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Derrumbe en el cerro del Chiquihuite, asentamientos irregulares y racismo estructural

Fuentes: Rebelión

Introducción

La exclusión y la segregación étnica, racial y de vivienda que padecen hasta la fecha indígenas, poblaciones afrolatinas, afrocaribeñas y mestizos en América Latina. Tiene sus raíces en la instauración del régimen de conquista y colonización.

Siendo que, aunado al dominio de territorios, la apropiación de la riqueza natural del continente, la hegemonía política y cultural, el sometimiento o la evangelización, la incorporación masiva de mano obra a las faenas agrícolas y mineras, el denominado “servicio personal” o “encomienda”, la esclavitud o trabajo forzado, se daría siempre la discriminación, el racismo y la segregación.

En tal sentido, en Guatemala la política de segregación residencial y de división del territorio en repúblicas de indios y republicas de españoles impuesta por la Corona marcaría las fronteras y delimitaría los espacios en que los grupos sociales podían y debían moverse.

Asimismo, otra forma de segregación estaría relacionada con el reparto del territorio en tierras realengas, repartimientos-composiciones, tierras comunales y la distribución geográfica entre el centro y la periferia, además del sistema de tributación y el trabajo forzado en sus distintas modalidades.

Resultando en que, la segregación residencial, geográfica, estamental y territorial, provocaría importantes cambios en la estructura económica, social y política de los indígenas, puesto que, se verían obligados a modificar sustancialmente su forma de vida y sus costumbres. Además de que, la segregación contribuiría a configurar el estereotipo del indio como ser inferior, bárbaro, haragán y salvaje. [1]

Así que, al ser la conquista un proceso de sometimiento, exterminio y avasallamiento de la cultura de los pueblos indígenas, consecuentemente durante la colonia prevalecería la estratificación y organización de la sociedad plenamente ligada a patrones de jerarquización cultural y racial. Y, sobre esas bases se construiría una la pirámide social, cuyo escalón más bajo sería ocupado por los esclavos africanos y en cuya cúspide se ubicaban los luso-hispanos. Situándose a indígenas y mestizos a medio camino entre ambos.

Ocupado los esclavos africanos los estratos más bajos, a partir de la catástrofe demográfica de la población indígena, por lo que los españoles y portugueses procedieron a incorporar mano de obra esclava de origen africano para la producción agrícola y minera.

Situación que prevalecería sin sufrir muchos cambios al emerger los Estados republicanos, pese a que en muchas regiones las poblaciones indígenas y afrodescendientes tuvieron una activa participación en las campañas de Independencia. De forma que, las elites republicanas reconstruyeron el mecanismo de negación del otro, atribuyendo a las poblaciones indígenas y afrodescendientes el carácter de obstáculo al progreso, la cultura y la construcción del Estado-Nación.[2]

En el caso de Venezuela, si bien tempranamente las elites republicanas se opusieron oficialmente a todo prejuicio y discriminación raciales, también proyectaron “blanquear” la población mediante políticas de promoción de la inmigración europea. Y si bien hubo negros en influyentes cargos políticos y militares durante el siglo XIX, tal presencia declinaría a fines de dicho siglo, hasta prácticamente desaparecer en el siglo XX. De tal forma, aunque en 1959 se iniciaría una era en que los negros pudieron alcanzar posiciones políticas al nivel local y nacional, las elites blancas venezolanas continuaron excluyéndolos de sus instituciones sociales y económicas.

Mientras que, para el caso del Caribe francés, el color de la piel sería parte de un discurso jerárquico internalizado para finales del siglo XVIII, discurso dentro del cual, la cúspide de la jerarquía correspondería a los blancos “puros”. En tanto que, el resto de la población sería clasificada taxonómicamente según componentes raciales, asociados a status sociales fijos.

Ejemplo de tal situación aun lo frece la isla de Martinica, ya que, la actual categorización de los individuos no blancos de Martinica (según el color de la piel, textura del pelo y trazos faciales) es herencia directa de la racionalización colonial. Así que, la clasificación biológica sigue dividiendo a la población tanto en lo simbólico como en lo cotidiano. Así que, en el imaginario popular persiste el sueño de tornarse mágicamente blanco como forma simbólica de salvación.

