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El Moratinos afgano o cómo ‘ganar corazones y mentes’ matando a la gente

Fuentes: Rebelión

El ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, acaba de viajar a Afganistán para visitar a las tropas de ocupación españolas, animar a las ONG y autoridades colaboracionistas y rendir pleitesía al recientemente nombrado jefe de las fuerzas de EEUU y la OTAN en el país centroasíatico, el halcón del Pentágono general David Petraeus, […]

El ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, acaba de viajar a Afganistán para visitar a las tropas de ocupación españolas, animar a las ONG y autoridades colaboracionistas y rendir pleitesía al recientemente nombrado jefe de las fuerzas de EEUU y la OTAN en el país centroasíatico, el halcón del Pentágono general David Petraeus, siguiendo así los marciales pasos de su colega titular de Defensa Carme Chacón hace unos días.

Durante esta última visita afgana Moratinos repitió en sus declaraciones a los medios la manida frase Made in USA: «La única manera de ganar esta batalla es ganando los corazones y las mentalidades [mentes, querría decir] de los afganos»; mostrándose partidario de afganizar el conflicto implicando a las «fuerzas vivas» locales (talibanes y narco-caudillos tribales) en la colaboración con los ocupantes.

La estrategia de afganización no es nada original, tiene su punto de partida en la doctrina de vietnamización de los prolegómenos de la derrota de EEUU en la Guerra de Vietnam, donde a la sazón combinaron -en un ejercicio acrobático de cinismo sin parangón- el eslogan «Ganar las mentes y los corazones de los vietnamitas» con los bombardeos en alfombra o de saturación de los B-52 sobre Hanoi y Vietnam del Norte. En su versión iraquí más reciente, esta estrategia también ha fallado estrepitosamente. Más de siete años después de la invasión estadounidense, la guerra, la resistencia y la ocupación continúan en Iraq a pesar de los intentos de iraquizar el conflicto, primero por parte de Bush y después por su aventajado sucesor-continuador Obama.

El objetivo declarado (y afortunadamente fracasado) de EEUU en la década de 1970 era «hacer regresar a la República Socialista de Vietnam a la Edad de Piedra» por medio de fortalezas volantes B-52 para las ciudades e industrias, armas químicas defoliantes para los cultivos y napalm para los campesinos. En el caso de Afganistán -también teatro de operaciones de los B-52 al principio de esta guerra allá por 2001- dudamos que esa troglodita y prehistórica visión para la patria de Ho Chi Minh sea la estrategia de EEUU y sus acólitos de la OTAN en el país centroasiático. Los bombardeos, denominados cínicamente selectivos y que vienen causando entre decenas y centenares de víctimas civiles afganas cada mes, son menos masivos que en Vietnam porque -gracias al fanatismo religioso incrustado en «las mentes y los corazones» de los afganos- Afganistán sigue aún sometido a modos de vida, usos y costumbres de edades históricas anteriores a la Edad Media, en un estadio social que algunos historiadores clásicos denominan «barbarie asiática».

La indumentaria con que agasajaron a Moratinos los jefes de las tribus y señores del opio afganos de la zona de ocupación española (donde la producción y exportación de opio se ha multiplicado de forma exponencial, al igual que ha aumentado significativamente el consumo de drogas procedentes de esta adormidera en España y otros países) ha sido objeto de chanzas y comentarios jocosos por parte de diversos medios de comunicación, animados seguramente también por las incomprensibles y obtusas declaraciones de Moratinos que -si no fuera por el humor negro que entrañan- serían dignas de un monologuista del absurdo. Como muestra, dos botones: «El trabajo que se hace en Afganistán es de primera división» y «No estamos todavía en ninguna estrategia de salida, estamos en una estrategia de transición, de paginación [¿?] y, por lo tanto, de compromiso».

Para finalizar diremos que no podemos compartir el jolgorio mediático que ha causado esta visita, pues esta guerra (y todas) es, sobre todo, una gran tragedia humana. A pesar de los toques tragicómicos con que a veces la amenizan el Sr. Moratinos y su turbante pre-feudal o la Sra. Chacón con su traje de campaña pre-mamá, arengando a las tropas «por la paz en el mundo» e imposturas similares con la voz quebrada por la emoción. La misma emoción que debe embargar a un carnicero cuando abre en canal un buey… o a un forense mientras disecciona con su bisturí el corazón (y la mente) de un bebé muerto a causa de un bombardeo selectivo de los «aliados».

http://ciudad-futura.net/2010/07/20/apuntes-moratinos/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.