Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El sábado [6 de febrero] Haití fue testigo de la mayor manifestación desde el terremoto del 12 de enero, ya que cuatro semanas después del desastre aumenta la frustración unida al hambre constante y a la falta de hogar.
Miles de personas, la mayoría mujeres, se manifestaron por las calles de Petionville, un barrio periférico de Puerto Príncipe, denunciando al alcalde local, Lydie Parent, por acaparar comida para revenderla y no distribuirla a las personas hambrientas.
Una cantidad importante de la ayuda alimentaria se ha canalizado hacia mercados informales de Haití, se ha vendido a precios elevados y ha dejado claros beneficios a algunos de los altos cargos responsables de su distribución.
Reuters informó de que los manifestantes congregados alrededor del edificio municipal clamaron «si la policía dispara contra nosotros, lo quemaremos todo».
«Tengo hambre, me muero de hambre», dijo uno de los manifestantes a la agencia de noticias. «Lydie Parent se queda con el arroz y no nos da nada. Nunca distribuyen donde nosotros vivimos».
Situada en lo alto de la montaña, Petionville ha sido tradicionalmente el coto de la elite económica de Haití. Sin embargo, alrededor de las mansiones amuralladas de los hombres de negocios y de los políticos del país surgen grupos de chabolas. Desde el 12 de enero uno de los principales centros de reunión de los ricos, el Petionville Club, ha sido transformado en el mayor campamento para las personas sin hogar de la capital, donde más de 40.000 víctimas del terremoto buscaron refugio en el campo de golf de nueve agujeros del club.
Enviados para vigilar esta enorme línea divisoria social hay 360 soldados de combate estadounidenses de la 82 División Aerotransportada, que han establecido su campamento alrededor de la piscina y del restaurante del club.
El pasado viernes, el ex presidente de Bill Clinton también se encontró con los manifestantes al volver a Haití. Cientos de personas se reunieron fuera del cuartel general de la policía judicial, que es actualmente el cuartel general provisional del gobierno haitiano, mientras Clinton visitaba ahí a presidente del país, Réne Préval.
«Nuestros hijos se queman al sol. Tenemos derecho a tiendas de campaña. Tenemos derecho a un cobijo», dijo a la Agencia France Presse (AFP) una de las manifestantes, Mentor Natacha, de 30 años, madre de dos hijos.
Otros cientos de personas se manifestaron fuera de la embajada estadounidense.
Clinton, que el pasado mes de mayo fue nombrado enviado especial de Naciones Unidas a Haití, se vio obligado a reconocer que no se ha conseguido que casi un mes después del terremoto llegue ayuda suficiente a la mayoría de la población haitiana. «Lamento que tarde tanto en llegar», dijo. «Estoy tratando de llegar a los lugares donde se queda retenida la ayuda».
Clinton visitó también la clínica Gheskio en Puerto Príncipe y anunció que su fundación va a donar diferentes suministros. Sin embargo, el director de la clínica, Jean William Pape, declaró a AFP que la clínica está desbordada y que no han recibido la ayuda adecuada.
«Nos hemos visto desbordados porque además de cuidar a nuestros pacientes de sida, tuberculosis y otras enfermedades infecciosas, tenemos que cuidar a unos 6.000 refugiados», afirmó Pape. «No tenemos material suficiente. No tenemos tiendas para ellos y está llegando la estación de lluvias y vivimos en una zona de inundaciones».
Según la información de la prensa, apenas han llegado al país 10.000 de las 200.000 tiendas que pidió el gobierno haitiano. Clinton afirmó que la semana que vienen llegarían otras 27.000, lo que todavía sigue siendo muy insuficiente para cubrir la gran necesidad de tiendas.
El ex presidente se sintió obligado a desmentir que hubiera sido enviado a la devastada nación caribeña como un gobernador colonial de facto. «Lo que no quiero ser es el gobernador de Haití», afirmó Clinton. «Quiero construir la capacidad del país para trazar su propio curso. Pueden confiar en que no soy un neocolonialista, soy demasiado viejo».
Sea cual sea el papel personal de Clinton, su intento de humor autocrítico no puede ocultar el hecho de que Washington está desempeñando precisamente un papel de potencia neocolonial en Haití. Pocas horas después del terremoto el Pentágono emprendió una operación que hasta el momento ha visto el despliegue de unos 16.000 soldados y la toma del control de los aeropuertos e instalaciones portuarias del país por parte del ejército estadounidense. La Guardia Costera y los barcos de guerra de la armada estadounidenses han impuesto un bloqueo en las costas de Haití que asegura que cada una de las víctimas del terremoto que trate de escapar a Estados Unidos será rápidamente repatriada.
El coronel Gregory Kane, oficial de operaciones del destacamento especial estadounidense en Haití, afirmó que las tropas estadounidenses permanecerán en Haiti el tiempo que sea necesario. «Estaremos en Haití el tiempo que sea necesario y que seamos bienvenidos por el gobierno de Haití», afirmó.
Grupos de ayuda y altos cargos de gobiernos de Europa y América Latina han cuestionado claramente la militarización estadounidense de la respuesta al desastre haitiano. Muchos culpan a Washington del aumento del número de muertos al haber priorizado, en los primeros días críticos inmediatamente después del terremoto, el despliegue de tropas sobre la provision de la desesperadamente necesitada ayuda.
