Las soluciones monetarias que se barajan y se aplican para mejorar la performance del dólar frente al peso uruguayo, que determinan una más activa intervención del Banco Central en el mercado de cambios que, se dice, libérrimo, apuntan a ampliar la base monetaria utilizando diversos mecanismos tendientes a la circulación de más pesos en la […]
Las soluciones monetarias que se barajan y se aplican para mejorar la performance del dólar frente al peso uruguayo, que determinan una más activa intervención del Banco Central en el mercado de cambios que, se dice, libérrimo, apuntan a ampliar la base monetaria utilizando diversos mecanismos tendientes a la circulación de más pesos en la plaza uruguaya, para que la moneda nacional – de esa manera – esté menos pedida y haya una menor presión vendedora de la divisa norteamericana.
Un mecanismo que se aplica es que la autoridad monetaria salga a comprar dólares con el fin de sostener su cotización; el viejo método de inflar artificialmente la circulación de pesos, aunque ello no redunde en otra cosa que en mantener artificialmente una mejor cotización de la divisa para que las exportaciones no sigan perdiendo – como ocurre en estos momentos – competitividad.
También se optó por realizar un juego con las licitaciones de las Letras, dejándole a los bancos una importante liquidez en pesos a nivel del Clearing, con lo cual el Banco Central logra que las instituciones financieras no tengan que vender dólares para hacerse de pesos. Una especie de juego de valores que no tiene – más allá de impedir que el dólar se desplome con mayor velocidad -ninguna otra consecuencia sobre la economía del país.
Insuflar pesos en el mercado cambiario es un mecanismo relativamente fácil, pero una mejor cotización del dólar determina automáticamente un creciente peso de los vencimientos externos y, por consiguiente, mayores dificultades para cumplir con las obligaciones a las que el gobierno se comprometió con el FMI.
Buscar la solución a la actual coyuntura por ese camino es la alternativa que eligió el gobierno, con un ojo puesto en los vencimientos externos, tratando de postergar lo más posible una medida de otro tipo.
Sin embargo – lamentablemente – los niveles de equilibrio para los exportadores se encuentran casi al límite pese a que, en lo que coincidimos con el ministro de Economía, Danilo Astori, todavía existe un margen que le sigue dando competitividad positiva a nuestra producción. Es evidente que el negocio de la exportación no es tan brillante como hace algunos meses, pero todavía no hay pérdidas como ocurriera en el pasado, cuando el país por obra y gracia de la inopinada devaluación en Brasil de 1998, pasó de una situación positiva a una negativa de un día para el otro.
Recordemos el período de crisis en que ingresó el país, sin poder vender a nuestro principal comprador de antaño, ninguno de los productos en los que se habían especializado sectores productivos en razón de los requerimientos del vecino del norte. El deterioro fue creciente y profundo faltándole al gobierno colorado de la época (Sanguinetti- Mosca), la flexibilidad suficiente para advertir que la medida de Brasil no tenía efectos transitorios sino que se convertiría, como ocurrió, en una traba permanente que solo dejó de taponar al país cuando otro gobierno colorado, (Batlle – Bensión), resolvió ampliar las constreñidas bandas de flotación del dólar, provocando una importante devaluación que por su magnitud también tuvo – obviamente – resultantes diversos, entre ellos muchos negativas como el deterioro del poder adquisitivo de la población, con una caída muy fuerte del mercado interno y un avance gigantesco de la desocupación, amén de la crisis que determinó la caída de todos los bancos nacionales privados.
Todavía el país no se recuperó de ese cimbronazo dado a destiempo – cuatro años después de lo requerido – cuando se podría haber concretado una política paulatina, «gradual», destinada a mantener determinados márgenes de competitividad. Para Sanguinetti, su ministro de Economía, Mosca y no debemos olvidar a Ariel Davrieux -el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto- la inflación en Brasil en pocas semanas volvería a la realidad anterior pues sería (ellos creían) fagocitada por un rápido proceso inflacionario. Nunca creyeron que la pérdida de competitividad uruguaya se prolongaría cuatro años hasta que una crisis gigantesca, quizás la mayor de la historia del país, determinara un cambio de rumbo.
Devaluación que fue una de las medidas dentro de un marco de arbitrarias decisiones, algunas de ellas todavía no resueltas por la Justicia, que determinaron que lo poco que quedaba en el país se utilizara en el intento de salvar a banqueros incluso recurriendo al dinero depositado en la Tesorería de la Nación con el fin de cubrir las obligaciones presupuestales.
Pero recordemos algo, que ocurrió en el año 2002 como consecuencia de la devaluación y que seguirá ocurriendo cuando se modifica la paridad cambiaria a favor de la divisa norteamericana para mejorar, de alguna manera, la competitividad. Qué cuando el dólar sube el salario baja. Mejora la situación de los exportadores pero empeora la de todo el resto.
No lo tuvimos en cuenta
Volviendo a nuestro análisis del comienzo de esta reflexión: ¿Por qué no se pensó en hacer crecer la base monetaria en base a un mecanismo que, obviamente, hubiera determinado efectos positivos sobre la economía? Hablamos de mejoras que implicaran, por supuesto, un incremento paulatino del poder adquisitivo de la gente. ¿Por qué esos miserables incrementos a jubilados y pensionistas, a que se deben algunas políticas salariales restrictivas en la administración pública que han provocado conflictos que podrían haberse evitado con una lógica tendiente a mejorar el poder de compra de algunos sectores que están hoy sumergidos?
¿Es que se piensa que nuestra industria no tiene capacidad ociosa suficiente para ir sosteniendo un incremento paulatino de la actividad económica? ¿Un mejor nivel de vida no serviría para que los uruguayos regresáramos a situaciones sociales mejores, en que la gente tuviera más trabajo y, en lo social, el deterioro no se expresara en los actuales niveles de violencia?
De alguna manera vía los Consejos de Salarios, una exitosa política del gobierno que mejorará la situación de los trabajadores privados, ese sector ingresará dentro de un mejor nivel de consumo. Claro, el equipo económico, teme que aflojar mucho las clavijas determine un empuje inflacionario que la actual política restrictiva no permite, lo que tendría consecuencias lamentables para los niveles macroeconómicos que se pretenden mantener.
Pero, ¿por qué esa diferencia sustancial entre los trabajadores del sector privado, a quienes se les buscó una solución, modesta y perfectible, pero que determina mejoras y la dura política con el sector público, con los jubilados, a quienes se los mantiene mayormente sumergidos?
¿Qué hubiera pasado en nuestro país si el dinero que necesariamente tendrá que utilizar el Banco Central para comprar dólares y darle liquides en pesos a la plaza cambiaria, se hubiera ido trasladando al sistema vía mejor poder de compra de la gente? Seguramente que además de mantener la competitividad con una cotización adecuada, de paulatino avance, se lograría una mejor performance en la economía.
Los grifos semicerrados que actualmente se mantienen deberán indefectiblemente comenzar a gotear con otro caudal para sostener al dólar. Si ello ocurre la relación monetaria que se logrará debería servir también para mejorar las carencias de una economía, volcada a la exportación, que necesita apoyarse también en el desarrollo interno.
Sería una lástima que ello no ocurriese.