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La diputa por los conceptos adecuados: ¿»Colonialismo simpático» o decolonialidad naif?

Fuentes: Rebelión

Recientemente un artículo de Eduardo Gudynas titulado «La necesidad de romper con un «colonialismo simpático»» [1] ponía sobre la mesa de manera sintomática algunas de las contradicciones con las que se enfrentan los procesos políticos en América latina, tanto en el plano del movimiento de lo real, como en las teorizaciones que buscan dar cuenta […]

Recientemente un artículo de Eduardo Gudynas titulado «La necesidad de romper con un «colonialismo simpático»» [1] ponía sobre la mesa de manera sintomática algunas de las contradicciones con las que se enfrentan los procesos políticos en América latina, tanto en el plano del movimiento de lo real, como en las teorizaciones que buscan dar cuenta de dicho movimiento. En este sentido la pugnacidad que ha habitado el continente, al menos desde el Caracazo (27 de febrero de 1989) como acontecimiento limite que inicia la nueva era, no se reduce solo a fuerzas sociales en conflicto, sino que habita también los intentos por la utilización de los conceptos adecuados en el plano de la crítica y la proposición.

Para Gudynas «La moda» de la que goza la obra, pero sobremanera la «idea» acumulación por desposesión, de David Harvey en el continente es sospechosa de servir como suplemento a la intención de los «gobiernos progresistas» en mostrar una cierta radicalidad, acompañada de una postura crítica, que no es tal, al capitalismo global. No es nuestra intención aquí realizar un ejercicio meramente deconstructivo de la reflexiones de Gudynas, más sí señalar esas contradicciones que habitan los mapas cognitivos de los procesos políticos latinoamericanos en sus diferentes matices. Teniendo en cuenta que son un campo neurálgico para señalar los decursos de acción de las distintas fuerzas sociales en conflicto.

Acumulación por desposesión

Según Gudynas la acumulación por desposesión harveysiana es un revival de nuevo cuño del concepto marxiano acumulación originaría, y «se refiere a procesos como la mercantilización de la tierra, expulsión de campesinos, la transformación del trabajo en mercancía, el colonialismo u otros aspectos de la financiarización de las economías» [2] . En este sentido Gudynas yerra el blanco, y con él muchas de las apropiaciones que se han hecho de la categoría acumulación por desposesión en algunas posturas decoloniales. Resulta que si la acumulación por desposesión se acoplara de manera tan simple a lo que Marx describía como acumulación originaria estaríamos como mínimo en presencia de un contrabando de Perogrullo de Harvey al propio Marx.

El potencial crítico-descriptivo de la categoría de Harvey lo encontramos en otro lugar. En sentido amplio, el sistema histórico capitalista afronta una crisis de acumulación de capital -vale decir, rasgo definitorio de la formación social capitalista- a partir de la década de los setenta del siglo pasado, por ello se emprenden una serie de reacomodos por parte de las clases poseedoras -léase complejo FED-Wall Street- para redefinir el proceso de acumulación global. La problemática central del sistema histórico capitalista a partir de 1973 es su incapacidad para la reproducción ampliada de capital. De allí que se presenten dos tipos de enmiendas, las cuales no se excluyen entre sí, a dicho «problema». Por una parte, lo que Harvey ha denominado «soluciones espacio-temporales», a saber, una serie de capitales centrales son incapaces de competir en el mundo de las altas finanzas por tanto no quedan anclados a un territorio en específico, teniendo libertad para producir un nuevo espacio de explotación, en donde proletarizar intensivamente a nueva mano de obra, obtener recursos naturales mucho más baratos, poder externalizar los costos de la producción sin inversiones en tratamiento de residuos, etc. En sentido estricto, el Sudeste Asiático ha sido par excellence el lugar de las soluciones espacio-temporales pos 1973 [3] .

La otra manera a la que acude el capitalismo en tanto que totalidad bajo la egida de EE.UU como Estado imperial es la acumulación por desposesión. Y América Latina su destino predilecto. Usualmente, y en ello reincide Gudynas entre otros, se crea una identidad entre acumulación por desposesión y pillaje imperial de las riquezas naturales. Sin embargo, este proceso es mucho más complejo y sofisticado. El fin último de la acumulación por desposesión es la centralización del plusvalor hacia los países nortes de la economía capitalista con el menor costo en inversión posible. De allí que se haga uso de una forma de imperialismo informal en donde una omnímoda unión entre economía y política redefina constantemente el adentro y el afuera, creando nichos de modernización rodeados de ciudades miserias. Los procesos de privatización, la mercantilización de absolutamente todo, la expansión de la agricultura extensiva, la financiarización a futuro de los recursos naturales, son formas por excelencia en las que se produce la acumulación por despojo. Su objetivo no es más que obtener valorización del valor con el menor uso de capital posible.

