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Estados Unidos, sus aliados y la guerra sucia contra Irán

Fuentes: Rebelión

Tras la firma del Plan Integral de Acción Conjunta -JCPOA por sus siglas en inglés – acordado en Suiza en julio del año 2015 entre el G5+ 1 – conformado por Rusia, China, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania y como contraparte a la República Islámica de Irán-, este último país, que ha cumplido […]

Tras la firma del Plan Integral de Acción Conjunta -JCPOA por sus siglas en inglés – acordado en Suiza en julio del año 2015 entre el G5+ 1 – conformado por Rusia, China, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania y como contraparte a la República Islámica de Irán-, este último país, que ha cumplido cada uno de los puntos de dicho acuerdo, sufre una guerra sucia a través de la presión, intensificación y prórroga de las sanciones políticas y económicas del gobierno de Estados Unidos.

Washington incumple así sus compromisos internacionales de la mano de un Congreso dominado, mayoritariamente, por el sector belicista del establishment político estadounidense. Esto, en las postrimerías del gobierno del demócrata Barack Hussein Obama, que ha sido incapaz de cumplir lo señalado ante sus socios occidentales: «vetaremos cualquier decisión del Congreso Estadounidense destinado a imponer o prorrogar sanciones contra Irán tras la firma de los acuerdos nucleares». Si bien el presidente de Estados Unidos se negó a firmar una renovación de las sanciones contra Irán, impulsadas por un Congreso con mayoría republicana, aún así se convirtió en Ley por una cláusula constitucional al no ejercer el veto presidencial prometido.

Washington y sus continuas violaciones

Un comunicado de la Casa Blanca emitido el mismo día 15 de diciembre de 2016, cuando el Congreso prorrogó las sanciones contra Irán por diez años, señaló: «la administración del gobierno estadounidense tiene y continúa utilizando, todos los medios necesarios para renunciar a las sanciones pertinentes levantadas como parte del acuerdo nuclear». Una declaración voluntarista y diplomática, pero sin fuerza ninguna con un Obama que tiene más de la mitad de su cuerpo fuera de la Casa Blanca, que actúa como un político a punto de jubilar y se dedica a proferir palabras de buena crianza.

Para el gobierno iraní esta renovación de las sanciones estadounidenses contra el país viola el acuerdo firmado el año 2015 y la reacción ante esta medida de presión e incumplimiento de los compromisos implica la necesidad de tomar medidas. Así lo expresó el mandatario de la nación persa, Hasan Rohani, quien ordenó a la organización de la Energía Atómica de Irán – OEAI – que trabajara en el diseño y producción de un propulsor nuclear para usarlo en el transporte marítimo, así como estudiar en el más breve plazo posible – tres meses – el combustible nuclear que requiere. Unida a esta decisión, el gobierno iraní presentará una queja legal frente a la contravención estadounidense de los acuerdos del JCPOA.

La República Islámica de Irán es plenamente consciente de las dificultades que enfrenta en sus relaciones con Estados Unidos, sobre todo si recordamos que uno de los ejemplos más ilustrativos de la injerencia de Washington – y con ello el comienzo de una Guerra Sucia que ha costado miles de muertos y daños económicos – contra un país, comienza justamente con Irán el año 1953. Ese año la CIA, en alianza con el MI6 de Gran Bretaña, derrocaron al gobierno democrático de Mohamed Mosadegh. Una acción impulsada por la decisión soberana de Irán en marzo del año 1951 de nacionalizar su industria petrolera, dando por terminado el monopolio ejercido por el consorcio Anglo Iranian Oil – antecedente de la British Petroleum -. Durante un par de años Irán fue atacada en todas las esferas: un bloqueo naval británico y sanciones económicas internacionales entre las principales maniobras de un dúo que daba sus primeros pasos como agentes desestabilizadores, promotores de Golpes de Estado e impulsores de genocidios, frente a gobiernos y pueblos que no les eran afines en el marco de una Guerra Fría donde la mayor cantidad de muertos, heridos y destrucción los ponían los pueblos y sociedades que buscaban su propio camino de desarrollo.

