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Luego de tantos años de luchas e ideales

Cuando la emoción aflora

Fuentes:

O el mundo se organiza sobre bases de justicia y dignidad humanas, donde no caben los mercaderes, o no se organiza de ninguna manera.» León Felipe Los uruguayos hemos comenzado a vivir una etapa histórica. Por primera vez en el devenir institucional del país ocurre un hecho singular que también es nuevo en todo el […]

O el mundo se organiza sobre bases de
justicia y dignidad humanas, donde no caben los mercaderes, o
no se organiza de ninguna manera.»
León Felipe

Los uruguayos hemos comenzado a vivir una etapa histórica. Por primera vez en el devenir institucional del país ocurre un hecho singular que también es nuevo en todo el continente, incluyendo a países que tienen gobiernos socialitas o progresistas, como Chile, Brasil y Argentina. Ese hecho es que por primera vez asumió, como ocurrió el martes pasado, un parlamento mayoritariamente de izquierda, una conformación esperanzadora para muchos, a la que se arribó dentro de un proceso institucional en que no se produjo el más mínimo hecho de violencia.

Desde el martes dos tupamaros son las más altas jerarquías del Parlamento nacional, integrantes del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), que en los 60′, proclamaba la lucha armada y que fue desarticulado por las fuerzas policiales y luego, de la instauración por parte del gobierno de Jorge Pacheco Areco del llamado Estado de Guerra Interno, utilizados como pretexto para una generalizada represión de parte de las Fuerzas Armadas contra todos los uruguayos.

Por ello, dejando de lado las discrepancias ideológicas y metodológicas que en el pasado hemos tenido con la línea expresada por estos compañeros, es que nos damos cuenta que en ocasiones la historia reivindica y restituye a su lugar a los que, durante toda su vida, fueron ejemplo de militancia y sacrificio. José Mujica un idealista que se jugó la vida por sus ideas y, por supuesto, fue víctima de los que se sintieron dueños de la verdad y acosaron, torturaron y asesinaron en nombre de un occidente cristiano, que en definitiva era el de los cementerios, extremo enmarcado en los designios de un enfrentamiento global encabezado por el Departamento de Estado y enmarcado en la siniestra Doctrina de la Seguridad Nacional.

Al igual que «Polo» Gargano, que al comienzo de la legislatura anterior también, por ser el senador más votado, ocupó por quince días la presidencia de la Asamblea General, tomando juramento a los legisladores que asumieron en aquella oportunidad, «Pepe» fue el responsable de hacer lo mismo en esta histórica fecha. Gargano y Mujica, dos veteranos de la política, protagonistas de una inclaudicable, tenaz y permanente lucha para que desembocaran en los hechos los objetivos de justicia social para lo que, durante décadas, pusieron toda su inteligencia al servicio de lo popular.

Nora Castro es la presidenta de la Cámara de Diputados, la querida Nora, amiga en el pasado y en el presente, una sacrificada maestra, luchadora de siempre y de cada momento que con humildad y desprendimiento, siempre estuvo en la primera línea. La recuerdo, por supuesto, de cuando el que esto escribe daba sus primeros pasos periodísticos en el diario Epoca, enorme escuela de vida y de militancia, en donde la tarea de informar se vinculaba al sacrificio personal en el marco de una labor apasionante, quedando aquella experiencia como un mojón indeleble en las vidas de todos los que participamos en esa pelea diaria.

Fue en esa etapa que conocimos a Nora que ya transitaba su militancia estudiantil (creo no equivocarme), convirtiéndose en una conductora lúcida y ejemplar, vanguardia que luego ratificó estando al frente de gremios de la educación.

Perdóneme el lector por trasmitir más que hechos, como debiera, sentimientos que me por momentos me contraen el corazón, recordando situaciones, heroicidades, desprendimientos, sacrificios y convicciones a prueba de todas las alternativas, incluso las más terribles, en los momentos más difíciles que se vivieron en el país.

