Coincidiendo con la consecución de un acuerdo que podría poner fin a la crisis política que se vive en Honduras, Allan Fajardo, una de las personas cercanas al presidente legítimo, Manuel Zelaya, ha visitado Euskal Herria invitado por la ONG OSPAAAL para dar cuenta, de primera mano, de los últimos acontecimientos vividos en el país centroamericano.
Allan Fajardo, ministro asesor del presidente legítimo de Honduras, Manuel Zelaya, llegó ayer a Bilbo para explicar la agitada situación por la que atraviesa su país. Hizo un alto en su apretada agenda para responder a las preguntas de GARA.
Estos días se está hablando mucho sobre la situación en Honduras tras la firma de un acuerdo que puede posibilitar una salida al conflicto, ¿cuál es la situación actual?
Lo que se ha producido ha sido un acuerdo -que se ha sido logrado con participación internacional-, ante la evidencia por parte de los golpistas de que no hay un reconocimiento internacional a su régimen. Ese factor los ha golpeado, pero lo que más les daño les ha hecho ha sido el no reconocimiento de las elecciones que ellos esperaban celebrar en un clima que nosotros, en términos populares, definimos como «pelea del burro amarrado contra el tigre suelto», en una situación en la que ellos tienen totalmente controlados los medios, existe un clima de represión y hay más de 200 muertos. En un clima así, ¿cómo vas a pensar que hay elecciones libres?
¿Por qué cree que los golpistas han aceptado el acuerdo?
La comunidad internacional les negó la posibilidad de legitimar las elecciones del 29 de noviembre, y eso ha sido lo único que les ha llevado a aceptar la restitución constitucional con una serie de condiciones que hemos negociado y pactado. Ellos celebran que el presidente se haya comprometido a no continuar con la cuestión de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Yo en su lugar no lo celebraría, porque es una victoria pírrica totalmente.
¿Por qué?
Primero, eso no atañe a la ciudadanía, empezando por la organizada en el Frente Nacional Contra el Golpe de Estado, que expresamente se retiraron a partir de ese momento de las negociaciones y, por lo tanto, ellos no están comprometidos en esto. Por otro lado, es una lección política tremenda para nuestro pueblo que la derecha golpista prooligárquica reconozca que teme a la consulta popular y a una democracia participativa, porque una Asamblea Nacional Constituyente no es más que eso. Por lo tanto, supone una victoria política y estratégica de las fuerzas progresistas.
Al día siguiente a la firma del acuerdo, el Congreso podía haber convocado una sesión para discutir la restitución de Zelaya. ¿Por qué aún no se ha hecho?
Porque quieren retrasar la decisión hasta el último momento posible. Están tentando a la paciencia de nuestro pueblo y la de nuestro presidente Zelaya. Están jugando con fuego.
¿Y si llegaran las elecciones sin restitución?
Esos resultados no serían reconocidos ni por el pueblo hondureño ni por la comunidad internacional. Pudiera ser que algún gobierno si lo hiciera, pero con un costo político terrible, porque se descubriría que alguna participación han tenido en el problema. No creo que haya muchos gobiernos en el mundo dispuestos a pagar ese precio político.
Lo mismo pasa en este Parlamento, que nadie querrá llegar a las elecciones sin legitimidad democrática. Por eso creo que estarían dispuestos a votar a favor de la restitución de la constitucionalidad.
¿Contemplan la posibilidad de que el Parlamento decida no restituir a Zelaya?
En política no hay que descartar nunca nada, pero yo pienso que la racionalidad va a llevar a aceptar la restitución. A Zelaya no le quedarían más que unos meses de Gobierno, pero con esta decisión parlamentaria se estaría diciendo sí o no al reconocimiento nacional e interna- cional del próximo Gobierno. Si se vota en contra, se abriría un período de otros cuatro años de conflictos.
¿Para cuándo espera la ratificación del Congreso?
Lamentablemente, no podemos prever nada exactamente con esta gente. Pero esperamos que se acojan a la racionalidad y tengan un mínimo de conciencia patriótica, y que sea pronto.
Según el acuerdo, antes de la votación en el Congreso se necesita la opinión del Tribunal Supremo. ¿Tienen alguna noticia en relación a su postura?
No. La Corte Suprema de Justicia, que tiene que dar una opinión jurídica, aún no se ha reunido. Esto se podría utilizar como elemento dilatorio, porque el término usado no es vinculante, se emplea el término «opinión jurídica».
La lógica de pedir la opinión de la Corte Suprema es dar tiempo político a gente del Partido Liberal y del Partido Nacional -que se han quedado muy descolocados- e independientes para que puedan colocarse en esta nueva situación.
«Hemos elegido no atar las manos al pueblo»
Recientemente aparecieron muertos un sobrino de Micheletti y un general del Ejército. ¿Son una respuesta armada al golpe de Estado?
Eso lo tienen que decidir las autoridades policiales, pero en los últimos años se han producido actos exactamente iguales y han sido de carácter policial común, sin ninguna implicación política, así que tampoco debería haberlo ahora.
Pero diversas voces apuntaban a una lucha armada…
Pudieran ser evidencias de otro tipo de resistencia, que se está orientando hacia otros tipos de lucha. Algunos líderes latinoamericanos han expresado esa posibilidad, y si lo han hecho será porque tienen información. Pero eso no lo quiere el Frente ni Zelaya, que han sido consistentes a la hora de llamar a una no-violencia activa. Pero puede haber hondureños que no compartan esta idea.
La resistencia se desvinculó de las negociaciones cuando se renunció a la Asamblea Constituyente. ¿Qué opina?
Eso habría que preguntárselo a sus dirigentes, pero han sido claros en que su retirada no implicaba una ruptura con Zelaya. Creo que es un gesto político y no me cabe la menor duda de que está acordado con el presidente Zelaya para no amarrarle las manos a la ciudadanía en el tema de la Constituyente.
¿Cómo valora el pueblo el hecho de que el presidente haya renunciado a la Constituyente?
Confío en que se vea como un gesto, una concesión política dentro de un espíritu negociador. Espero que la gente entienda que nadie va a una mesa de negociaciones a lograr todo lo que desea, y nadie va con un rival para conceder todo lo que la otra parte quiera. Hemos cedido en algo, pero ganando estratégicamente, sin amarrar las manos al pueblo para que lo siga demandando desde sus medios.