Después de que el presidente estadounidense Eisenhower asumiera el poder el año1953, la CIA accedió a la súplica intervencionista británica, que tuvo un primer fracaso obligando a la familia Pahleví a huir a Italia tras fallar la petición de renuncia de Mosadegh por la negativa de millones de iraníes que salieron a las calles de a defender el gobierno. La CIA intensificó su accionar y mediante el soborno y la acción directa desató la violencia en las calles de Teherán. Mosadegh en agosto del año 1953 fue finalmente derrocado, permitiendo la reinstalación del régimen monárquico que con brutalidad y represión gobernó hasta su definitivo derrocamiento por el triunfo de la revolución del año 1979.

El año 1980 Washington, en su decisión de derrocar al gobierno revolucionario establecido el año 1979, promueve una guerra de agresión contra la República Islámica de Irán impulsando reivindicaciones territoriales por parte del dictador iraquí Sadam Hussein. Esta Guerra impuesta – también conocida como Guerra Santa – se inicia tras la decisión de Bagdad – que actúa bajo el beneplácito occidental – de invertir lo que era la delimitación de fronteras entre ambos Estados establecida en los denominados acuerdos de Argel del año 1975, con la idea de conseguir la anexión de la región de Arvand Rüd, que desemboca en el Golfo Pérsico. Las fuerzas iraquíes en septiembre del año 1980 con 200 mil soldados, 2 mil tanques y 450 aviones ataca Irán por la Provincia de Juzestán, con la creencia que el Irán post revolucionario estaba debilitado y que el apoyo occidental sería suficiente. Hussein usó armas químicas, que no merecieron la sanción internacional debido al veto estadounidense en el seno del Consejo de Seguridad. La joven República Islámica de Irán detuvo el avance iraquí, los expulsó del país y el conflicto continuó hasta el año 1988 con un gran costo en vidas humanas y materiales.

Estados unidos nunca le ha perdonado a Irán que no siguiera siendo el gendarme de las políticas imperialistas en Oriente Medio y Asia Central. Desde el principio de su fundación en 1979, el sistema de la República Islámica de Irán siempre ha estado expuesto a las conspiraciones del sistema hegemónico encabezado por Estados Unidos. En una interesante reseña de IRIB se consigna que, «Antes del triunfo de la Revolución Islámica, Irán y Arabia Saudita eran considerados los dos pilares de la estrategia de Estados Unidos en Oriente Medio y el Golfo Pérsico. La Revolución Islámica puso fin, de una vez por todas, a la dominación de la monarquía en Irán y, como resultado de ello, EEUU perdió a un principal aliado y a uno de los dos pilares de su política en la región. Obviamente, los políticos estadounidenses, pese a sus afirmaciones en apoyo de la libertad y de la democracia, no podían tener unas relaciones normales con un gobierno revolucionario que había acabado con el dominio de la Casa Blanca sobre Irán. Estados Unidos no sólo perdió al régimen monárquico al que apoyaba en Irán, sino que se vio enfrentado a un sistema de gobierno cuyo lema estratégico era «independencia, libertad y república islámica». Para EEUU era doloroso que la República Islámica deseara la libertad no sólo para el pueblo musulmán de Irán, sino para todas las naciones bajo opresión, especialmente en la geografía del mundo islámico.»

El odio se intensifica

Hoy ese odio contra Irán se ha intensificado por el apoyo que la República Islámica de Irán otorga a la lucha del pueblo palestino y sobre todo por el hecho del apoyo a las fuerzas del gobierno sirio e iraquí en su lucha contra los movimientos takfirí como EIIL – Daesh en árabe – Fath al Sham – ex Frente al Nusra – Ahrar al Sham y otros centenares de grupos y bandas que han nacido y desarrollado al alero estadounidense, sus aliados occidentales y de Oriente Medio con activa participación de sus servicios de inteligencia. Una alianza de agresión contra las sociedades árabes, que se distribuye desde el Magreb hasta el Levante Mediterráneo y que ha encontrado como rival decidido y exitoso al Eje de la Resistencia que incluye a Siria, Irak, el Movimiento Hezbolá, el Movimiento Ansarolá y la República Islámica de Irán, quienes además han logrado unificar esfuerzos de lucha contra las fuerzas salafistas a través del apoyo de las Fuerzas Aeroespaciales Rusas, principalmente en Siria.

