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Energía después del estado neoliberal

Fuentes: Rebelión

El área donde desempeño mi trabajo implica la investigación sobre el estado, en constante interacción entre la teoría y la práctica del mismo. Una arista de esta región de mi investigación es el neoliberalismo. De forma sintética pienso que las eras neoliberales están marcadas por una particular orientación de la política pública -no menos intervencionista […]

El área donde desempeño mi trabajo implica la investigación sobre el estado, en constante interacción entre la teoría y la práctica del mismo. Una arista de esta región de mi investigación es el neoliberalismo. De forma sintética pienso que las eras neoliberales están marcadas por una particular orientación de la política pública -no menos intervencionista y por lo tanto más libre cambista que otras eras, como la era de industrialización por sustitución de importaciones- simplemente involucra otro conjunto de políticas públicas. Por ejemplo la era neoliberal socializó pérdidas de los bancos, por acción estatal, mientras privatizaba las ganancias, en clara violación de los derechos de propiedad intrínsecos a una economía verdaderamente libre cambista. También, fue bajo regímenes neoliberales que se sobrevaluaron por obra decretal del estado, las monedas de México, Brasil y Argentina, y en el caso de los últimos dos, por lo contrario, se ha adoptado una política monetaria más flexible y de menos intervención estatal en era de reducción de neoliberalismo -con efectos positivos para la población. Por ejemplo, Argentina eliminó dos tercios de la pobreza desde que empezó a salir de su crisis a comienzos de siglo, por medio en parte de dejar que se devalúe su moneda. Las interferencias en los mercados políticos para imponer dictaduras, como fue el golpe de 1973 en Chile, 1999 y 2004 en Haití, y 2002 en Venezuela, no son lo que alguien que cree verdaderamente el libre mercado, y por ende el principio de consentimiento que está en su centro, apoyaría. De igual forma, la mantención de Coldelco en manos del estado en era neoliberal, es otra inconsistencia entre la retórica y la realidad del neoliberalismo. De igual manera, los datos sobre crecimiento, supuestamente avanzado por el neoliberalismo a costa de la igualdad, corroboran que si bien es verdad que el neoliberalismo incrementa la desigualdad, no parece verdad que promueve el crecimiento, ya que la era más centralmente neoliberal de 1980 a 2000 mostró un crecimiento económico en América Latina 11 veces más lento que los veinte años anteriores de 1960 a 1980 y 6 veces más lento que del 2000 al 2010.

Cuando por lo contrario uno se enfoca en estos hechos, el neoliberalismo parece un mito completo. Pero la forma en que parece adecuado concebirlo es como una era donde ciertas élites ligadas principalmente a la exportación de productos primarios, al interés financiero y a las armas tomó el poder, y su política reflejó ese interés a costa del resto de la población. El discurso del libre mercado servía para desviar la atención de los términos de «intercambio consensuado» para que fueran cuestionados, ya que estos servían para legitimar tanto las transacciones «transparentemente» consensuadas como las que involucraban la intervención directa de un poder estatal (como el de salvar a la banca o ejecutar un golpe de estado). Todo era en función de salvar el sistema falsamente descrito como uno donde operan reglas de libre mercado, que asegura igualdad de oportunidades, libertad de tomarlas, y justicia y eficiencia en los resultados; cuando la verdad es que el sistema estaba diseñado para proteger ciertos intereses muy particulares que bajo la ideología del libre mercado se camuflaban de intereses generales.

Uno de los productos primarios que las élites latinoamericanas han oligopolizado han sido los recursos energéticos. Pero como es bien conocido, estos recursos, al requerir poca mano de obra en su extracción no son directamente una fuerte fuente de empleo, a menos que haya políticas de cierto tipo de inversión local que lo promuevan. De hecho, la existencia y amenaza de la enfermedad holandesa derivadas especialmente de la extracción de crudo desincentivan adicionalmente la inversión de los ingresos derivados en las otras áreas importantes generadoras de empleo.

Como indica Bruckmann en su «La geopolítica de los recursos naturales y los desafíos de la integración sudamericana», America Latina es un área vital para los intereses de Estados Unidos y el comercio internacional. Como posiblemente el área más rica en recursos naturales, si tener las reservas más grandes de agua dulce y los países con más reservas de crudo y litio son indicadores, tenemos una posición privilegiada, aunque no sin sus riesgos, especialmente provenientes de Estados Unidos. Con decisión política y técnica podemos reorientar la política regional para el aprovechamiento racional de estos recursos para generar altos niveles de desarrollo humano en nuestra región en base a la inversión de los ingresos de la comercialización de los recursos naturales en el área que más necesita el mundo en un contexto de calentamiento global: energía limpia.

Esta propuesta internaliza varios riesgos. Principalmente, la intervención estadounidense, que no podamos generar estas energías limpias o que no lo hagamos a tiempo. Sin embargo, creo que vale la pena tratar. A largo plazo, fracasar en el intento y ni siquiera intentar son aproximadamente igualmente malas opciones. Ya que tener éxito tiene gran valor humano al largo plazo, y al corto intentar mejora las condiciones de vida más que no intentar, vale la pena intentar.

Este creo que es un aspecto importante de la economía de un estado posneoliberal, el estado del Buen Vivir, al cual vale la pena apuntar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.