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EEUU, China y el Mar de China meridional

Good morning, Beijin

Fuentes: Rebelión

El pasado martes 12 de julio, la Corte Internacional de La Haya emitió un fallo decisivo a favor de Filipinas, en el marco de la disputa que mantiene con China, por algunas porciones del Mar de China meridional. En el año 2013, Filipinas se presentó ante dicho Tribunal luego de que China tomara posesión del […]

El pasado martes 12 de julio, la Corte Internacional de La Haya emitió un fallo decisivo a favor de Filipinas, en el marco de la disputa que mantiene con China, por algunas porciones del Mar de China meridional.

En el año 2013, Filipinas se presentó ante dicho Tribunal luego de que China tomara posesión del arrecife Scarborough, situado a 225 km de las costas filipinas. Manila alegó que la apropiación violaba el derecho internacional, ya que interfería en sus derechos de pesca y pudiendo dificultar el tráfico marítimo, sumado a que, al mismo tiempo, las obras de infraestructura emprendidas por China en algunas islas dañaban el medio ambiente.

Hasta otros cuatro países (Malasia, Taiwán, Brunei y Vietnam) reclaman partes del Mar de China, de lo que consideran territorio marítimo perteneciente a sus estados, debido a su cercanía geográfica.

Por su parte, China utiliza como justificación un derecho histórico sobre estas aguas, que además fue ratificado por la denominada «línea de los 9 puntos». Esta demarcación fue fijada oficialmente en 1947, y el gobierno de Mao la heredó luego de tomar el poder en 1949. Desde aquél año, argumenta el gobierno de Beijín, los diferentes países han respetado estos límites, dando reconocimiento tácito sobre los mismos.

Pero más allá del debate legal, existen intereses geoestratégicos que subyacen bajo las distintas apariencias discusivas. La disputa que se viene suscitando hace más de una década por el control de los recursos energéticos y el dominio sobre el comercio mundial, entre Estados Unidos y las potencias europeas, por un lado, y China y Rusia, por el otro, marca el eje de la mayoría de los conflictos armados y diplomáticos actuales, y este caso, no constituye una excepción.

Ruta comercial, ruta militar

El Mar de China meridional es una de las vías marítimas más estratégicas del planeta, ya que por allí transita más de la mitad de las mercancías del mundo y un tercio de todo el tráfico marítimo. Lo que resulta también significativo es que, para el año 2035, se espera que el 90% de las exportaciones de combustibles fósiles desde Oriente Medio hacia Asia Oriental pasen precisamente por esas aguas. Estados Unidos cuenta con sus aliados asiáticos, entre los que se destacan Japón, Australia, Vietnam y, precisamente, Filipinas, para llevar adelante los planes destinados a impedir que China siga siendo una amenaza para sus mercados. La política norteamericana destinada a este propósito se centra en garantizar el bloqueo de las rutas continentales y marítimas, para así impedir el ingreso de productos manufacturados provenientes de China en los mercados más importantes mundo. En este aspecto, el Mar de China meridional resulta crucial, ya que la ruta de tráfico que el mismo ofrece conecta a Europa, África y el subcontinente indio con el este de Asia.

El gas y el petróleo

Por otra parte, hace pocos años se descubrió que esta región cuenta con inmensas reservas de petróleo y gas natural bajo sus aguas, lo cual hace de este territorio un enclave fundamental de pugna energética. Según la Agencia de Información de Energía de EE.UU. (EIA), dicha región cuenta con reservas suficientes para producir 11.000 millones de barriles de crudo. Además, la agencia estima que la zona cuenta con nada menos que 190 billones de pies cúbicos de gas natural, lo cual constituye la cantidad necesaria estimativa para cubrir 28 años de demanda de gas por parte de China y 91 años de importaciones, si tenemos en cuenta el consumo que el gigante asiático requiere tanto para su industria como para fines domésticos.

Sin embargo, algunos analistas sostienen que la explotación de estos recursos no son una prioridad para el gobierno chino, debido a la gran cantidad de dinero que supondría para el Estado, el desarrollo de una infraestructura adecuada para este fin; siendo el intercambio comercial y los altercados geopolíticos, los factores principales de las disputas internacionales que se mantienen en la zona. «La mayor parte del gas en la zona se encuentra en campos de aguas profundas, las cuales son tecnológicamente más difíciles y costosas de explotar. El gas extraído en las zonas en disputa reclamadas por China, pero situadas cerca de Vietnam o Filipinas tendría que ser distribuido a través de gasoductos a Vietnam o Filipinas para ser vendido en el mercado local o convertido a gas natural licuado para la exportación. Tales medidas son políticamente inconcebibles en el entorno geopolítico actual», sostiene el analista especializado Jeremy Maxie, en un artículo publicado por la revista Forbes1.