Para Estados Unidos, la pérdida de influencia en Oriente Medio, el notorio alejamiento turco del régimen de Recep Tayyip Erdogan de las decisiones de Washington y sus conversaciones al más alto nivel con Rusia e Irán – como ha sido la reunión de cancilleres celebrada en Moscú el pasado martes 20 de diciembre – la recuperación de Mosul, Alepo, el debilitamiento progresivo de las fuerzas terroristas y la convicción que el despertar islámico ha llegado para consolidarse, ha decidido a los sectores belicistas de la sociedad norteamericana y su complejo militar-industrial, encauzar su actuar político, diplomático y militar hacia conductas aún más agresivas que aquellas que se han desarrollado hasta ahora. Con decisiones que ponen en peligro cualquier posibilidad de disminuir los conflictos en el Magreb, Oriente Medio y Asia Central. Y si ello implica intensificar la guerra sucia contra las naciones que considera enemigas lo hará sin dudar, como se vislumbra con el nombramiento, por parte del mandatario electo Donald Trump, de personajes abiertamente islamófobos, antiraníes y con una mentalidad imperial que hace temer una administración tan belicista como sus antecesores. Un gabinete conformado principalmente por multimillonarios y militares como no se había visto en las últimas décadas.

El mundo, en general, tras el acuerdo nuclear firmado por el G5+1 e Irán expresó su satisfacción y optimismo frente a un hecho histórico y de la mayor relevancia. Sentimiento mayoritario a excepción del gobierno estadounidense, sus sectores militares y políticos, además de sus aliados más incondicionales en Oriente Medio: la entidad sionista y la Casa al Saud. Precisamente tres actores que según las principales encuestadoras internacionales – Win, Gallup – son considerados las principales amenazas a la paz mundial en el caso de Estados Unidos – y la paz en Oriente Medio en el caso de Israel y Arabia Saudita. Sin embargo, los medios de comunicación occidentales y su matrices de desinformación y mentiras pretenden hacer creer que Irán es uno de los enemigos de la paz aunque su plan nuclear haya sido definido como pacífico en ideas y práctica, incluso así reconocido por la propia Organización Internacional de Energía Atómica y líderes políticos de la Unión Europea.

El mantener esa mentira por parte de Washington y sus herramientas políticas y militares en Oriente Medio es parte de esta guerra sucia, destinada a demonizar a la República islámica de Irán. Sumando, en esa visión, a Rusia, Hezbolá, Siria y a todos aquellos que se opongan a la hegemonía pretendida por Washington, que es la principal amenaza militar – visto su presupuesto en gastos militares que supera los 700 mil millones de dólares anuales. Es el principal patrocinador del terrorismo ya sea a través del uso de los movimientos y bandas como Al Qaeda, Daesh, el apoyo a movimientos desestabilizadores en Ucrania, Irak, Siria, Yemen, al régimen israelí y el uso de drones como herramienta de exterminio en Yemen, Afganistán, Libia y Paquistán.

A lo mencionado, adicionemos el factor desestabilizador que Washington lleva en su ADN, como el principal país en provocar cambios de gobiernos y regímenes, además de fomentar la tortura – en Irak, Afganistán, en Guantánamo – la violencia sectaria – en Libia, Irak, Afganistán. Alentar la ocupación de territorios – como en el caso de Israel con Palestina y Marruecos con el Sáhara occidental. Apoyar el surgimiento de movimientos terroristas salafistas al amparo del aval dado a Arabia Saudí. Los verdaderos Estados canallas no son los definidos por los analistas estadounidenses, sino que el propio Estados unidos y sus títeres regionales: Israel, Arabia Saudí, las Monarquías del Golfo Pérsico, Gran Bretaña entre otros.

Bajo Trump la guerra sucia continuará

Bajo el mandato de Donald Trump, lo más probable es que la guerra sucia contra Irán, la policía de sanciones, el apoyo a bandas terroristas que operan en sus fronteras con Irak, Afganistán y Paquistán, las presiones diplomáticas, económicas y militares continuarán como parte de la estrategia de política exterior estadounidense en apoyo a sus aliados regionales, especialmente Israel y Arabia saudita, quien encabeza a su vez a las monarquías feudales del Golfo Pérsico. Todo indica que el plan «Nitro Zeus» – denunciado por el diario New York Times en febrero del 2016 – destinado a generar un ciberataque a gran escala contra Irán seguirá en pié, obligando lógicamente a la nación persa a mantener en alerta sus defensas aéreas, sus sistemas de comunicaciones, su red eléctrica y programa nuclear, que son los grandes objetivos de este plan estadounidense desarrollado por el Pentágono y que involucra a miles de miembros de las Fuerzas Armadas y de los servicios de inteligencia.

