Si por algo la celebre frase de Marx acerca de la constante repetición de la historia mutando de la tragedia a la comedia es quizá la mas repetida por todos aquellos con mucha o poca adscripción al universo marxiano, no obedece tanto a la facilidad en recurrir a un elemento fácilmente reconocible como perteneciente a […]
Si por algo la celebre frase de Marx acerca de la constante repetición de la historia mutando de la tragedia a la comedia es quizá la mas repetida por todos aquellos con mucha o poca adscripción al universo marxiano, no obedece tanto a la facilidad en recurrir a un elemento fácilmente reconocible como perteneciente a deterninada cosmovisión histórico política sino mas bien a la obstinada validación histórica que dicha frase encuentra en los procesos políticos latinoamericanos. Los dichos, comportamientos y actitudes protagonizados recientemente por el actual ministro de Agricultura del Uruguay, señor José Mujica, bien pueden constituir un ejemplo poco edificante aunque fuertemente aleccionador acerca de la terrible actualidad de la sentencia con que Marx inicia su 18 Brumario.
El proceso político oriental, mal que les pese a quiénes pregonan una llamada «vía uruguaya al socialismo», aún reconociendo especificidades propias, no es ajeno ni reconoce diferentes contornos que los que puedan reconocerse en cualquier país capitalista dependiente sometido a los dictados de los centros capitalistas mundiales. Capitalismo, capital, mundialización, imperialismo, y cualquier referencia que permita pensar la realidad oriental incorporándola a estructuras plausibles de ser analizadas y caracterizadas, son negadas por la actualmente llamada élite progresista, anatemizadas como anacrónicas y hasta acusadas de ejercer una prédica anti-uruguaya. Cualquier semejanza con las barbaridades esgrimidas hace 30 años por la ultraderecha no es mera coincidencia.
En todo el proceso de domesticación y asimilación popular hacia políticas que no hacen sino reproducir los planes trazados por el capital internacional, con eje en lo financiero, constituye un pilar basal el lugar reservado al Ministro de Agricultura, el ex tupamaro José Mujica.
Como sucediera en la Argentina insurgente de los 70, la burguesía en momentos de crisis orgánica tiene que recurrir a elementos capaces de reconstituir la hegemonía perdida. La crisis uruguaya que arrasó con las expectativas de vida digna de cientos de miles, que arrancó al exilio económico miles de familias, aniquiló las posibilidades políticas de todo referente identificado con la implantación del liberalismo genocida.
Dos siglos de bipartidismo, dirigentes formados y validados por los centros capitalistas mundiales, desde aquellos que responde directamente instrucciones del Departamento de Estado (el ex presidente Lacalle y el partido Nacional) hasta los ahijados de la Socialdemocracia Europea (el ex presidente Sanguinetti del partido Colorado es el principal referente continental de la socialdemocracia europea) vieron desvanecerse entre los dedos toda chance de validación política. Pese a semejante debacle y derrumbe del personal político del cuál la burguesía se había servido para la instrumentación de su dirección política, el movimiento popular no recuperó autonomía práctica ni ideológica que le permitiera profundizar la crisis sistémica, intervenir en la crisis orgánica con capacidad de modificar la relación estructural. La clase dominante logró desprender con la ayuda del progresismo su papel en la crisis como promotora de la misma, de la crisis misma. Y en éste proceso los dirigentes reconocidos popularmente como históricos luchadores, aquellos con historias forjadas desde el enfrentamiento al poder, ocuparon un papel central.
En Argentina la crisis orgánica y la pérdida de hegemonía burguesa fue respondida desde las clases populares con el deseo de «que se vayan todos» ante la inexistencia de referentes validados socialmente con capacidad de dar respuesta a los deseos y necesidades de las mayorías populares.
En Uruguay pese a romperse también la dirección ejercida por las clases dominantes con el auxilio de sus «intelectuales orgánicos», la presencia de una dirección con capacidad de reconstruir rápidamente la hegemonía perdida, avalada por un antiguo acercamiento hacia las clases subalternas, desvió las expectativas hacia un recambio dentro del marco institucional. Esta nueva dirección reunía todos los elementos necesarios para ocupar un lugar de privilegio en la psicología de las masas y desarrollar la tarea de cooptación hacia el sistema de dominación imperante, muchos de sus integrantes, viejos luchadores con trayectorias que tornaban inimputables sus conductas pasadas, fortalecían sus actitudes presentes en el respeto que irradiaban hacia los sectores populares
Son muchos los ejemplos en la historia donde elementos salidos o aceptados por las clases subalternas como pertenecientes a ellas o tributarios de la defensa de sus intereses, son los encargados de la defensa de la recomposición político -ideológica encargada por las clases dominantes.
