Gran revuelo ha causado la «sorpresiva» visita de Porfirio Lobo Sosa a Cartagena de Indias , el pasado 9 de septiembre, provocando una serie de conjeturas y opiniones sustentadas, la mayor parte de las veces, en criterios subjetivos, carentes de análisis más allá de la coyuntural visita a la cumbre de presidentes de Colombia y […]
Gran revuelo ha causado la «sorpresiva» visita de Porfirio Lobo Sosa a Cartagena de Indias , el pasado 9 de septiembre, provocando una serie de conjeturas y opiniones sustentadas, la mayor parte de las veces, en criterios subjetivos, carentes de análisis más allá de la coyuntural visita a la cumbre de presidentes de Colombia y Venezuela del mismo Lobo Sosa. Es entonces importante, nuevamente ver de cerca algunos hechos que nos aporten un poco más de lucidez para interpretar el contexto de esta realidad.
Primero debemos tener presente que este movimiento diplomático no es posible sin el consentimiento expreso de Washington; a pesar de su relativa independencia, el gobierno colombiano no puede hacer un movimiento de carácter estratégico para la región sin haber consultado con el Pentágono y el Departamento de Estado, principales promotores y pilares del Plan Colombia. Por otro lado, el régimen hondureño, impuesto como parte del «blanqueamiento» del Golpe de Estado Militar, se ha convertido, después de casi dos años, en una pesada carga política y económica para los intereses norteamericanos en la región, y es directamente dependiente de los designios emanados en el Departamento de Estado y la CIA misma.
Un segundo punto que se mantiene constante, es la situación política nicaragüense, que, según sondeos de opinión, es bastante adversa para los aliados naturales del imperio en ese país. La misión de desestabilizar la Nicaragua pre electoral, necesita de una solución, aunque sea parcial, a la crisis hondureña, que parece profundizarse a medida que el pueblo se organiza, y entra en capacidad de causar impactos de consideración a la maltrecha economía del país. En cualquier caso, los movimientos vía Colombia, no están dirigidos a la distención, sino para generar opciones de reagrupamiento de las fuerzas de inteligencia y logística que ahora se empeñan en «resolver» la situación en Honduras.
El tercer problema es la situación calamitosa de la economía de Honduras, la que no da muestras de recuperación, y los acontecimientos locales e internacionales parecen predecir la imposibilidad de auto sostenibilidad de la economía local en 2011. Según las previsiones presupuestarias para 2011, la mayor parte del ingreso a las arcas del estado debía provenir de la recolección de impuestos. Sin embargo, un 70% de la colección impositiva se debe al impuesto sobre ventas, y los impuestos a los derivados del petróleo; es decir la suerte financiera del Estado depende en gran medida del consumo de la ciudadanía, en una sociedad normalmente en recesión.
Ante este escenario, se puede prever un déficit estrepitoso a final del año fiscal, si no se adoptan medidas serias de emergencia en las siguientes semanas. Impregnados de pragmatismo, los norteamericanos entienden que ellos no están en capacidad de sostener la fachada de este régimen, y entonces buscan una solución en Petrocaribe , que generaría fondos suficientes para resolver el problema, dadas las características de esta iniciativa. Hay un escollo a salvar, este se encuentra en la determinación de los países sudamericanos por evitar la impunidad total del Golpe de Estado militar, patrocinado por los mismo Estados Unidos.
Concluimos en esta primera parte que la estrategia norteamericana es solventar un par de problemas estratégicos que arrastra desde hace un par de años, y cuyo costo económico está fuera de su propia capacidad. Es poco probable que la acción tomada busque realmente solucionar el «asunto» hondureño, pero definitivamente muestra un cambio estratégico en el enfoque sobre la situación en Latinoamérica.
Evidentemente, el giro no es sorpresivo; la situación se veía venir desde hace algunos meses, durante los cuales la relación Santos – Lobo se ha intensificado, en varios aspectos, especialmente el de seguridad nacional, en el que Colombia ha creado una especie de escuela del terror para los aparatos represivos del Estado hondureño, incluyendo grupos paramilitares entrenados por colombianos. La cuestión de estos proyectos represivos constituye un problema de gran envergadura, y deben estar sobre cualquier mesa de diálogo o negociación que se instale alrededor de la grave crisis que afecta el país.