Condiciones actuales de pobreza de indígenas y afrodescendientes

Acorde con lo arriba escrito, los pueblos indígenas, afrolatinos y afrocaribeños hoy en día presentan los peores indicadores económicos y sociales y son, en gran medida, los más pobres de la región. Viviendo la mayor parte en condiciones de extrema pobreza. En el caso de Bolivia, se ha estimado que 75 niños de cada mil nacidos vivos morirán antes de cumplir el primer año de vida, y que la mayor parte de esa población es de origen indígena.

Respecto a México, más del 50% de las viviendas ubicadas en regiones indígenas no tiene electricidad, 68% carece de agua entubada, 90% de drenaje y 76% tiene piso de tierra. En tal sentido, el Censo de 1990 reveló que en las localidades con 30% y más de población indígena, 26% de los habitantes entre 6 y 14 años no acudió a la escuela, sólo el 59% de los mayores de 15 años sabía leer y escribir y 37% no había asistido nunca a la escuela.

Por parte de Honduras, el analfabetismo de los grupos indígenas ha alcanzado a un 87%, a lo que se suma bajo nivel en nutrición y salud, limitado acceso a los bienes y servicios y desigualdad de oportunidades. Así como en dicho país, donde 6.3 millones de personas viven en condiciones de pobreza, habitan las etnias xicaque, lenca, chortis, pech, misquitos, tawhakas, tolupanes, además de negros y ladinos. En Ecuador, a su vez, más del 80% de la población indígena rural vive en situación de pobreza.[3]

Condiciones en todas las cuales destaca la pérdida progresiva de tierras y el quiebre de las economías comunitarias como uno de los factores originarios de su situación.

Pero más aún, la perdida de tierras y quiebre de economías comunitarias también guarda una estrecha relación con los procesos de migración campo-ciudad. Y, esta a su vez se relaciona con la estructura y dinámica de la inserción laboral y de acceso a la vivienda, tanto dentro de los espacios rurales como particularmente al interior de las ciudades.

Segregación y malas condiciones de vida en las ciudades

La migración y el desplazamiento forzado entre los pueblos indígenas constituye uno de los fenómenos más importantes en la actualidad. No obstante, sus orígenes se remontan a la historia colonial, hasta verificarse el mayor volumen migratorio y sus impactos con claridad hasta mediados del siglo XX.

Proceso dentro del cual, el desojo perpetrado por mineras, empresarios y narcotraficantes, así como el deterioro de las economías campesinas, la pérdida y disminución de las tierras comunitarias, la carencia general de recursos productivos, el crecimiento de la población, la salarización, la pobreza y factores subjetivos como la atracción por las “ventajas” de la vida en la ciudad, han sido algunas de las causas de la migración y el desplazamiento forzado hacia las urbes.

Al respecto en Chile, se ha podido observar que más del 70% de la población indígena vive en ciudades. Ocurriendo algo similar en la formación de barriadas, asentamientos irregulares, poblaciones o pueblos jóvenes de la Ciudad de México, Bogotá o Lima, donde se han formado verdaderos “barrios indígenas”.[4]

De suerte que, muchos de los migrantes y desplazados se han asentado en terrenos cada vez más estrechos y vulnerables, generalmente en áreas periféricas de difícil urbanización, expandiendo los límites urbanos a lugares no aptos para la vivienda.

Ello a la par de la segregación socioespacial ejercida por la especulación inmobiliaria. Resultando entonces que, las clases altas y medias se han establecido en terrenos estables y bien ubicados, mientras las clases menos favorecidas se han asentado en los sectores de fuerte pendiente o laderas, por lo general susceptible a amenazas naturales.

Urbanizándose así, terrenos marginales no aptos para la vivienda, pero con costos asequibles para los estratos más bajos. No obstante, sus habitantes se encontrarán siempre en constante peligro de sufrir percances como derrumbes.

En Lima, Perú, por ejemplo, se encuentran los llamados asentamientos humanos como parte de un proceso de urbanización informal que aparecería a partir de la década de 1950. Limitándose estos en sus inicios a espacios ocupados por ex trabajadores de las haciendas quienes quedaron encerrados por las urbanizaciones que se fueron extendiendo por la llanura del valle del Rímac. Pero luego, se comenzarían a ocupar los terrenos marginales desérticos cercanos a los cerros aledaños.

