Ante los resultados estadísticos de la Evaluación Diagnóstica Nacional 2022, es preciso cuestionar el desempeño de las autoridades actuales y denunciar que siguen la ruta marcada por las anteriores, pues anuncian proyectos de avance mientras dan continuidad al atraso y a la corrupción.
El ministro de Educación, Ángel Hernández, declaró que “la sociedad ha invertido muchos recursos y no se ha logrado un avance significativo en materia de aprendizaje”. Nada dice acerca de la calidad del gasto y, por supuesto, no cuestiona la pulcritud en el manejo de los recursos que él considera abundantes, aunque pueden ser incluso insuficientes para enfrentar los graves problemas que presenta el sistema educativo dominicano.
No tiene cabida ese tema en el discurso de un funcionario que ha protegido a su antecesor, pues nada ha hecho para que Roberto Fulcar, quien fue jefe de campaña del presidente Luis Abinader, sea procesado por dispendio y manejos turbios.
Es demagógica la condena de Ángel Hernández a la presencia de la politiquería en las escuelas, pues él mismo está cumpliendo un compromiso politiquero.
Hernández expresó también que toda la sociedad debe involucrarse en los procesos para elevar la calidad de la educación.
El modelo político vigente es incapaz de nuclear a toda la sociedad alrededor de ese objetivo, de modo que este llamado es pura palabrería.
Al compromiso politiquero se suman otros factores que definen la baja calidad del gasto en el sector y están vinculados también a la corrupción.
Un hecho puntual es que están sobrepobladas las aulas en los planteles públicos, a pesar de que en muchos distritos escolares hay una enorme cantidad de técnicos. ¿No se ha dispuesto a analizar estas cifras el ministro? Este es uno entre muchos problemas. Y sería mucho menor si los recursos fueran bien encaminados.
En este aspecto, sigue la ruta de su antecesor, pagando con ascensos la actividad electorera, porque como ascenso y como premio se asume en el sistema la salida de las aulas hacia puestos “técnicos” (entre comillas, porque muchas veces son sueldos regalados) en oficinas distritales o en la sede central del Ministerio de Educación.
La sobrepoblación en las aulas atenta contra el rendimiento estudiantil y disminuye la eficiencia en el desempeño docente debido a la dificultad que crea para la detección de necesidades particulares y el seguimiento al proceso.
Es un elemento para tomar en cuenta cuando se cuestiona la labor de los docentes, pero los funcionarios solo abordan el tema como recurso para chantajear cuando los reclamos sindicales se hacen sentir. Funcionarios con vocación de patronos, se pronuncian contra la labor gremial y condenan toda demanda de mejoramiento en las condiciones de vida y de trabajo de los docentes.
El principal sindicato de docentes en República Dominicana (la Asociación Dominicana de Profesores, ADP) también ha sido tomado por la politiquería y sus dirigentes, en la mayoría de los casos, no se comprometen con el mejoramiento de la calidad de la enseñanza.
El actual ministro de Educación, elitista y partidario de la privatización atribuye al mayor nivel de entrega de padres, docentes y directivos el hecho de que en los centros privados el número de aprobados es proporcionalmente más alto que en los públicos.
¿Acaso buscan las autoridades mejorar la calidad de la enseñanza?
El bajo nivel de rendimiento estudiantil revela las deficiencias no solo en la formación docente sino también en el desempeño dentro de las instancias de dirección, diseño y seguimiento.
¿Exige el Ministerio de Educación a las universidades privadas que asumen programas de formación de docentes el seguimiento correcto del Pénsum y la aplicación, en toda su extensión, de los programas de cada asignatura? ¿Lo hace el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, MESCYT?
Se privilegia la cantidad de docentes graduados y el nivel de participación en cursos sobre el desempeño. El otorgamiento de becas y la exigencia de calificaciones altas para dar continuidad a los estudios en las universidades, instituciones que, a su vez, solo reciben pago mientras el estudiante permanece, conduce al acomodamiento (a veces velado y otras veces descarado) de resultados.
Las universidades se integran al dispendio y a la corrupción y eso se refleja en el bajo rendimiento.
¿Se formará en estas condiciones un cuerpo docente capaz y comprometido con la excelencia en la educación? Obviamente, no.
Es esto parte de la falacia de la formación de docentes.
¿Desconoce esta realidad el ministro Ángel Hernández? Él fue asesor de Abinader en materia educativa desde el inicio del actual gobierno y es fundador y dirigente de una universidad privada.
Pero en los programas de formación son entrenados los docentes que imparten clases en los centros a los cuales acude la gente pobre, que es la mayoría. En un mundo globalizado, las élites buscan en cualquier lugar la satisfacción de sus necesidades o forman islas de eficiencia en algún punto del planeta.
Por eso los organismos internacionales siguen patrocinando un sistema que ya no puede ocultar el caos y la podredumbre y los dirigentes politiqueros siguen dirigiendo lo que siempre han dirigido: la continuidad del atraso.
Hay que repetir lo que dijo Carlos Marx hace casi ciento cincuenta años en la Crítica del Programa de Gotha: “¿Educación popular igual? ¿Qué se entiende por esto? ¿Se cree que en la sociedad actual (que es de la única de que puede tratarse), la educación puede ser igual para todas las clases? ¿O lo que se exige es que también las clases altas sean obligadas por la fuerza a conformarse con la modesta educación que da la escuela pública, la única compatible con la situación económica, no sólo del obrero asalariado, sino también del campesino?”
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