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El mito de Balboa

Fuentes: Rebelión

Como diría la antropóloga Ana Elena Porras, la clase dominante panameña se ha construido un «mito de origen» de la identidad panameña y de sí misma: el mito de Balboa.

Según este mito, Balboa, al descubrir el Mar del Sur, funda la «nación» panameña y la dota de su vocación comercial, istmo llamado a ser zona de tránsito de mercancías y de gentes, lazo que une los océanos. El Vasco Núñez no sería un conquistador sanguinario, como otros, sino un valiente y aguerrido explorador, que supo ser «amigo de los indios» y que, por demás, «se casó» con una bella «originaria» de la que anduvo enamorado y quien entre sortilegios le habría hablado del «otro mar», a decir del cuento de Méndez Pereira que se asume como verdad histórica.  

Contrario a la Malinche mexicana, la cual es considerada una traidora de su pueblo, acá la mítica Anayansi es la inteligente bienhechora de los indígenas que temprano entendieron que el «progreso» estaba en  supeditarse a los blancos europeos.  La «crema» de nuestra clase dominante se identifica a sí misma con Balboa, pues son miembros de una oligarquía endogámica que cuida la «blancura» de la progenie «legítima», aunque tenga esporádicos «escapes» con algunas Anayansis. Mentalmente se sienten europeos o, mejor, norteamericanos, en fin, extranjeros asentados sobre un istmo del que se usufructúa el tránsito.  Lo que contraríe el mito es repudiado porque pone en duda no sólo a Balboa, sino a la esencia de la «nación panameña», su supuesta «vocación transitista» y, por ende, los negocios.     

Los mitos siempre encierran un gramo de verdad. El acontecimiento protagonizado por Balboa, concatenado a los de Cristóbal Colón, Magallanes y otros, crearon un mundo nuevo entrelazado por el comercio y el comienzo de una «historia universal», una historia común de todos los pueblos del orbe, como ha dicho recientemente Omar Jaén Suárez. En ese mundo «globalizado» a Panamá le ha tocado jugar su papel de «puente» por el que fluye buena parte del comercio internacional.  

El problema es que, y aquí acaba el mito, la conquista por Vasco Núñez de Balboa, tanto del Darién, como del Istmo de Panamá, como del Mar del Sur, fue un acontecimiento tremendamente violento, que impuso una relación de dominación y sujeción política, así como una de explotación económica, en la que las potencias del norte controlan y expolian a los países del sur. Dentro del ámbito del estado panameño, como diría Guillermo Castro Herrera, quienes controlan la zona de tránsito supeditan en todos los sentidos al resto de los habitantes del Istmo.  

Es lógico que quienes se benefician del actual estado de cosas quieran un cuento idílico de Balboa, en el que no se habla de las matanzas, las cabalgadas, los «aperreamientos», el secuestro y violación de mujeres, los miles que sucumbieron en los lavaderos de oro y las minas, la encomienda y la esclavitud. Matar el mito de Balboa es explicar las injusticias sociales del siglo XXI, los bajos salarios de mestizos y mulatos, y la pobreza extrema de los indígenas.