A menos de dos semanas de las elecciones legislativas y municipales, donde más de cinco millones de personas serán llamadas a elegir a 84 diputados a la Asamblea Legislativa, 20 al Parlamento Centroamericano y a 262 consejos municipales, El Salvador se encuentra en medio de una crisis institucional y económica que lo está lentamente haciendo retroceder varias décadas.
Actualmente, la Asamblea Legislativa está controlada por los partidos de oposición al presidente Nayib Bukele, aquellos que se han alternado al poder durante más de dos décadas post conflicto armado interno. La ultraconservadora Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) suman 37 y 23 escaños respectivamente.
De acuerdo con las principales encuestas realizadas después del inicio de la campaña electoral, el partido de Bukele, Nuevas Ideas (NI), podría arrasar en estas elecciones y hasta estaría a punto de alcanzar la mayoría absoluta (56 escaños).
El 12 de febrero, la Universidad Centroamericana (UCA) dio a conocer su más reciente sondeo donde Nuevas Ideas alcanzaría el 68,8% de las preferencias electorales, dejando a los partidos Arena y Fmln con porcentajes inferiores a los dos dígitos. Otras encuestas diseñan un panorama muy similar, aunque no tan trágico para las fuerzas de oposición.
De lograr la mayoría absoluta (calificada), Bukele no sólo podría nombrar cargos claves como el del Fiscal General, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y la Corte de Cuentas, del Procurador de Derechos Humanos, sino que podría modificar la Carta Magna según sus propios intereses.
La actitud autoritaria y confrontativa de Bukele, que alcanzó su ápice durante el intento fallido de golpe legislativo el 9 de febrero del año pasado, sumado a una campaña electoral de desprestigio y odio contra sus contrincantes y a una crisis económica y de endeudamiento público abrumadora, caracterizan este inicio de año.
Crisis económica
“El país viene de un año muy complicado, con una caída del PIB de entre 7,2% (Banco Mundial) y 8,6% (Cepal), la pérdida de al menos 40 mil empleos formales y 135 mil informales por el cierre de unas 19 mil microempresas.
Además, un poco más de 30 mil personas dejaron de cotizar a las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), cayeron las ventas de las personas que trabajan en las calles y también en el agro hubo fuertes afectaciones y pérdida de puestos de trabajo”, dijo el economista César Villalona.
Si bien esta situación se debe principalmente a los impactos generados por la pandemia de Covid-19 y las tormentas tropicales, el gobierno hizo lo suyo para empeorar las cosas.
“En lugar de proponer un cierre parcial de la economía, enfocado en los municipios más afectados por la pandemia, Bukele se empecinó en declarar estado de emergencia e implementar una cuarentena absoluta y prolongada a nivel nacional. Eso fue un golpe muy duro.
Además, como medida de presión económica, comenzó a retener las transferencias del Estado a las municipalidades, que son administradas en su mayoría por partidos de oposición. Esto desató protestas y fueron presentados varios recursos de inconstitucionalidad”, explicó Villalona.
Un tercer elemento que vino a profundizar la crisis fue la decisión de no involucrar a los pequeños productores nacionales en el suministro de alimentos para los programas de apoyo a los sectores más afectados de la población.
“En lugar de comprarle a la micro y pequeña empresa nacional que estaba sufriendo los embates de la pandemia y los fenómenos naturales, el gobierno prefirió usar fondos públicos para enriquecer a los importadores y a los grupos económicos afines al presidente.
No olvidemos que Bukele representa a un sector empresarial burgués no oligárquico que quiere transitar a la oligarquía. En este contexto está agudizando el conflicto con las familias del sector empresarial oligárquico, que están tradicionalmente vinculadas a Arena y, más recientemente, al partido Nuestro Tiempo”, manifestó el economista.
Degradación social
El Salvador entra a este nuevo año con una contracción de todas las variables económicas, con una pobreza que alcanzó el 40% de los hogares (en el 2018, último año de gobierno del Fmln, era el 26%), volviendo al mismo nivel de 2008 cuando gobernaba Arena.
También la mortalidad materna, que en años anteriores había sido reducida de 49 a 28 mujeres fallecidas por 100 mil nacidos vivos, volvió a alcanzar una tasa de 55 defunciones.
Asimismo, Bukele cerró al menos 13 de los más de 40 programas sociales impulsados por los gobiernos del Fmln, en su mayoría relacionados con salud preventiva y atención primaria, educación y desarrollo del sector rural. De la misma manera comenzó a desmontar la reforma de salud y quitó recursos a la empresa pública de agua.
“El país llega a estas elecciones en un contexto de degradación de las condiciones de vida de la gran mayoría de la población, de deterioro de la economía y de grave crisis institucional, con un Ejecutivo que irrespeta sistemáticamente las resoluciones de otros poderes, que usurpa tareas que son propias del órgano legislativo, que fomenta el odio hacia sus contrincantes, y que tiene la mentira, la demagogia y el desprecio al estado de derecho como ejes centrales de su política y quehacer cotidiano”, sentenció César Villalona.
Frustración
Para Carlos Molina Velásquez, filósofo y docente de la UCA, el año que acaba de terminar ha sido ‘frustrante’.
“Eso es lo que sentimos las personas que anhelamos un cambio, para que mejoren las condiciones de vida de la población salvadoreña. A medida que la popularidad de Bukele ha ido creciendo, se han ido perdiendo todos aquellos avances en materia de gobernabilidad, inclusión social y hasta derechos humanos logrados en años anteriores.
