Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Los miembros del G7 acaban de terminar su 41ª cumbre. Los dirigentes de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y Reino Unido se reunieron en un gran palacio bávaro, el castillo Elmau. Fue un sitio adecuado para los amos del universo.
Afirman que el mantenimiento del orden mundial es su pasatiempo. De hecho, lo que más les interesa es la preservación de su poder a cualquier precio.
La primera cumbre del G7 tuvo lugar en 1974 en el castillo de Rambouillet, un gran palacio feudal en Francia. El propósito de esa cumbre fue que los estados del G7 encontraran una estrategia común para hacer frente al cártel petrolero de la OPEC y el NIEO, el Nuevo Orden Económico Internacional.
La OPEC había limitado el suministro para aumentar el precio del petróleo crudo, lo que amenazaba el crecimiento económico de los países industriales avanzados. El NIEO había sido aprobado en la Asamblea General de las Naciones Unidas con el apoyo de los estados del Tercer Mundo.
Propugnaba una nueva arquitectura económica y política internacional para beneficiar a las naciones más pobres. El G7 se creó para desbaratar a la OPEC y el NIEO. Ha tenido éxito en gran parte.
Tragar el mundo entero
Después del colapso de la URSS, el G7 atrajo a Rusia a su órbita y se convirtió en el G8 en 1994. La idea era crear suficiente consolidación para impedir la emergencia de un nuevo polo económico y político en el planeta representado por el ascenso de China.
Con la crisis financiera mundial de 2007, el raído Occidente se volvió hacia el bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en busca de liquidez financiera.
La promesa era que si esos estados, particularmente China, suministraban fondos al sistema financiero mundial, el G8 se suspendería a favor del G20. China pagó la cuenta. Esa promesa de cerrar el G7 se dejó de lado rápidamente cuando los bancos se sintieron seguros. El G20 se postergó.
La confianza occidental aumentó después de la intervención de la OTAN en Libia en 2011. Ahora se pensaba que no solo se había salvado el sistema financiero, sino que el intervencionismo humanitario suministraba suficiente legitimidad a Occidente para utilizar su fuerza militar superior a fin imponer el orden al planeta.
La presión occidental contra Irán desde mediados de los años 2000 se intensificó a medida que las tensiones con Rusia se ponían en evidencia en relación con Siria y Ucrania. El G8 suspendió a Rusia como miembro en 2014. En la cumbre más reciente del G7 Rusia fue objeto de una retórica acalorada. El presidente de EE.UU., Barack Obama, preguntó hablando de su homólogo ruso Vladimir Putin: «¿Sigue arruinando la economía de su país y continúa el aislamiento de Rusia en función de un deseo erróneo de recrear las glorias del imperio soviético?»
Si el imperio soviético desapareció hace tiempo, la ambición de Occidente de dominar la política mundial se mantiene intacta. Las contradicciones en la política del G7 afectan a Europa mucho más que a EE.UU. Dos grandes proveedores de energía a Europa occidental, Irán y Rusia, son afectados por sanciones promovidas por EE.UU. a través del G7. Y Libia, otro gran proveedor, sufrió la destrucción de sus instituciones por la guerra de la OTAN y sus secuelas.
Europa soporta el coste de los excesos del G7. La canciller alemana Angela Merkel podría haber preguntado a Obama si quería arruinar la economía de Europa en pos de su ambición equivocada de perpetuar la hegemonía estadounidense.
El G7, como descubrí mientras hacía la investigación para mi libro sobre el foro, Las naciones más pobres, a menudo no publica sus debates más importantes.
Sus pronunciamientos públicos en los años 70 fueron gestos sobre estabilidad y orden. En privado los dirigentes discutieron en términos prácticos cómo dar una paliza a la OPEC y al Tercer Mundo por todos los medios necesarios, incluyendo la creación de inestabilidad.
Sólo fanfarronadas, ninguna acción
En la reunión más reciente, los amos del universo prometieron eliminar progresivamente los combustibles fósiles de aquí a finales del Siglo XXI -dentro de 85 años- y acabar con la pobreza de aquí a 2050. No hubo ningún programa de acción, solo promesas carentes de contenido.
Lo que se discutió en privado habría sido de mucho más interés, pero tendremos que esperar algunas décadas para leer las transcripciones de las reuniones privadas.
De pie en la antesala, esperando una audiencia, estaba el primer ministro de Iraq, Haider al-Abadi. Le dijeron que el G7 había «acordado trabajar en conjunto para seguir combatiendo el terrorismo». ¿Cómo se proponían hacerlo? El G7 no tenía la menor idea. «Todavía no tenemos una estrategia completa», dijo Obama en sus comentarios finales, «porque requiere compromisos por parte de los iraquíes».
Desde hace un año EE.UU. y sus aliados -respaldados por el G7- bombardean Iraq y Siria, pero parece que se ha hecho sin ninguna estrategia. «Todavía no tenemos un plan finalizado porque los iraquíes no nos lo han entregado», dijo Obama.
Los amos del universo consideran que tienen derecho a determinar los asuntos del planeta y utilizar la fuerza militar a su gusto. Y a pesar de ello muestran un extremo desdén por sus aliados subordinados.
Obama se alejó de Abadi, quien parecía ansioso de decir algo más. Obama inició una animada discusión con el primer ministro italiano Matteo Renzi y la jefa del FMI Christine Lagarde. Abadi no se fue. Nadie le prestó atención. Finalmente partió. No se había enterado de que le despidieron cuando Obama se apartó de su lado.
Los amos del universo estaban ocupados entre sí. Tienen divisas que proteger y países que bombardear.
Vijay Prashad es editor jefe de Left Word Books, Delhi, India. Es autor de No Free Left: the Futures of Indian Communism.
Este artículo apareció originalmente en Al Araby.
Fuente: http://www.counterpunch.org/2015/06/12/g7-currencies-to-protect-countries-to-bomb/