Con el aumento de los niveles del mar en todo el mundo, los refugiados a la deriva en el mar de Andamán son los heraldos de una nueva era de migraciones. En 1971 Ravi Shankar y George Harrison organizaron un concierto en el Madison Square Gardens de Nueva York [1] para financiar la ayuda humanitaria […]
Con el aumento de los niveles del mar en todo el mundo, los refugiados a la deriva en el mar de Andamán son los heraldos de una nueva era de migraciones.
En 1971 Ravi Shankar y George Harrison organizaron un concierto en el Madison Square Gardens de Nueva York [1] para financiar la ayuda humanitaria a un Bangladesh devastado por la guerra. El álbum contó con la imagen de un niño hambriento en la portada, que se convirtió en un símbolo de un país empobrecido que emergía de los escombros de la guerra. Cuarenta y cuatro años después, otra imagen se asocia ahora con Bangladesh: la de los refugiados abandonados que flotan en el mar de Andamán, sin esperanza de rescate [2].
Todos hemos visto las fotografías de estos refugiados [3]. Hemos visto como sus miembros descarnados colgaban de las barcas. Hemos visto sus cicatrices en la espalda, consecuencia de las peleas por unos alimentos y un agua escasas. Hemos leído sus historias desgarradoras, abandonados al mar, rechazados por un gobierno tras otro.
Se estima que hasta 8.000 refugiados están varados en el mar entre Bangladesh y Malasia. La mayoría de ellos vienen del estado de Rakhine (Arakán), en Myanmar, donde, como miembros de la comunidad rohingya, se les niega los derechos fundamentales de ciudadanía. El resto son inmigrantes económicos procedentes de Bangladesh.
Recuerdo cuando los refugiados rohingya comenzaron a llegar a Bangladesh. Fue en 1982, después de que los rohingya fueran desprovistos de sus derechos [4] por una ley birmana que no los reconocía como una de las 135 «razas nacionales» del país. Condenados a la persecución del Estado, comenzaron a huir a través de la frontera.
Desde entonces, han sido desalojados de sus tierras, víctimas de impuestos arbitrarios y trabajo forzoso, y tienen prohibido viajar o casarse sin permiso. Es ilegal incluso tienen tener más de dos hijos. En una cruel ironía, el gobierno birmano califica a los rohingya como «bangladesíes ilegales», aunque han vivido en Birmania durante generaciones.
Necesitamos una visión global sobre los emigrantes
En la actualidad hay 30.000 refugiados rohingya registrados en Bangladesh, pero el ACNUR estima que otros 200.000 más viven en los pueblos a lo largo de la frontera entre Bangladesh y Birmania [5]. Bangladesh alega falta de recursos: como país pobre, simplemente no tenemos los medios para acoger esta avalancha de refugiados. Pero podríamos hacer mucho más para ayudar a nuestros vecinos. Es más, los gobiernos occidentales están tan cautivado con Aung San Su Kyi, que han ignorado su postura vergonzosa en relación con esta comunidad minoritaria. Las autoridades birmanas se niegan a asistir a cualquier evento en el que se pronuncie la palabra «rohingya». Por su parte, las autoridades de Malasia y Tailandia no quieren acoger a ningún refugiado, poniendo en cuestión toda noción de una comunidad compartida de los países del sudeste asiático.
Pero culpar a Bangladesh o Birmania, o incluso a los países que se niegan a enviar buques de rescate, sirve de poco. La única forma de mejorar la situación de los rohingyas es una presión concertada internacional, multilateral, sobre todos los países de la región.
Ha llegado el momento de tener una visión global sobre los emigrantes. Hay más personas desplazadas hoy en el mundo que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial [6]. Las personas que huyen de la persecución, la pobreza y los conflictos están arriesgando sus vidas para encontrar refugio. Los refugiados rohingya, 25.000 de los cuales se han lanzado al mar este año, dicen que prefieren arriesgar sus vidas con traficantes de personas que permanecer en Birmania y enfrentar una muerte segura.
La verdad es que estamos entrando en una era de emigrantes, y tenemos que adecuar por lo tanto nuestro sentido de la justicia y de la moral, y hasta nuestro concepto de las fronteras nacionales. El cambio climático va a desencadenar una crisis de refugiados tras otra sin precedentes en toda la historia de la Humanidad. Ya en Bangladesh 50.000 personas emigran a la capital cada mes debido a la subida del nivel del mar, que ha hecho sus aldeas inhabitables y ha destruido sus tierras de labor.
Los refugiados flotantes nos están ofreciendo una visión de nuestro futuro colectivo. En ese futuro, quizás sean países desafortunados, como Bangladesh, las primeras víctimas. Pero pronto hasta los países ricos empezarán a sufrir las condiciones climáticas extremas y el aumento del nivel del mar. Todavía no sabemos exactamente cómo el cambio climático afectará a cada uno de nuestros países. Ante esta incertidumbre, tenemos que tener un enfoque radicalmente nuevo de los recursos que compartimos.
Puedo soñar con ese futuro, pero sé que no llegará fácilmente. Muchos miles de refugiados del mar tendrán que perecer antes de que hagamos cambios radicales, transnacionales, de la manera en que abordamos el problema y ayudamos a los refugiados.
Estamos mal preparados para lo que se nos viene encima. No tenemos ni la voluntad política ni el coraje moral, ni la noción imprescindible de un destino colectivo para hacer frente a los retos del futuro. Que las imágenes de estas personas a la deriva en el mar sea una llamada de atención.
Notas:
[1] https://www.youtube.com/watch?v=4EJvizCVEyc
[4] http://www.hrw.org/reports/2000/burma/burm005-02.htm
[5] Refugees: The Rohingya ethnic minority of Burma and Bangladesh’ Silent Crisis.
[6] http://www.theguardian.com/world/2014/jun/20/global-refugee-figure-passes-50-million-unhcr-report
Fuente: http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/may/19/rohingya-andaman-sea-refugees-migration
Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García