Este señor trajo consigo un grupo de incondicionales que no tienen ninguna idea de cómo echar a andar un plan de desarrollo, sino que se dedican a saquear al país y a disputar el poder hegemónico a la oligarquía nacional. Definitivamente están usando el poder político para ir abriendo el país aún más al neoliberalismo. Así de sencillo”, manifestó Molina.
Para el catedrático, lo que pasó durante la pandemia es un claro ejemplo de ello.
“Todas las medidas tomadas y los servicios prestados a la población, desde luego pagados con dinero público, beneficiaron a empresas que están de alguna manera relacionadas con personeros de su gobierno. Es una corrupción descarada”.
Lo que para muchos resulta inexplicable es que la imagen del presidente Bukele no sólo no ha sufrido un desgaste en este año y medio, sino que su popularidad va en aumento.
Para Molina, esto tiene varias explicaciones.
“La pandemia le permitió presentarse como el ‘hombre fuerte’ del momento. Recién asumido el cargo, Bukele hizo cambios estratégicos en la cúpula policial y militar y le dijo a la gente: ustedes no se preocupen que yo me voy a hacer cargo de la situación y voy a poner orden en el país.
Lamentablemente – continuó Molina – parece que esta actitud resulta ser muy atractiva para amplios sectores de la población.
Además adopta imágenes, lenguajes, discursos que lo conectan de inmediato con lugares comunes, elementos simbólicos y ‘valores’ que son atractivos para los millennials”, dijo.
Según el académico de la UCA, otro factor tiene que ver con errores cometidos por el Fmln, que han contribuido a crear las condiciones para que Bukele pudiese irse convirtiendo en esa alternativa ganadora.
“Creo que buena parte de la dirigencia ha ido socavando su propia base social, alejándose de la lucha por la hegemonía y distanciándose del movimiento social que ha ido fraccionándose y, en parte, ongeizando.
Tampoco han sabido plasmar una estrategia y política comunicacional adecuada para dar a conocer los logros de sus gobiernos, contrarrestando eficazmente la campaña de mentiras impulsadas en estos años.
No han sabido decir qué estaban haciendo y cómo lo estaban haciendo, pasando el último año y medio reaccionando ante lo que decía Bukele, pero sin tomar la iniciativa”, agregó Molina.
A ese propósito, Villalona recordó como Bukele tuvo bastante éxito en su ‘cruzada’ contra el órgano legislativo.
“Logró sembrar en la población la idea de que todos los problemas que afectan a la sociedad salvadoreña tienen su origen en la Asamblea Legislativa, y que no hay peor cosa que ser diputado. Sus asesores sabían perfectamente que esta estrategia le iba a dar rédito político al presidente”.
Si a esto le sumamos cierta falta de coherencia alrededor del tema de las víctimas y la ley de amnistía, y no haber podido resolver el tema de la criminalidad y la violencia, resulta un poco más entendible el porqué del descontento hacia el Fmln y su dirigencia.
Un engendro de dictadura
Pase lo que pase, las elecciones del 28 de febrero podrían conducir el país a un escenario todavía más sombrío.
“Si Bukele logra una mayoría calificada, el país podría tener más retrocesos en materia de libertades democráticas. En sus discursos sigue fomentando el odio hacia sus contrincantes.
Ha invertido millones en crear bots para dominar las redes sociales, mejorando su imagen y atacando con virulencia a sus adversarios. Son discursos de guerra. Son discursos fascistas. No nos sorprendamos si luego asesinan a militantes del Fmln, como ocurrió el 31 de enero”, advirtió Carlos Molina.
Sin embargo, a medida que la realidad económica, política y social se vaya mostrando tal como es, es muy probable que cada vez más gente vaya tomando distancia de Bukele.
“Bukele va a seguir desconociendo al Estado de Derecho porque tiene quien lo apoyan. Estoy hablando del gobierno de Estados Unidos, de las Fuerzas Armadas, que son incondicionalmente leales a los gringos, y de un sector de la oligarquía con la que Bukele pactó a cambio de la destrucción del Fmln”, expresó Villalona.
Según el economista, Bukele tendrá que enfrentarse muy pronto a dos grandes contradicciones.
“El mismo pueblo, que masivamente le va a dar su voto en estas elecciones, le exigirá resultados y respuestas a sus problemas. Sin embargo, será muy poco lo que les podrá dar, ya que su enfoque será garantizar los intereses del proyecto empresarial no oligárquico que representa.
Además, tendrá que enfrentarse a un año muy complicado. Al presupuesto le faltan al menos 2 mil millones de dólares porque han inflado los datos de la recaudación pública. Esto quiere decir recortes, despidos, aumento de impuestos.
El 2022 va a ser aún peor, porque habrá un acumulado de deuda pública impresionante. El enfrentamiento con la población va a ser inevitable”, aseguró Villalona.
Bukele tendrá también que lidiar con las contradicciones que tiene con la oligarquía nacional.
“No van a permitir que su grupo adquiera demasiado poder. La oligarquía sabe perfectamente cómo se manejan los hilos de la administración pública para privatizar, otorgar incentivos fiscales, aprovecharse de las arcas públicas. Le van a hacer la vida imposible. Todas estas contradicciones van a estallar”, concluyó Villalona.
Fuente: LINyM