Por su diseño, las pistolas Glock 9 milímetros no marcan las balas que disparan, lo que hace muy difícil establecer de qué arma salió un proyectil y por tanto detectar al responsable del disparo. A pesar de esta dificultad, que tiene a mal traer a la criminalística mundial, la Policía uruguaya la eligió hace años […]
Por su diseño, las pistolas Glock 9 milímetros no marcan las balas que disparan, lo que hace muy difícil establecer de qué arma salió un proyectil y por tanto detectar al responsable del disparo. A pesar de esta dificultad, que tiene a mal traer a la criminalística mundial, la Policía uruguaya la eligió hace años como su arma de reglamento.
Poco puede un machete contra la mejor arma corta del mundo.
Fue así que, a principios de enero, Gilberto Pellejero, de 41 años, fue acribillado por una decena de disparos de pistolas semiautomáticas, luego de blandir un arma blanca contra un contingente policial que lo perseguía. Según la versión oficial, el hombre viajaba en un auto robado y desacató la voz de alto. Acto seguido se refugió en la casa de su hija, en Paso de la Arena, que fue asaltada por los policías en circunstancias cuya legitimidad la justicia intenta determinar. La investigación enfrenta un obstáculo difícil de superar: determinar de qué armas salieron los disparos que mataron a Pellejero e identificar a los tiradores entre los 11 policías implicados en la persecución.
El caso volvió a exponer un tema que el Ministerio del Interior (MI) viene esquivando en los últimos años. Se trata de la dificultad -para la balística forense- de determinar con exactitud la autoría de los disparos realizados con las pistolas Glock, calibre nueve milímetros, que usa la Policía nacional. En entrevista con el diario El País, el perito criminalístico Luciano Posada aseveró que las características de estas armas en cuestión impiden la identificación de los proyectiles que disparan, lo cual dificulta sobremanera la aclaración de los homicidios en los que hay policías implicados.
La información había sido publicada por Brecha en el año 2015, cuando las pericias forenses no pudieron identificar la procedencia de la bala policial que asesinó a Ruben Martínez en el barrio Peñarol. En ese entonces el informe del Departamento de Balística -consignado en el expediente- certificaba, respecto del proyectil: «Por su masa, dimensiones y morfología, corresponde al calibre nueve milímetros, el que no cuenta con elementos para cotejo que permitan individualizar el arma que lo disparó». Según el perito en balística forense que actuó en el caso, se trataba de una característica «genérica» de las armas de reglamento de la Policía uruguaya. (1) En tanto, mientras el caso de Paso de la Arena se dirime en la justicia, resurgen las dudas acerca del doble filo de las armas policiales.
Nuevo orden
Los peritos balísticos llaman «alma» o «ánima» al interior del cañón de las armas de fuego. Las características de esta parte del artefacto -desde donde salen expulsadas las balas- pueden ser diversas, pero suelen clasificarse en dos grandes grupos. Las más comunes son las «estriadas» o «rayadas», cuya particularidad es que en su interior tienen un relieve, calado o estría, que básicamente ayuda a direccionar y estabilizar el disparo haciendo que el proyectil gire sobre su eje longitudinal. Estas estrías dejan marcas en el proyectil disparado, lo que permite a los forenses identificar el arma de la cual salió, dado que las impresiones que dejan se equiparan a las «huellas digitales» de cada arma. Y llegado el caso -según los registros legales- permiten determinar la identidad del tirador. El segundo grupo lo constituyen las armas de «ánima lisa», así llamadas porque el interior del cañón no presenta estrías, razón por las cual no estabilizan debidamente el proyectil que expulsan ni dejan marcas en él. Son las que tienen las escopetas, principalmente.
