Cuando el presidente electo de Uruguay, se asomó por primera vez al balcón del Hotel Presidente, el pasado 31 de octubre, observó extasiado el agitar de miles de banderas utilizadas en su tiempo por el Libertador José Gervasio de Artigas (la tricolor azul, blanca y roja) y escuchó el canto del pueblo que proclamaba al […]
Cuando el presidente electo de Uruguay, se asomó por primera vez al balcón del Hotel Presidente, el pasado 31 de octubre, observó extasiado el agitar de miles de banderas utilizadas en su tiempo por el Libertador José Gervasio de Artigas (la tricolor azul, blanca y roja) y escuchó el canto del pueblo que proclamaba al viento que «el presidente es Tabaré», al doctor Tabaré Vázquez no le cupo ninguna duda de que esta vez, más allá de las encuestas, la izquierda había vencido demoledoramente al neoliberalismo en el pequeño país rioplatense. De allí su repetido slogan, nunca mejor expresado que esa noche del domingo: «festejen, uruguayos, festejen, la victoria es de ustedes».
En realidad los militantes frenteamplistas no tenían dudas y venían festejando desde hacía una semana, inundando con su presencia cada uno de los rincones del país, pero sobre todo en ese sitio emblemático que es Montevideo, donde el Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría alcanzó un nuevo récord de adhesión popular, gracias a los varios años de una gestión municipal impecable.
Al júbilo por el triunfo reflejado en cada rostro y traducido en ese aluvión de medio millón de almas (en un país que apenas pasa los tres millones de habitantes) que reunió el Frente en su acto de cierre de campaña, se le sumó la gigantesca romería de la victoria que coronó la noche electoral y que duró hasta las primeras horas de la mañana del lunes. En ese marco festivo, vale la pena recordar algunos de los motivos que derivaron en estos resultados que sirven para derrocar por primera vez en la historia del país al bipartidismo tradicional, representado por «blancos» y «colorados». Lo más importante a destacar es la firmeza de la construcción política que ha realizado el Frente Amplio a lo largo de estas últimas tres décadas. Un edificio lo suficientemente sólido para generar la unidad en la diversidad de la izquierda. Algo que se dice y se escribe fácil pero que a la luz de lo que suele verse en el continente, generalmente deriva en dificultades que resultan ser eternas o insalvables. En cambio, los frenteamplistas, han venido haciendo honor entre otras cualidades- a las enseñanzas del fundador del MLN Tupamaros, Raúl Sendic, cuando hablaba de las posibilidades de un «Frente grande» para lograr una «Patria para todos», y también, han sabido interpretar la práctica noble y generosa del recientemente fallecido general Liber Seregni, que prefería agotar horas y días de discusión entre los integrantes de la coalición antes de no aprobar un documento o una resolución por consenso.
En base a esa escuela de experiencias, pero también a la página escrita en todos estos años por una militancia heroica que fue creando conciencia desde los llamados «comités de base» el sostén del Frente en sus momentos más álgidos- , el frenteamplismo creó las condiciones necesarias para llegar al jubiloso presente de estos días. No es casualidad tampoco que una de las principales fuerzas de la actualidad sea precisamente el espacio creado por los Tupamaros, denominado Movimiento de Participación Popular ni que el senador José «Pepe» Mujica haya sido el más votado entre todos las figuras del Frente, después del propio Tabaré Vázquez. Los populares «Tupas», primero practicaron la lucha armada, luego sufrieron largos años de prisión en condiciones más que inhumanas (sepultados en lúgubres pozos de varios metros de profundidad), finalmente salieron en libertad, con muestras claras de deterioro físico lo que le terminó costando la vida al propio Sendic, y a partir de allí como hizo Hugo Chávez en Venezuela- se dedicaron a construir la organización política que en algún momento pudiera disputarle el poder a la derecha. Hasta el día de hoy, donde después de pasar por verdaderos tembladerales emergen como mayoría del Frente justamente en el momento en que este alcanza el gobierno. Si a esto le sumamos el carisma natural de Pepe Mujica, un político de los de antes, que habla y sueña con el lenguaje de los de abajo, nos dan la perfecta ecuación de lo que ha ido delineando y cuidando esta generación de viejos y nuevos luchadores.