Cuando Lanusse lo desafió a Perón a volver al país ( no vuelve por que no le da el cuero, había dicho el general-estanciero) sabía lo que hacía, la frase, extraña en un general de su época y de su estirpe nada tenía de exabrupto. Expresaba los deseos y necesidades de la burguesía argentina en ese momento. El anciano general en el exilio, representaba para las masas el máximo emblema anti-sistema. Desde los viejos militantes nacionalistas hasta los jóvenes guerrilleros con ilusiones socialistas identificaban en el mismo líder a quién aparecía como incontaminado desde su intransigencia de todos los vicios y podredumbres presentes en las burocracias políticas, sindicales y militares. Si la guerrilla ya comenzaba a ser un problema y no una amenaza momentánea, si el sindicalismo clasista despertaba el interés de cada vez mayores sectores obreros, si los estudiantes eran concientes de su lugar en la sociedad, si todos y cada uno de los elementos necesarios para preservar la dirección ideológico-política que preserven las relaciones sociales de dominación comenzaban a ser cuestionados, la burguesía debía y debe apelar en todo momento semejante a quiénes no reconociendo ni siendo de los suyos, sean capaces de recomponer la hegemonía perdida.
Las expectativas populares, las necesidades insatisfechas, por un lado, depositadas en los líderes de ocasión, y al mismo tiempo la funcionalidad de éstos hacia los proyectos de acumulación capitalista, dejan poco espacio para el doble juego y los equívocos, achicando el margen de maniobra y desnudando finalmente cual es el verdadero papel desempeñado por tales dirigentes en la lucha de clases, que finalmente de esto sigue tratando la historia.
«El viejo sabe lo que hace», repetían los jóvenes y no tan jóvenes que en la Argentina de los 70 soñaban con la patria socialista, mientras las bandas fascistas de la triple A asesinaban a mansalva militantes preparando permitiendo que los militares prepararan la masacre posterior. Y» el viejo «sabía y dejaba hacer, claro que en sentido directamente opuesto al deseado por quienes repetían la frase.
Muchos fueron los desencuentros de la época entre quiénes compartiendo experiencias de luchas comunes, idénticos peligros, y similares proyectos futuros encontraban punto de distanciamiento en la valoración y acción a seguir ante el viejo líder vuelto al país y hecho presidente por una marea popular.
En el Uruguay actual, sin guerrilla, ni un movimiento político capaz de dar cuenta del grado de descomposición social producto de las presentes relaciones capitalistas de producción, pero sí con un fuerte anhelo de cambio en la psicología de las masas populares, son muchos los que repiten ante el rumbo liberal y pro imperialista del actual gobierno «el Pepe no va a aguantar» y el Pepe aguanta, firma decretos que contradicen la voluntad popular, dialoga con los empresarios nacionales, reivindica los partidos tradicionales.
La maquinaria de dominación avanza, implacable, demoledora, hacia la confontación con los intereses de las mayorías.
Así comolas masas populares construyen liderazgos en quiénes depositar sus expectativas de cambio, ante los cuáles someten momentáneamente su autonomía, una vez demostrada la funcionalidad de éstos hacia las clases dominantes se produce la ruptura y comienza el distanciamiento.
La insurgencia peronista encarnada por la juventud montonera y la política deliberadamente pro fascista del anciano general no podían coexistir, las expectativas populares mutan en exigencias cuando no son satisfechas, llegado el momento de exigir definiciones el viejo no dudó, no me voy a dejar presionar por unos imberbes soltó «el viejo» ante la incredulidad y estupefacción de su antiguamente llamada «juventud maravillosa», y en ese acto comenzó el final, ya no habría mas lugar para los equívocos.
También fue un exabrupto el que puede marcar el comienzo del final en las relaciones del movimiento popular uruguayo con su referente mas destacado. Ante las medidas adoptadas por el gobierno frenteamplista en el caso del agua, el movimiento popular no sujetó sus demandas a las necesidades del elenco gobernante y avanza con sus reclamos para que se cumpla con la voluntad popular plebiscitada, ésta primera reacción popular despertó las iras del Pepe, y no aguantó, «quiénes se opones a esto son unos mogólicos» dijo el ex guerrillero.
En el caso argentino en final es conocido, las equivocaciones de pagaron con sangre, torturas y exilios de miles.
En Uruguay queda en manos del movimiento popular torcer el rumbo iniciado y volcarlo hacia la satisfacción de las necesidades de las mayorías, para esto será necesario destruir mitos, derrumbar falsas expectativas y avanzar en la construcción de herramientas capaces de enfrentar a los sectores del privilegio.
Reconstruir la autonomía política ante los planteos de la burguesía, fortalecer instrumentos que eleven el nivel de subjetividad popular, encontrar vías de intervención que hagan eficaz la protesta y la demanda, son solo algunos de los desafíos que deberán atravesar las masas uruguayas y que encontrarán fuertes enemigos en quienes hasta ayer consideraba sus aliados.