. Referentes de los polos, coinciden con su mensaje conciliador y republicano.
“La función de Senador impone entre otras cosas una fuerte y permanente relación directa con actores y colectivos sociales. Supone recibir a ciudadanos y visitarlos a veces en sus lugares de trabajo para recibir sus problemáticas y sus peripecias. Para un anciano que además padece una enfermedad inmunológica, estos tiempos de pandemia que durarán demasiado no son recomendables si se valora el milagro de vivir”, señalaba la carta con la cual Pepe Mujica oficializó la renuncia a su banca en el Senado.
Más allá de las emociones, la sesión reforzó la sensación de que el sistema partidario uruguayo tiene por delante la tarea de renovar su mirada sobre los procesos sociales. Sanguinetti y Mujica son destacados sobrevivientes de un tiempo que termina, y es natural que en sus discursos de despedida hayan predominado las referencias al pasado, acompañadas por algunas reflexiones sobre problemas contemporáneos que quizá ya no comprenden del todo.
Para algunos analistas, es valioso que ambos hayan reivindicado la importancia de los partidos y el diálogo entre adversarios, aunque Sanguinetti no se privó de hablar sobre las “patologías” de liberales y marxistas, y Mujica se ubicó en una perspectiva individual casi sin referencias al Frente Amplio, reseña ladiaria. Se puede aplicar a ambos: “genio y figura hasta la sepultura”.
Así es Uruguay: Legisladores de todos los partidos abundaron en elogios a los dos veteranos dirigentes, pese a que ambos siempre generaron fuertes rechazos entre quienes no los votaban.
Sanguinetti y Mujica escucharon las palabras de elogio y reconocimiento de sus pares, incluso con frases llamativas desde tiendas adversarias, luego recibieron un prolongado aplauso, de cerca de un minuto y con todos los senadores de pie, junto con saludos y abrazos; y finalmente les entregaron como recuerdo una pieza sobrante de la maqueta del Palacio Legislativo.
Pasa el tiempo y el Uruguay mantiene sus rasgos más típicos, decía una publicidad comercial. Mujica estuvo desde temprano caminando por la antesala del Senado, y frente a un grupo de periodistas sacó una hoja del saco: “Un discurso bárbaro armé”, dijo mientras mostraba unas pocas líneas escritas a mano.
Y recordó dos “logros espectaculares” de sus 26 años en el Parlamento: “Yo inventé el garaje de las motos, cuando era diputado traía una Yamaha, la dejaba por allá abajo y los trabajadores después las empezaron a poner ahí; y otra cosa es que era todo muy acartonado, formal, la corbata era religiosa, y yo venía de jeans y se fue distendiendo la cosa”.
Todo culminó con un abrazo entre ambos expresidentes que quedó como una foto para la posteridad. Tras esto, Mujica salió del Parlamento bajo lluvia, cubriéndose con un paraguas violeta.
Sanguinetti permaneció en su despacho en los minutos previos a la sesión y llegó junto a varios dirigentes de su sector, que vieron la sesión parados detrás del histórico líder colorado. Tras el homenaje y saludo de sus pares, Sanguinetti volvió a su lugar y por error tomó agua de un vaso que estaba sobre la banca que era de Mujica, ahora ocupada por su sucesor, Alejandro “Pata” Sánchez, un joven dirigente del Movimiento de participación Popular, protegido del expresidente.
Reminiscencias de la política
Mujica se reconoció “pasional”, pero aclaró que “En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, aprendí de una dura lección que me puso la vida: que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad ante las cosas”.
En referencia a la actividad política, dijo que “es la lucha por la felicidad humana, aunque suene a quimera”. Luego complementó acerca de su renuncia: “En política no hay sucesión, en política hay causas. Los hombres y mujeres pasamos, algunas causas sobreviven y se tienen que transformar, porque lo único permanente es el cambio. La biología impone cambios, pero también tiene que haber una actitud de dar oportunidad a las nuevas generaciones”.
En el final del discurso, tras recordar que pasó “de todo en la vida”, como “estar seis meses atado con las manos en la espalda” o “dos años sin que me lleven a bañar”, dijo no tenerle “odio a nadie”, y culminó: “Les quiero transmitir a los jóvenes que hay que darle gracias a la vida, triunfar no es ganar, es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”.
El discurso de Sanguinetti fue en defensa de los partidos políticos en la historia del país.“La partidocracia, tantas veces tomada como un elemento negativo, es la que ha dado consistencia a la vida democrática. La opinión pública es diversa y veleidosa, los partidos son los que encauzan, orientan, vertebran, articulan, y eso es fundamental”, dijo.
Destacó que ese rol de los partidos políticos cobra fuerza “en estos tiempos”, que “las burbujas publicitarias y la magia de las redes” han llevado a que “en países muy importantes” sean presidentes “figuras que no representan valores ni dan seguridad de una continuidad institucional”.
«Nuestro país cultivó su libertad, cultivó su tolerancia, detrás de cada guerra hubo una amnistía, una pacificación. Nuestro país es una amalgama de corrientes diversas, de corrientes étnicas, culturales», comentó Sanguinetti.
Vivimos tiempos complejos. El ciudadano se siente representado por sí mismo. El concepto de representación política hoy está en crisis. El ciudadano hace un Facebook y con eso cree que es partícipe de un diálogo universal. Más que nunca debemos aferrarnos a las ideas. Si los sentimientos y pasiones articulan la lealtad a lo largo del tiempo, son las ideas que siguen moviendo», añadió.
Sanguinetti dijo que en Uruguay “un día perdimos la libertad porque antes habíamos perdido la tolerancia”, y que el episodio de su renuncia junto con Mujica al Senado muestra “una hora de conciliación, de reafirmación democrática”.
Quizá haya llegado la hora de que nuevas generaciones tomen el rumbo de la política uruguaya, enquistada por la visión de añejos dirigentes (los dinosaurios, según los jóvenes militantes) en medio de una grave crisis y de un cambio de rumbo desde que la centroizquierda del Frente Amplio perdiera el gobierno, tras 15 años de gestión, ante una coalición multicolor de derecha neoliberal, encabezada por Luis Lacalle Pou, qu Sanguinetti armó.
Luvis Pareja. Periodista uruguayo, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)