Pero cuando, luego de toda una larga militancia de cada hora, de cada minuto, de solidaridades recibidas y de sacrificios compartidos, por esa obsesión por imponer la justicia de nuestras ideas, sacrificando en ocasiones a familias y viendo crecer a los hijos lejos de sus afectos, con abuelos que nunca pudieron reencontrarlos, muchas veces marginados en sociedades acogedoras, pero distintas, es que no puedo superar la emoción del momento de este momento que vivimos los uruguayos.

Al fin hemos logrado el gobierno y, que «Pepe» y Nora sean hoy las autoridades del órgano democrático por excelencia que establece nuestro régimen institucional, nos provoca un sentimiento profundo que nos eriza la piel y que va más allá de lo racional.

El gran barco de la lucha popular ha llegado a puerto y es recibido por un pueblo uruguayo agraviado durante años por políticas depredadoras, nefastas, de apropiación sistemática del ingreso de los más desamparados, pero esperanzado por las realizaciones que se vienen.

Un pueblo uruguayo en que un tercio de la población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza y, otra buena parte, sufre las consecuencias de una claudicante desorganización estatal que impide que la salud sea para todos, así como la enseñanza, y en que la previsión social sea una especie de entelequia que condena a la pobreza, en la mayoría de los casos, a quienes deberían ser los más favorecidos: los viejos.

Un país donde el Estado es el un descarado emporio del privilegio, para lo cual no vale la pena ahondar mucho el análisis. Y ello, también, porque los gobiernos siempre fueron sensibles a las presiones corporativas de grupos que, para lograr sus objetivos, no les importó nunca que ellos fueran en detrimento de la gente que es la que pone el dinero para que todo funcione, o, mal funcione.

Partidos que nos gobernaron por 174 años, que utilizaron como método de captación al más descarnado clientelismo, el acomodo y, por supuesto, la entronización reglamentada de la prebenda. Qué otra cosa es, para poner un ejemplo, la gigantesca flota de automóviles que utilizan jerarcas de todo nivel, que podrían desplazarse – como ocurre en la actividad privada – con sus propios vehículos. De que se trata, entonces, los privilegios de un servicio diplomático ineficiente sobre el que llegan continuamente denuncias, muchas de ellas confirmadas, que prueban que allí existe otro centro de privilegio inaceptable para un país pobre que debería hacer de la austeridad uno de los mecanismos éticos esenciales a desarrollar.

Ni hablar de cómo se ha desvirtuado el mecanismo de contratación de funcionarios. Contratos de obra y servicio con nombre y cintillo político adherido que, en algunos casos, tienen tal peso económico que han determinado que se vaciaran las arcas que contenían recursos para terminar con problemas sustanciales, como – por ejemplo – el de los asentamientos.

Podríamos hablar de mil cosas más, inexplicables y deshonrosas para cualquier gobierno. Una de ellas es la situación de la Universidad de la República, agredida desde hace décadas, por ser un organismo independiente y democrático que fuera gobernado desde Mario Cassinoni en adelante, por profesionales que no necesariamente coincidían con los colores de los gobiernos de turno. Y de la enseñanza, la escuela pública, los liceos, del deterioro de la salud pública. De la escandalosa adjudicación de las ondas del estado a empresarios privados que hacen sus negocios sin contrapartidas para la sociedad que es la dueña de lo que usufructúan.

Por fin, luego de tanta lucha, hay alguien que ha participado en nuestros ideales, que nos representa en el gobierno. Entonces, como no trasmitir emociones, sentimientos que se trasladas a todo nuestro cuerpo y que, se expresan en una enorme esperanza de que comience a imperar la justicia. Como no refrendar, entonces, la lúcida afirmación de León Felipe, que reiteramos: «O el mundo se organiza sobre bases de

justicia y dignidad humanas, donde no caben los mercaderes, o no se organiza de ninguna manera.» Por lo demás, buena suerte.¡Mucha!

(*) Periodista