Hechos a partir de los cuales, se identificarían las barriadas como agrupaciones de viviendas ocupadas por poblaciones donde se carecería de servicios de agua, desagüe, electricidad, veredas, vías de tránsito vehicular, etc.

Y a lo cual, se le sumaría la vulnerabilidad física de encontrarse las viviendas ubicadas en laderas como en Lima-Callao. Zona donde ante precipitaciones pluviales los suelos que ocupan las viviendas son inestables.[5]

Asentamientos irregulares en la Ciudad de México

En la Ciudad de México, la expansión y el crecimiento desordenado de la mancha urbana viene ocupando cada vez más áreas del suelo de conservación: regiones no urbanizadas que albergan bosques, barrancas, cuencas, ríos y cultivos.[6]

Así, han proliferado algunos asentamientos irregulares en la periferia de la Ciudad, donde se mezclan pobreza y segregación socioespacial. Manifestándose tal situación, en las condiciones de las viviendas de autoconstrucción, muchas ocasiones improvisadas con materiales no consolidados y carentes de servicios básicos como agua potable, drenaje y luz, así como por la carencia en las vías de acceso y transporte público.[7]

Actualmente, se viene señalando que todo el territorio de Milpa Alta es suelo de conservación y donde más avanza la mancha urbana. De igual forma, Tlalpan y Xochimilco son las alcaldías con mayor superficie de suelo de conservación; seguidas de Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Álvaro Obregón, Tláhuac y parte de Iztapalapa (el cerro de la Estrella). Mientras que, en la Gustavo A. Madero se encuentra un área pequeña que es el cerro del Chiquihuite.

Empero, uno de los aspectos más preocupantes de dichos asentamientos irregulares es que, se encuentran en zonas de laderas potencialmente inestables. Un caso típico es el cerro Chiquihuite, donde existen asentamientos irregulares que están en zonas de peligro por deslizamiento, volteo y caída de rocas. Particularmente se ha indicado que, las colonias Candelaria Ticomán y San Juan y Guadalupe, ubicadas en la porción sur del cerro Chiquihuite están expuestas a deslizamiento y caída de rocas.[8]

Conforme a tales pronósticos, en el Cerro del Chiquihuite, en 1998 se registró la caída de un bloque de roca, que rodó hasta la zona urbanizada, afectando a varias viviendas en la calle Coatlicue en la colonia La Pastora. Evento tras el cual, las autoridades delegacionales comenzaron a implementar medidas diversas para evitar que más rocas se desprendieran. Así, en 1999, la Delegación Gustavo A. Madero (DGAM) inició la construcción de un muro de amortiguamiento en el Cerro del Chiquihuite.

Sin embargo, en el año 2000, otro desprendimiento en la ladera Este del Cerro del Chiquihuite, causaría la muerte de una persona a consecuencia de la caída de toneladas de rocas, lodo y escombros de casas afectadas por las intensas lluvias que se registraron en la colonia Lázaro Cárdenas segunda sección.[9]

E igualmente, en otra ocasión, una fuerte lluvia ocasionaría el desprendimiento de una barda de 40 metros de largo por 15 metros de alto, ubicada en la cara Noroeste del Cerro del Chiquihuite, causando el derrumbe de cuatro casas y afectando a una franja de 20 metros de longitud, con un área aproximada de 600 metros cuadrados.[10]

Hechos que, desgraciadamente se repetirían nuevamente el viernes 10 septiembre de 2021, al desgajarse algunas peñas en el cerro del Chiquihuite, aplastando casas, vehículos, postes y taponeando la calle Club Exploradores de Chimalhuacán, en la colonia Lázaro Cárdenas Tercera Sección, en la parte alta de la Sierra de Guadalupe.[11] Eventos tras los cuales se registraron al menos dos personas muertas y otras 10, seis adultos y cuatro menores de edad, desaparecidas.[12]

Cumulo de eventos desafortunados ante los cuales, no obstante, se señala que los asentamientos irregulares han podido regularizar sus predios y negociar con el gobierno de la ciudad el abasto de servicios e infraestructuras públicas.[13]

De tal manera, han crecido las viviendas en el cerro del Chiquihuite, encontrándose una cuarta parte de éste en Tlalnepantla. Su cúspide se caracteriza por tener antenas de televisión y en su falda oriental se ha desarrollado la colonia Lázaro Cárdenas. De forma que, desde el 2009, las viviendas han ido creciendo sobre el cerro y ya para 2020 había más casas que árboles, por lo que, el terreno luce rojizo, deforestado, y la ladera se aprecia claramente.