La inclusión del presidente Hugo Chávez no es tampoco fortuita; su participación es esencial para obtener el oxígeno que el régimen hondureño necesita. Por su lado, el gobierno bolivariano ha mantenido una posición firme, que se mantiene más allá de las conversaciones del fin de semana, en cuanto al reconocimiento del régimen hondureño. Vemos que la situación requiere de gran habilidad política y diplomática, dos cualidades probadas del gobierno del presidente Chávez en el pasado. Se presenta una oportunidad dentro del marco de la rigidez golpista hondureña, para discutir abiertamente temas de gran trascendencia para la estabilidad de América Latina y de Honduras.
Así mismo, en una acción racional, entendiendo la dimensión de la coyuntura Chávez, se comunica telefónicamente, como el mismo aclaró, al interlocutor que conoce la realidad hondureña; el presidente Manuel Zelaya Rosales, como contraparte activa del tema hondureño del golpe de Estado, tomando en consideración el hecho de que ninguno de los presidentes puede darse el lujo de rehuir a un potencial arreglo del problema ocasionado por la política imperial contra el ALBA y la integración latinoamericana.
Es irresponsable afirmar que tanto Chávez como Zelaya entran a un juego en el que entregaran la lucha de latino américa y del pueblo hondureño, cuando está de por medio su propio prestigio, y con Chávez buscando la reelección. Existe clara consciencia de la repercusiones que conlleva tomar decisiones equivocadas, y se tiene presente que se en el pasado se ignoró la dimensión continental del golpe de Estado en Honduras, y su terrible impacto, lo que no fue posible entender sino hasta que Estados Unidos decidió apoyar al tirano e imponer elecciones. La violación a los derechos humanos, así como la brutal represión, que hoy día ya se reporta en varios puntos del país son hechos concretos y mientras se mantengan los niveles de confrontación del Gobierno de Lobo contra la población civil desarmada, cualquier acuerdo es más bien una ilusión. Lo saben también Santos y Lobo Sosa.
Porfirio Lobo Sosa, por otro lado, juega con la carta de la Corte Suprema de Justicia golpista, que puede aferrarse a la persecución político judicial que ahora mantiene contra el presidente Zelaya y otras personas, mientras Lobo suplica su reintegro a la OEA, esperando la indulgencia de una comunidad latinoamericana a quien esconde la persecución contra sus opositores. A nadie engaña Lobo con la invocación de la falsa concepción de la independencia de poderes, ya que en la práctica, el sabe que está sujeto a lo que determinen el embajador de Estados Unidos, la asociación de dueños de medios y otros influyentes empresarios y políticos locales que ven en Zelaya un peligro potencial.
El mero hecho del encuentro entre el presidente Chávez y Lobo Sosa, ha servido ya para crear una especie de cortina de humo que tiende a cerrar el espacio a otros eventos que se desarrollan dentro de Honduras, a nivel mediático. La persecución contra los maestros es reemplazada en los titulares por una absurda discusión sobre la actuación de Lobo, o sobre las intenciones de los otros presidentes. Es muy probable que, si el proceso de dialogo emprendido en Cartagena de Indias no avanza a otro nivel, el tema siga siendo utilizado para manipular a la opinión pública.
En síntesis, podemos apreciar a un gobierno estadounidense apremiado por sus propios errores de cálculo, a un presidente Santos jugando sus propios intereses a un régimen hondureño política y económicamente desmejorado, buscando soluciones ante dos presidentes que conocen de sobra la conducta y la diplomacia promovida por los gringos en esta parte del mundo. Tanto Chávez como Zelaya tienen la obligación histórica de frenar esta iniciativa, si es que la misma va significar otro engaño, pues, de otro modo, las contradicciones necesarias para desarrollar nuevas condiciones y coyunturas no se producirían en el corto plazo, y se debe apreciar objetivamente que, por primera vez en dos años, ahora tenemos oportunidad de enseñarle a Estados Unidos que no pude seguir jugando ajedrez con nuestros pueblos.
Como observadores pasivos, necesitaremos hacer uso de mucha más investigación, y recolección de piezas valiosas de información para poder ver acertadamente como esta coyuntura, inspirada nuevamente por el gobierno norteamericano, se encamina hacia un nuevo fiasco o realmente es el camino que requiere Honduras. Siempre debemos tener en mente que en estos procesos existe pesos y contrapeso y que las acciones del pueblo inciden en el desarrollo dialectico de los acontecimientos.
Al final, estamos en asistiendo a un acontecimiento que no podemos desdeñar, y debemos estar pendientes de los informes que el mismo presidente Zelaya ha de emitir para informarnos: Mientras tanto, nuestra misión sigue siendo la de luchar, organizarnos, y seguir luchando.
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