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Guatemala

La desnutrición se roba la salud de los más pobres

Fuentes: IPS

«Si se puede, compramos aunque sea un hueso en la carnicería cada 15 días, aunque regularmente la pasamos con maíz y fríjol», admite Marvin Fajardo, un campesino, padre de tres hijos, del sureño departamento guatemalteco de Escuintla. Como Fajardo, miles de familias de Guatemala subsisten con una precaria dieta alimenticia a base de granos y […]

«Si se puede, compramos aunque sea un hueso en la carnicería cada 15 días, aunque regularmente la pasamos con maíz y fríjol», admite Marvin Fajardo, un campesino, padre de tres hijos, del sureño departamento guatemalteco de Escuintla.

Como Fajardo, miles de familias de Guatemala subsisten con una precaria dieta alimenticia a base de granos y cereales ante la incapacidad económica de abastecerse de proteínas de origen animal, como las que proveen carnes y lácteos, indispensables para el crecimiento y desarrollo mental de las personas.

Este caso se repite a lo largo y ancho de este país, principalmente en el área rural y entre la población indígena, y acaba muchas veces en un «cuadro de desnutrición crónica», como le llaman los médicos, lo cual marcará su salud para el resto de su vida.

Guatemala, con 14 millones de habitantes, soporta la mayor desnutrición crónica infantil de América Latina, al afectar a 49,3 por ciento de niños y niñas menores de cinco años del país, y una de las más altas del mundo, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

«En el desayuno comemos frijoles y uno que otro pescadito que logramos capturar, en el almuerzo consumimos fríjol y arroz y en la cena lo mismo», relató Fajardo, quien subsiste de la siembra de plátano en la comunidad Trocha Ocho del municipio de Nueva Concepción, a 194 kilómetros de la ciudad de Guatemala.

Esta vez su situación empeoró. Sus siembras desaparecieron bajo el agua con la llegada de la época lluviosa, azuzada por la depresión tropical 12-E, que alcanzó al país el miércoles 12.

«Perdí mi cosecha de plátano, de la cual subsistimos, y ahorita estamos recibiendo víveres del Programa Mundial de Alimentos», narró Fajardo a IPS, vía telefónica, a la espera de que bajara el nivel del agua de la aldea, anegada por los aguaceros, para poder regresar a casa.

Sin embargo, el drama no termina ahí. Dado que la siembra de dos manzanas de plátano no le alcanza para subsistir, este campesino suele trabajar en fincas aledañas para poder alimentar a su esposa y a sus tres hijos. «Pero por todas las inundaciones no hay empleo por ningún lado», dijo, preocupado.

La inseguridad alimentaria que atraviesa esta familia en el sur del país es una situación que comparten otras miles en Guatemala, donde la mitad de sus habitantes viven en la pobreza y 17 por ciento son indigentes.

Pero, ¿qué consecuencias tiene esta situación en la salud de estas personas?

Cyntia Tabín, nutricionista del hospital Nacional del noroccidental departamento de Totonicapán, señaló a IPS que esta clase de alimentación provoca deficiencias en el crecimiento y desarrollo intelectual de los niños, quienes luego presentan bajo rendimiento y posterior deserción escolar.

De hecho, la estatura es algo que no se recupera, mientras que el desarrollo mental podría mejorar dependiendo de la alimentación posterior, pero no hay certeza de ello, según la experta.

«Tenemos una dieta pobre en proteínas de origen animal, como la carne, productos lácteos e incluso los huevos, que es lo más caro para la población», señaló.

En Totonicapán, el departamento con el índice más alto de desnutrición crónica del país al afectar a 77 por ciento de su población, se suele comer un tamal y atol de maíz, agua de cebada, sopa sin carne ni verduras, acompañada de hierbas.

Esa dieta con el tiempo conduce a la desnutrición crónica, según Tabín.

«Lo adecuado sería que los niños consuman alrededor de 65 por ciento de carbohidratos, 15 por ciento de proteínas y 20 por ciento de grasa», indicó.

«Pero casi 80 por ciento de lo que comen son carbohidratos como el arroz y el maíz, que son más baratos», explicó.

En este país centroamericano, una libra de maíz cuesta el equivalente a 20 centavos de dólar, cuando la misma cantidad de carne de bovino puede valer dos dólares, 10 veces el precio del maíz o más.

Las madres lactantes también pueden contribuir a esta debacle alimenticia.

El abandono de la lactancia materna antes de los seis meses constituye una causal «importante» de la desnutrición infantil, según la nutricionista.

Los efectos más importantes de la malnutrición infantil están detallados en el «Análisis situacional de la malnutrición en Guatemala: sus causas y abordaje», presentado el martes 11 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Los datos son alarmantes. La desnutrición crónica reduce entre 10 y 15 puntos el coeficiente intelectual, la pérdida de uno por ciento en talla de adultos por desnutrición en la niñez conduce a una pérdida de productividad de 1,4 por ciento y la deficiencia de vitamina A compromete en 40 por ciento el sistema inmunológico de los menores de cinco años, detalla el documento.

Hernán Delgado, coautor del estudio, comentó a IPS que, lamentablemente, la desnutrición crónica que se manifiesta durante los primeros 1.000 días de vida provoca daños irreversibles en el ser humano.

«Lo ideal sería garantizar que desde la concepción hasta el segundo año de vida, la madre y el niño tengan la nutrición más adecuada», apuntó el experto.

Sin embargo, el avance en materia nutricional del país, es raquítico como el problema mismo.

«La tendencia a la disminución en desnutrición crónica que se observa en Guatemala, expresada en puntos porcentuales reducidos por año, es de 0,5 desde 1965 a 2008», se lee en el informe.

Peor aún, en los menores de cinco años la anemia creció de 42 a 48 por ciento entre 2002 y 2008, mientras que el sobrepeso y obesidad creció en 87 por ciento en los últimos 43 años, agrega.

«Es un problema muy serio, responsable en gran medida del subdesarrollo de Guatemala, que requiere de acciones integradas que tocan lo estructural», según Delgado, cuyo estudio considera importante el acceso a medios de producción como la tierra y recursos de capital para mejorar la nutrición.

El documento recomienda focalizar la atención en la población en riesgo, principalmente durante los primeros 1.000 días de vida, crear programas para favorecer la educación y la salud, y definir una agenda multisectorial de seguridad alimentaria.

Carolina Siu Bermúdez, directora del Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá, dijo a IPS que la desnutrición es un problema que no se elimina con dar un alimento mejorado sino por la reducción de la pobreza, la mejora de la educación y la salud de las mujeres y el acceso a fuentes de trabajo.

«Nicaragua ha logrado reducir la desnutrición y la pobreza, pero eso tiene que ver con un sinnúmero de políticas de gobierno dirigidas a proteger a la población pobre», ejemplificó.

Mientras tanto, agencias de la Organización de las Naciones Unidas anunciaron el lunes que los precios de los granos básicos continúan en aumento.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=99364