Las pistolas Glock calibre nueve milímetros pertenecen al primer grupo. No obstante, el interior del cañón no se corresponde con un estriado clásico, debido a que el calado interno del arma es menos preciso y presenta ondulaciones. Se lo conoce como estriado «poligonal» o «hexagonal». Por consiguiente, las impresiones que quedan en el proyectil son menos nítidas al microscopio. Se trata de una particularidad que favorece la precisión y la practicidad del disparo (razón por la cual la marca es aclamada a nivel mundial), pero que se ha vuelto la pesadilla de los técnicos forenses y los investigadores judiciales que pretendan determinar el origen de la bala. No es una característica exclusiva de las Glock. Pero aun así, la marca austríaca se convirtió, hacia fines del siglo XX, en la principal proveedora de pistolas de los cuerpos policiales del mundo (más preocupados por la efectividad de los disparos que por los despistes a nivel de la investigación forense). Entre ellos la Policía uruguaya.
Adiós al 38
La adquisición de armas de fuego por parte del Ministerio del Interior durante los últimos años se ha efectuado casi exclusivamente a través de compras directas. A la vez, se ha intentado mantener los detalles en reserva, tal como lo prevé el Texto Ordenado de Contabilidad y Administración Financiera (Tocaf). No obstante, documentos a los que accedió Brecha y testimonios de ex jerarcas permiten manejar una idea certera de estos movimientos, al menos hasta el año 2015.
El proceso mediante el cual se impuso la pistola Glock nueve milímetros como arma reglamentaria de la Policía fue paulatino y comenzó a principios de los años dos mil. Antes, el arma más común en la cintura de los azules era -entre otras- el revólver Smith & Wesson Special, calibre 38. Esta transformación se aceleró, sin embargo, durante los períodos de gobierno del Frente Amplio, en especial luego del nombramiento de Eduardo Bonomi al frente de la cartera de Interior.
«Las Glock se empezaron a comprar en mi período, pero en forma muy puntual», dijo a Brecha el ex ministro Guillermo Stirling (que actuó entre 1998 y 2004). «Pero unánimemente cuando consultabas a policías de jerarquía todos coincidían en que era la mejor arma», detalló. En tanto, Guillermo Maciel -ex director general de la cartera en ese momento- especificó a este semanario que se compraron «algunas partidas de Glock para grupos especializados que la habían pedido, como grupos de choque (…) en su momento nos traían listados de qué armas utilizaban los servicios policiales en el mundo. Ya en ese entonces Heckler & Koch y Glock dominaban el mercado abiertamente». En 2002 ya se autorizaba, mediante un decreto, el uso civil del calibre nueve milímetros. (2)
«Cuando nosotros entramos empezaba la transición. Los oficiales empezaron a tener Glock, y luego el personal subalterno; y había problemas porque a más de uno se le escapaban los tiros porque no las sabían utilizar bien», contó a Brecha Juan Faroppa, subsecretario del entonces ministro del Interior, José Díaz (durante en el primer gobierno del FA, al final de cuyo período se compraron 4 mil pistolas). En tanto, Daisy Tourné -ministra hasta 2009- afirmó que durante su mandato esta pistola aún no había sido implementada como arma reglamentaria.
Fue a partir del año 2010 que la introducción de las pistolas comenzó a ser, de hecho, una política ministerial. Ese año se compraron 4 mil pistolas nueve milímetros. Más tarde, en 2013, se adquirieron 2.500 más. Y al año siguiente se volvieron a comprar 3.010 pistolas, sumando un total de 9.510 armas de reglamento nuevas destinadas a la Policía nacional, que pertrechó con ellas no sólo a los oficiales y a los cuerpos de choque, sino a gran parte del personal ejecutivo. Las pistolas Glock junto con el reforzado arsenal de la nueva Guardia Republicana (adquirido en gran parte a la firma rusa Rosoboronexport S A en 2011 y 2013) fueron las dos principales inversiones armamentísticas del primer período de Bonomi al frente del ministerio. Todas las operaciones se realizaron a través del mecanismo de compras directas por excepción, bajo el amparo de una cláusula que mantuvo la transacción en secreto.(3)
«Hemos definido que el arma de reglamento de la Policía nacional será la Glock nueve milímetros», decía Charles Carrera -ex director de secretaría del MI- ante el Parlamento en 2016. Ese mismo año, refiriéndose a episodios que eran síntoma del mismo proceso, Bonomi les aseguraba a los legisladores que había una «enorme demanda de pistolas Glock» desde Brasil. El ministro fue apoyado por su entonces par en Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, que calificó el arma como «muy apetecible para los delincuentes», y afirmó: «Nosotros hemos visto asesinar policías en emboscadas para sacarles las Glock». Ya hacia mitad de 2018, ante la Comisión de Seguridad y Convivencia del Senado, el ministro fue tajante: «Hoy todos los policías tienen Glock. Y los que no, es porque todavía se sienten cómodos con el calibre 38. Pero son contados con los dedos».