Teniendo en cuenta el contexto actual, dominado por el bajo precio de las materias primas, esencialmente del petróleo, y el abandono circunstancial de la explotación de crudo no convencional, a través de técnicas como el fracking, no sería extraño que Beijín considerara como un factor secundario la explotación del crudo que yace bajo el Mar de China, priorizando a su vez, fuentes más «accesibles». Pero debemos tener en cuenta que, en tiempos de competencia interestatal aguda, la explotación de los recursos del suelo que los diversos Estados se disputan, no siempre constituye un objetivo principal, sino el sólo hecho de que el enemigo no las controle. Se trata de la capacidad de cubrir cada fase del poderío territorial.

La política por otros medios

No resulta raro que, teniendo en cuenta los enormes intereses que se juegan en esta región, la disputa que se viene desarrollando allí se haya recrudecido. Más allá del fallo emitido por La Haya, el debate que toda la prensa ahora expone, representa un elemento más de la escalada político-militar que hace no muchos años comenzó a agudizarse. Los diversos episodios de lucha geoestratégica han tenido su correlato militarista.

Durante los últimos meses ocurrieron varios incidentes de este tenor en la zona mencionada. Se multiplicaron las denuncias del gobierno chino contra la administración norteamericana por la continua presencia de aviones de «reconocimiento» o «vigilancia», algo que Estados Unidos también realizó, pero a la inversa, acusando a Beijín de no permitir el normal despliegue de su fuerza aérea y naval en la región, lo cual resulta paradójico, teniendo en cuenta que el despliegue militar chino se desarrolla en un mar que linda con sus propias fronteras estatales…

Además, se incrementaron los ejercicios militares de la US Navy, llegando a instalarse dos portaaviones, junto a 12.000 marines, 140 aeronaves y 6 buques. Se realizaron maniobras militares conjuntas con Filipinas, Vietnam y Japón, lo cual fue calificado desde el gobierno chino como «una provocación». Además, su Ministerio de Defensa, señaló al respecto que el patrullaje conjunto que realiza EEUU con Filipinas en el mar de China Meridional responde a la mentalidad de la guerra fría y acusó al Pentágono de militarizar la región.

Por su parte, Filipinas ya puso a disposición de Estados Unidos 5 bases militares y Australia se prepara para recibir bombarderos norteamericanos de ataque nuclear. En la reciente visita de Obama a Vietnam, una de las medidas anunciadas fue el fin del embargo de armas que pesaba sobre este país desde hacía más de tres décadas. Dicha disposición está destinada a que este pequeño pero estratégico país se convierta en un exclusivo comprador de armamento norteamericano, lo cual ayudaría a mantener a China militarmente rodeada.

Y no debemos olvidar que, en la isla de Guam, Japón, se encuentra la VII Flota estadounidense, conformada actualmente por entre 50 y 60 buques, 350 aviones y 70.000 miembros de la Armada y del Cuerpo de Marines.

Legalidad internacional o poder político

Las actuales disputas que predisponen a todos los especialistas en derecho internacional y derecho naval, no son más que pujas políticas, peleas de poder en las que, ocasionalmente, las distintas potencias pueden utilizar el marco legal para resguardar sus propios intereses, o crear uno nuevo en caso de necesitarlo. Todo depende del lado para el cual se vuelque la balanza, los que pierdan la contienda pasarán a estar desprotegidos por las leyes internacionales, los que ganen verán el manto de legalidad caer sobre sus acciones.

En este caso, la ofensiva es de Estados Unidos contra China. Alrededor de ella pueden existir matices, complejidades y contradicciones, involucrando a distintos actores.

Desde inicios de esta década, cuando Hilary Clinton era Secretaria de Estado del gobierno de Obama, y después de su reemplazo, la región Asia-Pacífico constituye un pilar de la ofensiva internacional norteamericana. En 2014, la US-China Economic and Security Review Commission, recomendó al Congreso aumentar el financiamiento para que Estados Unidos pueda incrementar su presencia militar en esta región, de modo que la misma pudiera «servir de contrapeso a las capacidades militares crecientes de China».2 Y es que la potencia asiática no ha querido transformarse en una fuente inagotable de mano de obra barata y población sedienta de productos occidentales, dependiente de los designios de EE.UU.; escenario que hubieran querido ver, y alguna vez creyeron posible, cada una de las administraciones que desde 1949, ocuparon la Casa Blanca.

A pesar de estar sufriendo hace varios años el estancamiento de su economía, China sigue constituyendo unos de los principales enemigos para Washington. Mientras, los tentáculos de la principal economía asiática siguen expandiéndose, tratando de recuperarse de los continuos reveses que les ofrece la competencia, con muchas dificultades de liderazgo. No obstante, se ha mostrado en este caso, con predisposición a dar batalla. Estados Unidos que, en su propia decadencia, ya no puede soportar ni el más mínimo desafío a sus intereses imperiales como sí se lo permitieron en la segunda posguerra, probablemente están dispuestos a avanzar de forma decisiva. Dadas las circunstancias, sólo su propia debilidad permitirá una ofensiva guerrerista cada vez más directa.

Notas

1 «The South China Sea Dispute Isn’t About Oil, At Least Not How You Think,» Jeremy Maxie, Forbes, 25 de abril de 2016.

2 «China inquieta a los Estados Unidos», Manlio Dinucci, Il Manifesto, 26 de noviembre de 2014.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.