Toda vez que, la explosión demográfica en esas zonas se registra desde mediados de los años setenta, a partir de políticas oficiales para que municipios cercanos a la Ciudad de México se convirtieran en grandes corredores industriales. Así, miles de personas encontraron vivienda a bajo costo y empleo.

Expandiéndose la mancha urbana hasta la zona de fallas y fracturas. Siendo la colonia Lázaro Cárdenas una de las que cuenta con mayor densidad poblacional en Tlalnepantla, con 150 y hasta más de 300 habitantes por hectárea, así como se caracteriza por un alto grado de hacinamiento.[14]

Ubicándose la mayor densidad de vivienda en la zona oriente de Tlalnepantla, concentrada en cuatro comunidades: Dr. Jorge Jiménez Cantú y Lázaro Cárdenas primera, segunda y tercera sección, ello de acuerdo con la estadística municipal 2019 del gobierno local.

Asimismo, se ha indicado que las cuatro secciones de esta colonia son de las más pobladas de México, con 63,3000 personas en 16,600 hogares. Habitando en la localidad 1,498 personas por kilómetro.

Alta densidad demográfica que se padece en todo el municipio. Estimándose que en Tlalnepantla se encuentra 4.7% del total estatal de número de viviendas, pese a representar sólo el 0.37% del territorio. Despuntando el crecimiento en la construcción de viviendas de 2010 a 2015, cuando fue de 3.12%, mientras que de 2000 a 2010 había sido de 0.35%.

Aun así, se prevé que la población en la zona continuará expandiéndose, destacando en tal sentido el hecho de que, en la primera mitad del 2021, Tlalnepantla fue el municipio con mayor demanda residencial del Estado de México.[15]

Bibliografía.

Revista de la Universidad de México. LA BLANQUITUD Y LA BLANCURA, CUMBRE DEL RACISMO MEXICANO. Por: Federico Navarrete.

López, John Jairo; López, Carlos Andrés. El urbanismo de ladera: Un reto ambiental, tecnológico y del ordenamiento territorial. Revista Bitácora Urbano Territorial, vol. 1, núm. 8, enero-diciembre, 2004, pp. 94-102 Universidad Nacional de Colombia Bogotá, Colombia.

Frontera norte. versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372. Frontera norte vol.17 no.33 México ene./jun. 2005. Pobreza, marginación y desigualdad en Monterrey. Por: Efrén Sandoval Hernández.

El Universal. Rescatan perrito entre escombros de la “zona cero” del Cerro del Chiquihuite. 12/09/2021

Gaceta UNAM. Sur y oriente de la metrópoli. Avanza la mancha urbana sobre CdMx. Por: Patricia López. Ene 14, 2019.

Notas:

[1] Casaús Arzú, Marta Elena. La metamorfosis del racismo en la élite del poder en Guatemala. Nueva Antropología, vol. XVII, núm. 58, diciembre, 2000, pp. 27-72 Asociación Nueva Antropología A.C. Distrito Federal, México.

[2] Aunque, a diferencia de los pueblos afroamericanos y afrocaribeños, los indígenas fueron objeto de mayor preocupación por parte de los Estados y de algunos sectores de la sociedad que se plantearon proyectos de integración simbólica del indio, siendo estos considerados como los legítimos depositarios de la “identidad latinoamericana”.

La historia posterior a la abolición de la esclavitud no superaría algunos efectos discriminatorios y excluyentes sobre los afrolatinos y afrocaribeños.

CEPAL. ECLAC Discriminación étnico-racial y xenofobia en América Latina y el Caribe Martín. Por: Hopenhayn y Alvaro Bello. Santiago de Chile, mayo de 2001. PDF.

[3] CEPAL. ECLAC Discriminación étnico-racial y xenofobia en América Latina y el Caribe Martín. Por: Hopenhayn y Alvaro Bello. Santiago de Chile, mayo de 2001. PDF.

