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El olor del azufre

Fuentes: Rebelión

Ese día, miércoles 20 de septiembre de 2006, en Nueva York y en el mundo, se esperaba con inquietud y curiosidad la plenaria de la tarde de la Asamblea General de la ONU. Intervendría Hugo Chávez. Allí, ante la ausencia solitaria de la representación de EE.UU., recordaba que el día anterior, en esa misma tribuna, […]


Ese día, miércoles 20 de septiembre de 2006, en Nueva York y en el mundo, se esperaba con inquietud y curiosidad la plenaria de la tarde de la Asamblea General de la ONU. Intervendría Hugo Chávez. Allí, ante la ausencia solitaria de la representación de EE.UU., recordaba que el día anterior, en esa misma tribuna, le había antecedido el presidente de ese país: George W. Bush. «Ayer estuvo aquí el diablo», espetó sin contemplaciones, sin remilgos; como era su estilo. Para despachar con una frase que ya es histórica: «Huele a azufre todavía». La inquietud y la curiosidad quedaban aplacadas, desatándose una sola carcajada en el auditorio de la ONU. Habló sobre la estrategia imperialista de los EE.UU. para imponer su hegemonía y sobre la «pesadilla» de Bush: los extremistas y terroristas.

Y es justamente de hegemonía el asunto de este análisis, más allá de la anécdota y del chascarrillo de Chávez. Son los acontecimientos recientes en el mundo de hoy a los que quiero referirme. Es la situación de Ucrania, del Medio Oriente y el llamado Califato o Emirato Islámico (EI), de la caída brutal de los precios del petróleo, de la ruta de la seda, del «oso ruso». Así pues, si de hegemonía se trata, entonces debo inscribir aquí la estrategia de implantación que acompañaría a aquella. A ese fin la analogía con aquel juego de mesa chino, conocido como Wei qi , me será útil. Este contempla una serie de «contiendas múltiples y simultaneas» con la finalidad de «circundar» al enemigo. Enfrenta a dos jugadores sobre un tablero cuadricular de 19 líneas por lado, donde cada uno dispone de 180 piezas de igual valor. Gana quien establezca más «zonas de fuerza», rodeando al enemigo, inmovilizándole. Se dice que es un juego de «batalla prolongada y de ventaja relativa».

Por cierto, valiéndose de otra «analogía lúdica» -llamados «juegos de guerra»- todos los imperialismos ensayan esa teoría de la dominación, del control y de la hegemonía: la Geopolitik. Pero hablemos de la geopolítica estadounidense, del hegemón norteamericano, de su estrategia imperialista. Esa que parece haber escogido la tesis del «control», en lugar de aquella de la «ocupación». El control energético en primerísimo lugar. Seguido del cultural (imposición de los valores de la sociedad estadounidense), del político (la democracia anglosajona y su aparato institucional «globalizado») y ni hablar del económico-financiero a través del dólar como moneda dominante para el intercambio. No olvido la supremacía militar, tanto en la guerra nuclear como bajo el umbral de esta. Sin embargo, es en el Medio Oriente donde se juega la más importante «zona de fuerza» en el tablero de la dominación. Tan importante es esta zona que -ya en el plan del 2001- fue redibujada y renombrada en el mapa como el «Gran Medio Oriente» (Greater Middle East Iniciative), así llamado por la Comisión Baker-Hamilton. En la actualización de dicho plan por la administración Obama, Siria e Irak, borradas sus fronteras, quedarían fraccionados en cinco Estados. ¿Coincidencia con la aspiración del EI? Esta nueva geopolítica, sin duda, me confirma la evolución en las estrategias de dominación estadounidense: desde aquella, en la postguerra, para la «contención al comunismo» y para la ocupación, a esta de control. Resulta hasta pintoresco recordar al embajador George Kenan, famoso por el envío del «telegrama de las 8009 palabras» al Departamento de Estado norteamericano, proponiendo «amurallar Alemania Occidental para protegerla de la penetración comunista». ¡Toda una curiosidad en estas fechas cuando se conmemora «la caída del Muro de Berlín»!

Sin embargo, la estrategia de control se extiende más allá del Medio Oriente, abarcando ese triángulo que Zbigniew Brzezinski llamó los «Balcanes Globales». Triangulo definido por tres vértices: el canal de Suez, Shenyang (China) y la frontera ruso-kazaja. Incluido Afganistán hasta su sector meridional. Ahora bien, ¿por qué la importancia de este triángulo? Por dos razones: la inestabilidad política de esa zona, similar a sus homónimos europeos; y la cuantía de sus reservas probadas de petróleo y gas natural: el 62% y el 41% de las mundiales, respectivamente (estimación para el 2002). Además, si a ese triángulo se le añadiera la producción rusa de petróleo, representaría -para el 2020- cerca del 40% de la producción mundial de este hidrocarburo.