La militarización de la ayuda y la obsesión por la seguridad siguen siendo evidentes casi un mes después del terremoto. Esto quedó reflejado en un informe de AFP sobre la distribución de comida el fin de semana. «Rodeados de decenas de soldados estadounidenses fuertemente armados, mujeres mayores e incluso hombres jóvenes luchaban bajo el sol tropical por llevarse sacos de arroz», informó la agencia de noticias. «En otra parte de la ciudad un destacamento de aproximadamente una docena de soldados argentinos, algunos encerrados en un vehículo blindado de transporte de personal equipado con una torreta, escoltaba hasta su destino a un camión pequeño de plataforma cargado con comida».
El gobierno haitiano, por su parte, ha demostrado carecer casi completamente de poder y volverse cada vez más impopular entre el pueblo haitiano. La pintada de «Abajo Préval», el presidente de Haití, ha empezado a aparecer cada vez más en las paredes de la capital.
El presidente Préval, al que la población prácticamente no ha visto desde el terremoto, anunció el pasado fin de semana durante una reunión con altos cargos de la vecina República Dominicana, que se calcula que el número de personas que han muerto durante el terremoto ha ascendido a un cuarto de millón, mientras que 250.000 hogares han quedado destruidas y más de un millón de personas se enfrenta a la necesidad urgente de un cobijo ante la inminente llegada de la estación de lluvias.
Al hablar con los medios de comunicación el sábado, urgió a la población haitiana a permanecer en calma. «Entendemos las dificultades a las que se enfrenta la población que duerme a la intemperie, sin hogar; entendemos la frustración por las dificultades para distribuir comida y agua», afirmó, «pero es con disciplina, con solidaridad, con paciencia como seremos capaces de resolver los problemas a los que nos enfrentamos».
La verdadera posición de clase del régimen haitiano quedó en evidencia en una entrevista concedida por el primer ministro del país al periódico colombiano País. «Quienes más perdieron en Haití el 12 de enero no fueron los pobres, sino lo que quedaba de clase media», afirmó, «porque los pobres no tenían casas antes y siguen sin tenerlas. La clase media, que había permanecido en Haití, que había hecho un esfuerzo para construir una casa, un pequeño negocio, lo ha perdido todo».
Las organizaciones de ayuda han citado el hecho de que los pobres «no tuvieran casas» como un factor importante en la actual crisis, en el sentido de que no tienen medios para reconstruir ni ningún sitio al que ir. Según el grupo católico de ayuda Cáritas Internacional, el 70% de las personas desplazadas por el terremoto en la capital no eran dueños de sus casas antes del desastre.
Animadas por el gobierno, más de medio millón de estas personas han abandonado Puerto Príncipe para volver a las zonas rurales de las que muchos de los pobres de la capital habían emigrado y en las que todavía tienen familiares.
Sin embargo, la razón principal por la que habían emigrado a la capital era que no podían mantenerse con la agricultura. Ahora estas zonas ha visto llegar un enorme flujo de personas hambrientas para las que hay muy poca o nada de comida. Los suministros de ayuda aún no han llegado a las zonas rurales y se teme que los agricultores empiecen a utilizar sus reservas de semillas como comida, lo que pone en peligro la cosecha del año que viene y provocará aún más hambruna.
Mientras tanto, el Miami Herald informó el sábado de que hay una nueva crisis con los vuelos de emergencia médica que llevan a niños haitianos gravemente heridos a hospitales estadounidenses para ser tratados allí y que una vez más está costando vidas.
El mes pasado el ejercito suspendió los vuelos después de que el gobernador de Florida, Charlie Crist, enviara una carta a la administración Obama preguntando si el gobierno federal iba a asumir los costes que estaban teniendo los hospitales estatales a los que se había llevado a la mayoría de las jóvenes víctimas haitianas.
Tras una creciente protesta pública por la suspensión, la administración Obama accedió a asumir la factura a través del Departamento de Salud y Servicios Humanos estadounidense.
Pero ahora este Departamento ha impuesto unos requisitos tan estrictos para los vuelos médicos que pocos pacientes los cumplen y quienes no lo hacen se están muriendo en Haití.
«Ellos quieren trámites burocráticos. Nosotros no los tenemos», declaró al Miami Herald el director del hospital infantil de Miami, el doctor William Muinos, que dirige la unida pediátrica de un hospital de campaña en Puerto Príncipe. «No tienen pasaporte, no tienen documentos de identidad, no tienen hogar. No tienen nada».
El periódico citaba el caso de una niña de 15 años, Whitney Constant, a la que se le dijo que la iban a llevar a Florida para recibir tratamiento, pero después las exigencias del gobierno detuvieron el traslado. Tres días después de la fecha en que hubiera debido viajar, contrajo gangrena lo que obligó a los médicos a amputarle la mitad inferior de una pierna y el pie de la otra.
Otra niña de 14 años murió de embolia pulmonar el pasado martes. Los médicos afirmaron que habría sobrevivido si hubiera sido evacuada. «Le dijeron que iba a salir», afirmó el doctor Muinos. «En 24 horas se rompió la promesa»
«El Departamento de Salud y Servicios Humanos levantó el embargo de los vuelos pero impuso unos criterios tan estrictos que no se puede conseguir que nadie vaya», afirmó Elizabeth Grieg, directora del hospital de campaña. Declaró al Miami Herald que desde que se reiniciaron los vuelos sólo han sido aceptados nueve pacientes del hospital, seis de los cuales habían sido programados para salir antes de que el ejército suspendiera los vuelos el mes pasado.
Fuente: http://www.wsws.org/articles/2010/feb2010/hait-f09.shtml