[4] CEPAL. ECLAC Discriminación étnico-racial y xenofobia en América Latina y el Caribe Martín. Por: Hopenhayn y Alvaro Bello. Santiago de Chile, mayo de 2001. PDF.

[5] Reconociendo las geografías de América Latina y el Caribe (2017: 209-233). Vulnerabilidad de los asentamientos de la periferia de Lima Metropolitana frente al cambio climático. Por: Hildegardo Córdova-Aguilar.

[6] El suelo de conservación en la capital del país es una delimitación entre el suelo urbano y el que no lo es. Esta zona de transición la hay solamente en nuestra metrópoli por decreto, desde 1987.

Gaceta UNAM. Sur y oriente de la metrópoli. Avanza la mancha urbana sobre CdMx. Por: Patricia López. Ene 14, 2019.

[7] “La tasa de crecimiento poblacional de 2000 a 2010 fue de tres por ciento; su ocupación es ilegal y carente de servicios básicos.

Gaceta UNAM. Sur y oriente de la metrópoli. Avanza la mancha urbana sobre CdMx. Por: Patricia López. Ene 14, 2019.

[8] El Cerro Chiquihuite forma parte de la Sierra de Guadalupe y está localizado al norte del Distrito Federal, en la Delegación Gustavo A. Madero.

GEOS, Vol. 24, No. 2, Noviembre, 2004. EVALUACIÓN DEL PELIGRO POR DESLIZAMIENTO Y CAÍDA DE ROCAS EN LA PORCIÓN SUR DEL CERRO CHIQUIHUITE, DELEGACIÓN GUSTAVO A. MADERO, D.F. Por: Carlos Valerio Victor, García Palomo Armando y López Miguel Celia. Por: .GEOS, Vol. 24, No. 2, Noviembre, 2004. EVALUACIÓN DEL PELIGRO POR DESLIZAMIENTO Y CAÍDA DE ROCAS EN LA PORCIÓN SUR DEL CERRO CHIQUIHUITE, DELEGACIÓN GUSTAVO A. MADERO, D.F. Por: Carlos Valerio Victor, García Palomo Armando y López Miguel Celia.

[9] Ingeniería, investigación y tecnología versión impresa ISSN 1405-7743. Ing. invest. y tecnol. vol.10 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2009. Estudio de la ladera occidental del Cerro del Chiquihuite, Ciudad de México mediante SIG y GPS. Por: M. Martínez–Yáñez, E. Cabral–Cano, F. Correa–Mora, O. Díaz–Molina, G. Cifuentes–Nava, E. Hernández–Quintero and H. Delgado–Granados.

[10] UAM-Iztapalapa. División de Ciencias Sociales y Humanidades Departamento de Sociología. Licenciatura en Geografía Humana. MOTIVACIONES SOCIOESPACIALES DE LOS ASENTAMIENTOS HUMANOS IRREGULARES EN EL CERRO DEL CHIQUIHUITE. Por: TINOCO GARDUÑO MARÍA DE JESÚS.

[11] La Jornada. Reportan desgajamiento en el cerro del Chiquihuite. Por: Silvia Chávez González. Domingo 12 de septiembre de 2021.

[12] El País. Al menos dos muertos y 10 desaparecidos en Tlalnepantla tras un derrumbe en el cerro Chiquihuite. PABLO FERRI, ALEJANDRO SANTOS CID. Tlalnepantla (México) – 10 SEPT 2021.

[13] El Sol de México. Cerro del Chiquihuite, entre asentamientos irregulares y deforestación. Por:Aabye Vargas. DOMINGO 12 DE SEPTIEMBRE DE 2021.

[14] TRAGEDIA EN EL CERRO DEL CHIQUIHUITE: LA ZONA DEL DERRUMBE ESTABA CATALOGADA COMO DE “MUY ALTO RIESGO”.Por:Odarys Guzmán, estudiante; Violeta Santiago, reportera / Corriente Alterna | publicado el 10-09-2021.

[15] Expansión. Lázaro Cárdenas, una de las colonias más pobladas de Tlalnepantla. Miércoles 15 septiembre 2021.

Ramón César González Ortiz es Licenciado en Sociología y Maestro en Estudios Políticos por la UNAM.