Ciertamente, estas no son las únicas «zonas de fuerza» en la estrategia imperial estadounidense de circundar, inmovilizar y controlar al «enemigo» (también al «aliado», si se atreviera a disputarle el rol de hegemón global). Es el caso de Unión Europea (UE) y la situación con Ucrania. Es indudable que la UE ha sido arrastrada hacia una situación de vulnerabilidad energética con Rusia, a causa de la injerencia estadounidense en Ucrania, propiciadora del golpe de estado antiruso en Kiev y de la guerra en el Dombás. Pero en este asunto hay otras aristas más filosas, aunque menos evidentes. La UE es un eunuco militar comparada con EE.UU. y con Rusia. Para su defensa depende de la OTAN, que es decir de EE.UU. Así, una escalada del conflicto en Ucrania inviabilizaría el suministro energético del gas ruso a la UE, colocando a esta en dependencia absoluta del petróleo del Medio Oriente. De ahí la carta pública de Laurent Fabius (Aprés Kobané, sauver Alep), ministro de exteriores de Francia, clamando por renunciar a la ofensiva contra EI, como condición previa para derrocar al régimen sirio. ¿Será acaso que el EI, en una situación así, de supervivencia, le garantizaría a la UE el suministro de petróleo a través de Turquía? Oleoducto de por medio (Ceyhan). Definitivamente el «Gran Medio Oriente» yanqui, no convence a la UE. En cuanto al «cerco» militar y económico a Rusia, la respuesta de Putin, en Sochi, a orillas del mar Negro, no deja dudas sobre su geopolítica: «El oso ruso no pedirá permiso a nadie ni entregará su taiga». EE.UU. se equivoca con Rusia al categorizarla en sus estrategias hegemónicas como «potencia periférica» que terminará sometida a Occidente. Desestimando la condición necesaria para la dominación global: la supremacía militar; justamente donde Rusia, como superpotencia nuclear, juega un rol estelar. Igualmente lo hace como economía emergente. La muestra es la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), con China, Kazajistán, Uzbekistán y Rusia; representando el 60% del territorio Eurasiático. Sin olvidar la «nueva ruta de la seda» impulsada por China, esa franja que iría desde el mar Báltico hasta el sudeste asiático, con un mercado de 3 mil millones de consumidores, donde China proyecta una inversión de 140 mil millones de dólares en préstamos y en infraestructuras: ferrocarril, carreteras y puertos para la «nueva ruta de la seda». Sin incluir allí el «oleoducto amarillo» ruso-chino.

Así las cosas, la estrategia de «contiendas múltiples y simultaneas» parece que se le complica a los EE.UU. Por ello la urgencia de implantar el «Gran Medio Oriente», pues controlando los estrechos de Ormuz y Malaca, controlarían a Europa, India y China, respectivamente. El 40% del petróleo importado por China pasa por Malaca. Entonces los conflictos desatados por EE.UU.: las guerras al EI, a los precios del petróleo, a Ucrania, las sanciones a Rusia… y hasta la tirantez en las islas Diaoyu /Senkaku, tienen que ver con lo anterior. Y ahí Irán es piedra angular. Tanto por Ormuz como por su confesión Chiita; pues ambas circunstancias atentan contra los planes estadounidenses de control del Medio Oriente y contra la seguridad del protectorado saudí y del enclave militar israelí, respectivamente. Sin duda la guerra a los precios del petróleo tiene su objetivo en Irán, más que en Rusia. Se podría especular que el juego geopolítico del Wei qi lo está perdiendo EE.UU.; lo que obligaría a asumir la tesis del «imperialismo compartido», propuesta por Brzezinski. Esa que al menos garantizaría la «seguridad nacional», retomando así la senda del Wei qi. No obstante, las tesis del «Gran Medio Oriente, de los «Balcanes Globales» y la de la expansión de la OTAN a Europa oriental, a Eurasia y a la América Latina continental (Colombia), apuntan a lo contrario.

Quiero terminar este análisis pidiéndole una licencia a los lectores, pues no resisto la tentación de imaginarme, a manera de joda, al meapilas protervo de George W. Bush, atormentado en su pesadilla después del discurso del «terrorista» Chávez; oliéndose la ropa en la oficina oval, rastreando algún olor a azufre.

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@ValenciaMr

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.