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Honduras

El poder constituyente de las mujeres indígenas y negras

Fuentes: Rebelión

El poder constituyente es la capacidad y la potestad de crear o reinventar un Estado y una nación mediante consensos políticos plasmados en un pacto social. Los sujetos del poder constituyente, en lo que se conoce de la historia, casi siempre fueron individuos varones, libres, enriquecidos, adultos, alfabetizados (aunque ignorantes) y blancos (mestizos o criollos […]

El poder constituyente es la capacidad y la potestad de crear o reinventar un Estado y una nación mediante consensos políticos plasmados en un pacto social. Los sujetos del poder constituyente, en lo que se conoce de la historia, casi siempre fueron individuos varones, libres, enriquecidos, adultos, alfabetizados (aunque ignorantes) y blancos (mestizos o criollos en el caso latinoamericano). Por lo general, éste es aún el perfil para gozar de la ciudadanía plena.

Las mujeres indígenas y negras de los pueblos de Honduras, constituidas en Asamblea Constituyente, los días 11, 12 y 13 de julio, en Copán Ruinas, dan pautas de una verdadera democracia comunitaria, tanto por la autoconvocatoria, sus metodologías de trabajo, los contenidos de sus debates y las conclusiones de las sesiones.

Francisca Duarte, indígena pech, de 54 años, llegó a la asamblea, con otras nueve de su pueblo, viajando 2 días, desde Subirana (Olancho). El resto de las cerca de 300 participantes igual tuvieron que trasladarse, venciendo los contratiempos, aunque de distancias diferentes. Por eso, Miriam Miranda de OFRANEH dice: «Muy poca gente se imagina lo que cuesta mover a los pueblos indígenas (por las condiciones de aislamiento). Mucho más, porque como mujeres estamos restringidas de salir de nuestras casas». Pero, tanto COPINH, como OFRANEH, con la ayuda solidaria de algunas organizaciones, y con mucha voluntad y aporte propio de las mujeres, pudieron reunir a las mujeres de los mares y montañas en esta histórica Asamblea Constituyente.

Esta asamblea de indígenas y negras no es una reunión de representantes, como se practica en las organizaciones tradicionales, incluso en la Resistencia Nacional. Aquí vinieron todas las que pudieron y quisieron venir. De lo contrario, la asamblea nacional de mujeres indígenas y negras en Honduras no sería de más de 9 mujeres (representantes).

Otro aspecto sugerente e innovador (al menos para el modo del ejercicio de la ciudadanía clásica) es la logística y el autofinanciamiento de esta asamblea. El traslado de las delegaciones, la preparación y distribución de la alimentación, la seguridad y el hospedaje estuvo completamente bajo la responsabilidad de varones. Hipólito López, Consejero Mayor Chortí dice: «Cada comunidad chortí envió a un varón para que se turnen en la preparación de los alimentos en la cocina (cerca de 20 en total). Otras, aportan con leña. Y casi todas las comunidades, con frijoles y maíz.»

Uno de los chortís, en medio de hornillas improvisadas y pailas de frijoles dice: «Esto que hacemos es cuestión de igualdad de oportunidades y enfoque de género. Para que nosotros nos capacitemos y deliberemos, ellas asumen casi siempre todas las tareas domésticas. Ahora, nos toca a nosotros cocinar y hacer que ellas tengan lo necesario para que se capaciten y debatan. Algunos todavía sienten vergüenza al hacer tortillas en público. Pero los tiempos van cambiando». Y es verdad. En Honduras, casi nunca se ve, en espacios públicos, a varones echando tortillas y removimiento pailas de frijoles, sin poner en duda su masculinidad.

Mientras los varones cocinan, las mujeres se miran, se escuchan y debaten la problemática nacional e internacional desde sus condiciones de mujeres. En América Latina, cuya maldición permanente es la desigualdad, la mujer indígena sobrevive a cuatro exclusiones sistemáticas y permanentes: la condición de ser mujer, empobrecida, analfabeta e indígena. Estas condiciones configuran la identidad subalterna de la mujer.

Sin embargo, en esta Asamblea Constituyente de mujeres indígenas y negras, ellas no se siente ni superiores, ni inferiores. Toman la palabra, se expresan, se quejan, proponen, cantan, ríen, etc. Miriam Miranda al respecto dice: «Aquí nadie enseña a nadie. Todas aprendemos juntas. Construimos nuestras verdades como mujeres. Nadie se desespera por hacer protagonismo». Y también es verdad, al finalizar la jornada todas terminan contentas porque ellas sienten que las conclusiones del día llevan la impronta de cada una de ellas.

Esta metodología de asamblea comunitaria, sin ningún tipo de exclusión, ni censura, ni ansiedades, permite que ellas vean la realidad con un enfoque mucho más holístico que los varones, éstos condicionados por la competencia. En esta Asamblea Constituyente, en el análisis y comprensión de la realidad, se transita con mucha facilidad del ámbito público al ámbito privado, de lo profano a lo sagrado, de lo material a lo espiritual, de lo humano a la Madre Tierra, de la economía a la ecología, de la política a la ética del cuidado.

En las condiciones de sobrevivencia en las que nos encontramos en el planeta, es un imperativo ético ineludible voltear la mirada hacia estas formas de ver y organizar el mundo. Sobre todo a esta metodología comunitaria y holística. Del sistema mundo-occidental (capitalista o socialista)-patriacal ya no saldrán soluciones sostenibles. Es tiempo de asumir como válidas y necesarias los modos de ver, sentir, explicar y organizar la realidad desde las condiciones de las mujeres. En este caso, indígenas y negras. De lo contrario, en el aletargado acto de estar velando al moribundo sistema actual feneceremos como especie.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.