A las ideas de subversión y desestabilización se suman las declaraciones amenazantes, además de hipócritas. Tal es el caso de Gran Bretaña, aliada incondicional de Washington, que se ha encargado de alentar a que Arabia Saudi y las Monarquías feudales del Golfo Pérsico intensifiquen su presión y ataques contra Irán. En visita efectuada por la Premier Inglesa Británica Theresa May a Baréin, en el marco de la 37 Cumbre de los Jefes de Estado del Consejo de Cooperación del Golfo, declaró que Irán es una amenaza para la región. Ante Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Baréin, Omán y Catar, la política neocons e hipócrita de May se hizo presente. «Quiero asegurarles que veo real la amenaza de Irán para el Golfo y más allá, en todo el Medio Oriente. El Reino Unido está completamente comprometido con nuestra alianza estratégica y trabajamos para contrarrestar esta amenaza… Tenemos que trabajar conjuntamente para hacer retroceder a Irán en sus acciones agresivas sean en El Líbano, Irak, Yemen, Siria o en el mismo Golfo». Puede más el poder del dinero, la venta de armas, el buscar nuevos mercados a una Inglaterra fuera de la Unión Europea que la decencia y la política de paz. Algunos le llaman a eso pragmatismo, sostengo que eso es parte de la indecencia de políticos y países que han llevado al mundo a frentes de confrontación y muerte de la cual resulta muy difícil salir.

Un Irán fortalecido en el plano internacional, reconocido en su papel como líder del Eje de la Resistencia, un país que cumple sus compromisos en el marco del Plan de Acción Integral Conjunta – JCOPA – soberano en sus decisiones políticas, económicas y militares. Rico en petróleo y gas. Con ampliación de sus vínculos internacionales en los cinco continentes. Un país así es un rival de temer para Washington y sus aliados, tan acostumbrados a que se les obedezca y se les tema en lugar de cooperar. Frente a esa postura agresiva de occidente, Irán debe estar preparada contra una Guerra Sucia que se espera intensifique su acción. Ya sea mediante nuevas sanciones, nuevas presiones militares y sobre todo con el apoyo que los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel y Arabia Saudí siguen concediendo a grupos terroristas que operan en las fronteras de Irán. Teherán y su sociedad no deben descuidar el combate contra Muyahidin e Khalq -a pesar de ser considerado un grupo terrorista por el propio Departamento de Estado norteamericano – o el grupo Jundullah que actúa en el Baluchistán en la frontera con Afganistán.

Irán debe seguir cuidando a sus científicos nucleares, blancos de los servicios de inteligencia sionistas como fue el caso de Ardeshir Hosseinpour, Massud Ali-Mohammadi, Majid Shariari y Fereydoon Abbasi. Como también impedir el sabotaje a sus actividades nucleares pacíficas. Proteger la libre circulación marítima en el Golfo Pérsico. Seguir apoyando a la sociedad siria e iraquí en su combate contra el terrorismo takfirí. Impulsar la cooperación sostenida con el Movimiento de resistencia islámica de El Líbano – Hezbolá – y el Movimiento Ansarolá en Yemen. Seguir impulsando el apoyo a la causa palestina como el centro del actuar del Eje de la Resistencia, hasta lograr la definitiva expulsión del ocupante sionista.

En enero del 2017 asume como Primer Mandatario estadounidense el multimillonario Donald Trump quien bajo la influencia de lobby del Comité de Asuntos Públicos Estadounidense Israelí – AIPAC por sus siglas en inglés – y el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu ha definido que el acuerdo nuclear con irán «ha sido un desastre y que la prioridad de su administración será desmantelarlo». El plan trumpiano consistiría en exigir a Irán un compromiso de no intervenir – según Washington – en los asuntos de países de Oriente Medio como Siria, El Líbano, Irak, Yemen y Baréin – donde existe una mayoritaria población chiita. Condición inaceptable para una política exterior iraní basada en el fortalecimiento del Eje de la Resistencia. Irán enfrenta una tarea titánica frente a los afanes desestabilizadores de Estados Unidos y sus aliados, que no se resignan a aceptar que la rueda de la historia está girando hacia los pueblos que ansían su libertad.

Fuente original: http://www.hispantv.com/noticias/opinion/327948/acuerdo-nuclear-iran-sanciones-politicas-economicas-eeuu

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.