Siguiendo los pasos de la Policía en cuanto a la innovación (signo de los tiempos), el Ministerio de Defensa Nacional hizo su propia adquisición de pistolas: en 2013 compró 1.000 sets de Glock nueve milímetros destinados a la Armada Nacional. En 2015, argumentando que las armas ya habían sido «probadas y adoptadas por la Armada y el Ministerio del Interior», la cartera destinó más recursos para adquirir 1.400 pistolas con destino al Comando General del Ejército. Otras dos compras directas por excepción y en reserva.
La proveedora del Estado en todas estas operaciones fue la firma Glock América SA, filial que la empresa austríaca estableció en Montevideo, desde donde se constituyó como la más importante distribuidora de armas a gobiernos y particulares en América Latina. En 2018, sin embargo -según publicó en mayo de ese año el portal Uypress-, la compañía habría abandonado sus oficinas en la plaza Independencia para afincarse legalmente en Panamá. No obstante, su representante en el país sigue siendo Silvercat SA, feudo del empresario uruguayo Julio César Lestido, principal figura local entre los importadores de armas y actual presidente de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios de Uruguay, además de un célebre tirador aficionado.
No compren
«A principios de los dos mil nosotros hicimos un informe en el que desaconsejábamos la compra de este tipo de armas porque tienen un cañón que carece de estrías propiamente dichas, y por lo tanto no hay forma de determinar de qué armas fueron disparados los proyectiles. Incluso argumentamos que no se habilitara la tenencia de estas armas en manos de civiles. Lamentablemente no fuimos escuchados. Incluso cuando estaban haciendo la reglamentación nos dejaron fuera porque nos oponíamos.» El testimonio recogido por Brecha corresponde a Ramón Surraco Moratorio, comisario retirado que fue jefe del Departamento de Balística de la entonces Policía Técnica, durante el período de Guillermo Stirling como ministro del Interior.
Reconocido como uno de los principales referentes en la temática, Surraco fue hasta 2015 perito balístico de la Suprema Corte de Justicia. El ex policía fue tajante: «Cualquier bala que salga de algún arma de estas es, en este momento, imposible de identificar». «Tuve varios casos en los que tres o cuatro personas hacían disparos a una misma persona y el juez quería saber cuál de esos disparos lo había matado. Entonces se buscaba el proyectil que había causado la muerte, frente a otros que también lo habían herido. Y no había probabilidades de identificarlo. Y esto es lo común», dijo. Sin embargo no descartó que las investigaciones puedan identificar al tirador a través de otros caminos. Por ejemplo analizando las vainas de las balas, que salen despedidas en el momento del disparo.
Consultado acerca de cuáles cree que son las razones que se dan para adoptar estas armas, aun presentando esta dificultad, aseveró: «El argumento es que es un arma muy potente, que tiene un cargador notable, muy liviana, con un seguro muy sensible (que el policía tiene que estar muy adiestrado en utilizar). Y por eso es un arma catalogada como de las mejores del mundo. Pero también hay un asunto de conveniencia de precio».
Sigan comprando
El procedimiento de cotejo para identificar el arma que hizo el disparo se hace a través del llamado microscopio comparativo. Primero se hacen disparos de prueba, en un ambiente controlado, con el arma encontrada en la escena. Luego se lleva ese proyectil «testigo» o «bala indubitada» al microscopio, para compararla con la bala «dubitada». Roberto de los Santos fue director de la Policía Científica entre los años 2007 y 2011. Preguntado acerca del tema, opinó, aparentando cierta despreocupación: «Las armas modernas vienen todas así».