El ejemplo Tupamaro no es el único, sino que entre todos los que componen el Frente, se dan actitudes más que interesantes de desprendimiento, de humildad política, de respeto a lo que opinan las bases, de modestia a la hora de hablar de liderazgos. Emocionaba oír estos días en las calles montevideanas, a muchos votantes frentistas de tal o cual sigla, repetir que había que lograr que todos los sectores estén representados en el Parlamento, que «nadie sea más que nadie», para asegurar la firmeza de la democracia popular que se quiere levantar. Cobraba más trascendencia, si se tienen en cuenta las múltiples experiencias de sectarismo, inmodestia y construcción de «capillas» entre ciertos líderes partidarios de la izquierda latinoamericana, que con su comportamiento conspiran para que la anhelada unidad siga postergándose.
Este Frente del 2004 es además la fuente donde abreva la juventud uruguaya. Como no ocurría desde hace casi 40 años, los jóvenes ganaron las calles estos días y fueron parte de la columna vertebral de la agitación y la movilización de la izquierda.¿Qué es lo que ocurrió para que tengan este comportamiento? Muy simple: volvieron a creer en la política y en las afirmaciones de los candidatos de la izquierda. No es para menos, ya que hombres como Tabaré o Mujica o el propio Rodolfo Nin Novoa, el vicepresidente electo- les explicaron que la situación del Uruguay es más que difícil, les dijeron a los chicos y chicas que hay que ganar Patria y que para eso hay que poner el pellejo en el intento, pero se cuidaron mucho de prometer imposibles, de generar expectativas que luego se desmoronan fácilmente. Conclusión: los jóvenes entendieron el mensaje y se envolvieron en la bandera artiguista para poner el hombro en la campaña electoral.
Muchos de ellos recorrieron los barrios y pueblos del interior junto a los veteranos del Frente allí donde la izquierda ha podido desnivelar por primera vez la histórica adhesión a los partidos tradicionales- y pintaron las ciudades con las proclamas de la rebeldía como nunca antes se había visto.
La izquierda uruguaya por fin podrá demostrar que «se puede cambiar». Esto quiere de aquí en más nada será parecido a un lecho de rosas. Que como dice Mujica «habrá que bailar con la más feaSpero qué lindo». Los primeros cien días a partir de la asunción del mando, serán fundamentales para que el nuevo gobierno apunte en plan emergencia- a los dos o tres puntos más álgidos, entre ellos el de la extrema miseria y la falta de trabajo. Apuntar no significa soluciones inmediatas pero sí la intención de ir por el camino correcto para que la esperanza no decaiga entre los más sufridos y consecuentes seguidores de la coalición izquierdista. De aquí al 1º de marzo todo serán expectativa, proyectos, trabajo en equipo. El Frente está fortalecido y en subida. La multitud de estas jornadas históricas lo avalan. También, aporta en esa dirección el emocionado recuerdo en cada movilización popular, de los nombres de Seregni, el «Bebe» Sendic, el flaco Alfredo Zitarrosa, Germán Araujo, Zelmar Michelini, Gutiérrez Ruiz o el estudiante Liber Arce, en representación de tantos combatientes populares que a su manera fueron forjando la presente realidad. Sólo eso basta para entender porqué los ojos de muchos hombres y mujeres que ahora peinan canas, se llenaban de lágrimas en el momento en que Tabaré levantó los dos brazos en V y saludó a sus seguidores desde el balcón de la avenida 18 de Julio. Ni qué decir lo que será el día de la asunción de Tabaré, rodeado en un abrazo solidario y de unidad latinoamericana por Chávez y Fidel y la mayoría de los dirigentes populares del continente. No apto para cardíacos.