En otras palabras: la acumulación por desposesión no es un desfalco corsario de los recursos naturales, ni simplemente un proceso de proletarización y privatización, es sobre todo una relación financiera de intercambio desigual, acogida por el centro para absorber plusvalor de países donde la composición orgánica de capital no permite la inversión del mismo vía reproducción ampliada. El capitalismo ha dado por finalizado el proceso de modernización, acogiendo como estrategia tratar de acumular plusvalor sin tener que pasar los escabrosos parajes de la producción; mediante la acumulación por despojo el capital intenta producir plusvalor sin crear nuevos medios de producción y subsistencia. Así, el legado neoliberal en América Latina ha sido un proceso de desindustrialización y reprimarización de la economía, acompañada de la intensificación del vínculo entre la institucionalidad de los Estados Nacionales y los organismos dependientes del Imperialismo informal.

Básicamente, críticas como las de Gudynas y otros teóricos que se empeñan en potenciar la capacidad analítico-descriptiva de conceptos tales como «extractivismo», es que caen en una simple sublimación, es decir, convertir una particularidad fenomenológica de las formaciones económico-sociales latinoamericanas en un rasgo esencial a la hora de explicar la forma de relación de esta particularidad con el todo llamado sistema histórico capitalista. Así, más que categorías que buscan establecer la especificidad de las economías latinoamericanas con respecto a la totalidad opresiva del capital, estos conceptos -entre ellos extractivismo, algunas versiones de capitalismo rentístico, como también de la conocida enfermedad holandesa [4] – funcionan más como significantes que dan cuenta de una imposibilidad. Al convertir una particularidad en el Todo se busca establecer un entramado lógico entre el objeto sublimado y cualquier aspecto de la vida, por lo que a fin de cuentas la particularidad, es decir, el extractivismo, será el nombre de la imposibilidad de una relación otra entre América Latina y el mercado mundial ergo es La Cosa que imposibilita el cambio de la vida.

Hacia un nos-otros con vocación universal

Según Gudynas: «la obra de Harvey es buena para discutir el capitalismo globalizado, pero no obliga a abordar los impactos sociales, ambientales o económicos dentro de cada país, ni a dialogar con saberes indígenas. Es muy útil para comprender los tejes y manejes en Wall Street, pero se escurren de las manos lo que pasa en nuestra Amazonia» [5] . En este punto la crítica del autor sólo da cuenta de una decolonialidad naif e ensimismada, según la cual existe un abismo entre las características del capitalismo financiarizado de Wall Street y los procesos de desposesión que viven los pueblos indígenas en la Amazonia o cualquier otro lugar del continente.

Es precisamente en lo que Gudynas señala como un impasse, donde se encuentran los puntos más destacados, pero todavía insuficientes, de la teorización de Harvey. Antes bien, donde se localiza sobremanera uno de los retos de la política emancipatoria en el continente. Y no es más que la necesidad de pensarnos a nosotros mismos desde nuestras determinaciones particulares, pero en ningún momento perder de perspectiva que el enemigo se sigue manejando en el espacio mundial, y que por tanto las explicaciones que le damos a las efectuaciones del capital sobre la vida y los acontecimientos capaces de un horizonte post-capitalista no pueden darse el lujo de separar la dialéctica entre lo particular y lo universal. Si el horizonte es la emancipación del gobierno del capital sobre la vida, como lo dijera Marx, el espacio de la crítica sigue siendo el espacio mundial.

Cuando hablamos de la creación de un pensamiento propio, debemos detenernos a pensar ¿qué decimos cuando decimos «pensamiento propio»? ¿Acaso nos estamos refiriendo a un pensamiento de la identidad y el particularismo? Las críticas extremadamente simples que establecen una identidad entre lugar de enunciación y pensamiento propio son tan perniciosas como cualquier otro conocimiento eurocéntrico y colonial. De allí que una de las lecciones que debemos recoger de los acontecimientos politizadores ocurrido en América Latina en los últimos veinticinco años, con sus diversos matices y especificidades, es la capacidad de recobrar y generar un nos-otros con vocación universal. Un nosotros inserto en mundos, ontologías y epistemologías múltiples.