Luego desgranó algunas explicaciones técnicas: «Antes las estrías le daban identidad al proyectil cuando pasaban por el cañón. Las estrías son como un rayado que se les hace a los cañones mediante una herramienta especial, y tienen como finalidad que, cuando el proyectil pase, ese estriado en forma de espiral lo hace rotar alrededor de su eje. También le da estabilidad y dirección en el aire, de lo contrario iría girando e impactaría de formas imprevistas; de costado, de culote, etcétera. (Con las estrías) va más lejos y es más preciso. Ahora, estos cañones poligonales, que ya tienen más de diez años en el mercado, tienen un estriado diferente. Entonces no se le imprime (al proyectil) una identidad certera. Es un desafío que han planteado los grandes fabricantes de armamento».
-¿No dejan ninguna marca o las dejan pero menos definidas?
-Dejan alguna marca. Pero cuando la bala atraviesa o impacta, ya la superficie de identificación se reduce mucho. Y al microscopio es imposible de identificar. Las identificaciones que se han hecho últimamente han sido más por la vaina que por los proyectiles.
Sin embargo las certezas científicas del ex comisario no le impiden concluir: «Fue una muy buena política el cambio de armas. Son las mejores del mundo. No se compra un arma pensando en que no se pueden identificar los proyectiles. Se las compra por su calidad, especificidad, durabilidad, fiabilidad. Cuando está la vida de por medio, se ha pensado en equipar a los policías con lo mejor. Todas están viniendo con ese problema. Problema para la criminalística. Pero no para su uso operativo: son muchas más las características beneficiosas que ese tema».
Tenemos problemas
«Nosotros sí identificamos las armas. Si bien los proyectiles nos generan problemas, por otros métodos a veces sí logramos identificarlas», manifestó a Brecha una fuente del Departamento de Balística de la Policía Científica. Frente al sigilo de las autoridades políticas del MI respecto del tema, el especialista asumió:
-Tenemos problemas para identificar los proyectiles de las armas poligonales, sí. Pero no solamente de la Glock, sino de las armas modernas que tienen esa característica.
-¿Por dónde pasan las dificultades?
-Pasan por el método de fabricación. Especialmente por el tipo de estriado que presentan. Se fabrican por martelado en frío, mediante golpes del lado exterior del cañón. En la parte interior se le pone un núcleo, que se llama peregrino, que tiene la forma poligonal. Entonces la parte interior queda con una superficie que tiene pocas particularidades para la identificación.
-Igualmente dejan estrías o marcas…
-Sí, pero son pocas. Son inferiores a un estriado convencional, que es bien definido.
-¿La no identificación de los proyectiles es común o es excepcional?
-Es común. Y más cuando los proyectiles que son disparados impactan contra distintas superficies, lo que genera una problemática mayor, porque se deforman accidentalmente cuando golpean mamposterías, huesos, metales, etcétera. Es muy difícil que quede un proyectil totalmente entero para la identificación. De todas formas, nosotros identificamos el arma no sólo por el proyectil, sino que consideramos otros elementos.
-¿Pero cuando existe sólo el proyectil?
-Muchas veces no se pueden identificar. En balística miles de veces no hemos podido identificar proyectiles. Sobre todo por las dificultades del estriado y las deformaciones accidentales. Pero otros cientos de veces, sí. El tema es que el único lugar donde hay un microscopio comparador balístico es acá. La gente después puede hacer conjeturas, pero la última tecnología con los mejores comparadores la tenemos nosotros. Tenemos lo último, a la par de cualquier país.
-O sea que estas dificultades se presentan a nivel mundial.
-Sí.
La dulce espera
El experto consultado hizo énfasis en que los últimos modelos de pistolas Glock (correspondientes a la llamada «quinta generación») entraron al país en 2018 y presentan cambios en el estriado, «justamente por este tema traen un microrrayado en el interior del cañón, realizado ex profeso de fábrica, que se puede identificar. Está cambiando la tecnología del proceso de fabricación», aseveró. Es un hecho que, en las últimas décadas, los mandos políticos de los cuerpos policiales se han adecuado al escenario impuesto por los grandes fabricantes que insisten en marcar el camino. Esta vez no parece ser diferente.
Poco puede la política frente al incontenible empuje de la técnica.
Notas
1. Véase «Esa bala», Brecha, 1-X-15.
2. Decreto 231/2002.