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Irán pone en jaque a los «neocons» estadounidenses

Fuentes: Rebelión

Traducido por Caty R. y revisado por Guillermo F. Parodi.

 

Aparentemente la República Islámica de Irán acumula ciertas paradojas: la antigua Persia se impone hoy como una de las principales potencias del juego sutil y peligroso que presenta el mundo árabe; islámica y revolucionaria, es portadora de un proyecto diplomático-militar, en primer lugar nacionalista, herencia directa de lo que antaño deseó el Sha con la bendición de Estados Unidos; frente a la comunidad internacional reivindica, lo primero, su entrada en el club de las potencias que componen actualmente la oligarquía mundial. 

Fracaso del allanamiento del Gran Oriente Medio (1)

Esos tres elementos están íntimamente relacionados y se explican unos a otros. Irán debe definirse frente a una postura peligrosa que condujo a los neoconservadores a proclamar el allanamiento del Gran Oriente Medio. Totalmente al revés que su padre, George W. Bush se movilizó para anular toda potencia regional, cualquier fuerza de contrapeso en la región donde sólo la influencia estadounidense en nombre de la democracia, y el poder israelí, por razones ideológicas, tienen derecho de ciudadanía.

George Bush padre se ocupó, con una impecable perspectiva realista, de redibujar el Oriente Medio post-bipolar atribuyendo un papel de equilibrio a Siria, cuidando del poder diplomático egipcio, teniendo en cuenta el liderazgo saudí, apostando por Turquía y renunciando a destruir Iraq. No hay duda de que a Irán también le habría llegado su turno. Hoy cada uno de estos polos aparece desmantelado, neutralizado e incluso Ankara está relegada. El informe Baker-Hamilton redactado e inspirado por el antiguo equipo muestra la importancia de la clasificación.

Frente a todo eso la lucha de las potencias medianas locales se ha impregnado de una amargura perceptible en el Cairo, de una retirada sutil observable en Riad o de una contestación militante evidente en Teherán o Damasco. Más todavía cuando las esperanzas de ganancia vinculadas a una determinada actitud no son nada despreciables en una región donde el caos y el fracaso de las grandes dan mucho juego. Así Washington alimenta fácilmente una diplomacia contestataria que permite a Siria y sobre todo a Irán estar presentes en el juego diplomático mundial: al no ser incluidos en la construcción del orden intentan subsistir provocando el desorden; a falta de potencia suficiente prueban a hacer el daño cuyos pretextos se les ofrecen en bandeja de plata.

Estrategias de daño de las potencias medias 

Reencontramos aquí los efectos típicos de la ingenua puesta en cuarentena de las pequeñas potencias, suficientemente fuertes para querer existir y demasiado débiles para disponer sólo del daño para oponerse. En este asunto la cuestión nuclear adquiere un relieve muy particular. Se vuelve política incluso antes de ser militar. Nadie, ni siquiera Israel, apuesta por la realidad de una amenaza iraní en una región en la que la configuración y la exigüidad se prestan mal a un uso creíble de armas atómicas. En cambio, en un Oriente Medio nuclearizado, la búsqueda iraní de un armamento de este tipo, aunque no sea explícita, es tan comprensible como inevitable. El país debe hacer frente a una bomba hostil al oeste, en Israel, a una bomba al este, en la tierra del eterno compañero con quien le gusta compararse, y a otra en el norte, en la antigua potencia casi-tutelar. Las dos primeras transgredieron las reglas del club, aunque ninguno de los dos estados firmó el TNP. Y el tercero, moribundo después de fin de la bipolaridad, soslayado aunque todos le respeten al pie de la letra, ya no es una autoridad y no dispone de la legitimidad necesaria para detener a Teherán. En un Oriente Medio que rechaza la desnuclearización y que sufre humillaciones diarias de Washington y Tel Aviv, es totalmente utópico esperar que la república islámica renuncie a sus ambiciones aunque las esconda. Instrumento de una reactivación nacionalista que los dirigentes actuales necesitan y que encuentra apoyo hasta entre los adversarios del régimen, esta política reivindicativa y voluntarista se está convirtiendo en el instrumento de una diplomacia contestataria que tiene bastante éxito.

La nuclearización: una diplomacia contestataria

Cuanto más se margina a Irán en la escena internacional, más esta diplomacia poco clásica le permite afirmarse, hacer su propio juego sobre el tablero y construirse un cierto prestigio, e incluso una clientela, en la región. Es muy poco probable que una política activa de sanción o ataques selectivos puedan pararle los pies a un régimen que teme, probablemente con razón, que podría correr la misma suerte que el régimen baasista iraquí. En cambio Irán dispone al mismo tiempo de un verdadero poder destructivo y de un arsenal de argumentos diplomáticos que le permiten jugar en todo momento en Iraq, Líbano, e incluso en Palestina o Afganistán, una hábil partida de «toma y daca»: capaz de combinar el juego de la cooperación y la estrategia del daño o hacerlos alternar convenientemente, el régimen iraní tiene así la iniciativa allí donde Occidente la ha perdido. Ciertamente sería ingenuo y escueto simplificar los hechos. El arco chií pertenece al imaginario de los que quieren creer en él, como los lugares comunes desgastados: diez años de guerra entre Irán e Iraq no consiguieron mancomunar a los chiíes de un país y otro ni a los suníes que están a un lado u otro de la frontera.

Las alianzas no confesionales y la radicalización de los excluidos

En cuanto a las alianzas de hoy aproximan más a Teherán a Hamás que al Primer Ministro chií de Iraq, Al Maliki. En cambio la coalición muy política de los excluidos adquiere consistencia. En un juego cada vez más interactivo donde la debilidad material y simbólica de los regímenes sólo se puede equilibrar por las colusiones que unen entre sí a los gobiernos desterrados, la diplomacia de exclusión practicada por Estados Unidos y Europa sólo consigue acelerar las radicalizaciones y las coaliciones protestantes. Más aún cuando éstas tienen reservas: en el sur, donde encuentran ecos hasta América Latina y en el norte donde permiten a Moscú y Pekín entrar en el juego regional.

La comunidad internacional tenía dos opciones: acompañar la subida de las potencias regionales para integrarlas en prácticas aceptables por todos u oponerles los rigores de una oligarquía que recluta lo menos posible en el sur. Optando por la segunda fórmula crea divisiones que serán difíciles de borrar. En cuanto a Europa, dividida y malparada por el síndrome iraquí, se contenta con un pálido borreguismo enquistada en su deslucida «otanización».
 

(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Oriente_Medio

Texto original en francés: http://www.cirpes.net/articl e 163.html

Bertrand Badie es un politólogo y escritor francés especialista en relaciones internacionales. Es profesor de la Universidad, del Instituto de Estudios Políticos de París y profesor-investigador asociado en el Centro de Investigaciones Internacionales (CERI). Ha escrito numerosos libros sobre política internacional, el más reciente: L’Impuissance de la puissance. Essai sur les incertitudes et les espoirs des nouvelles relations internationales , Ed. Fayard, París, 2004.

Caty R. y Guillermo F. Parodi pertenecen a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, la traductora y la fuente.