América Latina frente a la externalización de la crisis

La insuficiencia de la sublimación extractivista se verifica en su incapacidad para conectar los reacomodos globales del capital y la situación por la que transitan las economías latinoamericanas. Mientras que la acumulación por desposesión se acerca más a dar cuenta de las sofisticadas características con las que el Estado imperial estadounidense como conductor de la acumulación global intenta hacer proliferar noveles métodos de centralización del plusvalor y expropiación de la riqueza. Antes los cuales los gobiernos latinoamericanos, tanto los alineados en la Alianza del Pacifico como los catalogados bajo el homogeneizante y poco descriptivo «progresismo», han sido absolutamente incapaces de concatenar estrategias defensivas exitosas.

El efecto del shock reprimarizador neoliberal dejó a las economías latinoamericanas con escasos mecanismo de contención a la centralización del plusvalor. De allí que los capitales (o divisas) producidos en el llamado «boom de los comodities» encontraron cada vez menos obstáculos para salir de las fronteras nacionales, acudiendo al llamado de EE.UU y su intención de externalizar la crisis hipotecaria que había empezado en 2008, con la disminución de los tipos de interés en 2009. Una vez desaparecieron los «narcóticos» precios altos de las materias primas se asomó fenomenológicamente la estrategia de acumulación por desposesión. En palabras de Claudio Katz refiriéndose a la situación Argentina, pero como si se tratase de América latina:

«El punto crítico de la coyuntura externa se verifica en otro terreno: el realineamiento general de los tipos de cambios (…) La catarata de devaluaciones de Brasil se extendió al grueso de las monedas latinoamericanas y ha sido coronada con la depreciación del yuan chino (…) El país cuenta con pocos instrumentos defensivos para afrontar la nueva tormenta. No tiene suficientes dólares en cartera, a pesar de la excepcional captación de divisas de la última década. Esos fondos salieron de nuestras fronteras con la misma rapidez que ingresaron. Los exportadores expatriaron dinero, las empresas transnacionales remitieron utilidades y el gobierno realizó monumentales pagos de la deuda externa» [6]  

El continente ha sido incapaz de crear mecanismo efectivos para derrotar el proceso de acumulación por desposesión. Durante la última década, y sobremanera posterior al 2009, asistimos a un proceso de intensificación del Imperialismo informal sofisticado, donde el ataque a las monedas se convirtió en el elemento mediante el cual la cooptación de plusvalor hacia el Norte global vía pago de la deuda, fuga de capitales y repatriación de ganancias, daba cuenta de un proceso de expropiación de las riquezas que denotaba que la «década ganada» no fue más que agua entre los dedos. Esta estrategia imperial se intensificará con el previsible aumento de los tipos de interés por parte de la FED, es allí cuando se completará el proceso de externalización de la crisis, siendo América Latina uno de los principales receptores. Las enormes cargas de deuda y la debilidad de las monedas intentarán convertirse en el caldo de cultivo para un amplio proceso privatizador.

Notas:

[1] E. Gudynas, «La necesidad de romper con un «colonialismo simpático»», disponible en: [http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203858] Consultado el: 30-09-2015.

[2] Ibídem.

[3] Véase D. Harvey, El nuevo imperialismo, Akal, Madrid, 2007, p. 97; como también D. Harvey, Breve historia del neoliberalismo, Akal, Madrid, 2007.

[4] Cómo bien han señalado el grupo de trabajo del CENEDET, la influencia del pensamiento neoclásico, es decir, la economía política burguesa-colonial, en categorías como «extractivismo» o «enfermedad holandesa» es incuestionable, a lo que podemos agregar que muchas de estas reflexiones son deudoras de la economía política de David Ricardo. Véase «Ni colonialistas ni simpáticos: una respuesta a Eduardo Gudynas», disponible en: [http://lalineadefuego.info/2015/10/13/ni-colonialistas-ni-simpaticos-una-respuesta-a-eduardo-gudynas/]

[5] E. Gudynas, Cit.

[6] C. Katz, «Argentina: relatos económicos compartidos», disponible en: [http://www.aporrea.org/internacionales/a213959.html]

Malfred Gerig es Sociólogo por la Universidad Central de Venezuela.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.