La breve metáfora es como mínimo novedosa y polisémica. Una claraboya es una ventana elevada que permite la iluminación o ventilación natural de un ambiente, un auxilio arquitectónico feliz y comunicativo con el mundo exterior. La formuló el ex Presidente uruguayo Tabaré Vázquez en la presentación del libro «Veto al aborto: estudios interdisciplinarios sobre las […]
La breve metáfora es como mínimo novedosa y polisémica. Una claraboya es una ventana elevada que permite la iluminación o ventilación natural de un ambiente, un auxilio arquitectónico feliz y comunicativo con el mundo exterior. La formuló el ex Presidente uruguayo Tabaré Vázquez en la presentación del libro «Veto al aborto: estudios interdisciplinarios sobre las 15 tesis del Presidente Tabaré Vázquez» que compila el mismo número de autores. Allí sostuvo que «mi posición no es neutral, pero tampoco es un acto de campaña publicitaria sobre la ley 18.987 (de interrupción voluntaria del embarazo) ni es una pedrada sobre la claraboya de la fuerza política a la cual pertenezco». La alusión a la pedrada difícilmente logre eludir su reminiscencia bíblica -particularmente al traerse en un acto convocado por el Opus Dei (OD)-, la de aquella escena en la que los maestros de la Ley y los fariseos le llevaron a Jesús una mujer adultera (presumiblemente Magdalena) y le dijeron: «maestro, han sorprendido a esta mujer en pleno adulterio. La Ley de Moisés ordena que mujeres como ésta deben morir apedreadas» (como actualmente practican aún muchos islámicos femicidas). Más difundida aún fue la respuesta de Jesús y la actitud posterior de los acusadores: «el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra» (Juan 8,7). Para buena parte de los católicos, la tensión entre la condena y el perdón ante el goce sexual se zanja en nuestros días con la asunción de la culpa y la aceptación resignada del «destino natural femenino» en la asunción del rol materno, como desagravio al pecado de la lujuria.
Negando todo carácter político del acto, el presentador enfatizó que «quien pretenda usar mis dichos y las demás intervenciones y esta actividad en su conjunto con fines políticos, partidarios, y electorales, no solo se equivoca, sino que además falta el respeto a la institución convocante, a todos los aquí presentes, a la ciudadanía uruguaya, y a sí mismo». Preferiré correr el riesgo de la equivocación frente al amparo de la cobardía silente, la distracción anecdótica o el oportunismo electoralero, fundado en la mera encuestología y el continuismo elevado a fin. Riesgo que no riñe jamás con el respeto al disertante, a su público, ni mucho menos aún, a la ciudadanía. Analizar, interpretar, acordar o disentir no deroga el respeto hacia nadie, cualquiera sea su investidura o ideología. Por el contrario, humaniza y fraterniza en el intento de ejercer la razón con sus complejidades, bifurcaciones, matices e incertezas.
Tampoco soy neutral en lo que a este tema respecta, sino que me sitúo en las antípodas de los impulsores del «segundo veto» a la ley de aborto. La campaña está instalada y la presentación referida no puede ser sino un momento más de ella. Deberá el lector tener presente que la Corte Electoral fijó para el próximo 23 de junio, es decir dentro de poco más de un mes, la primera consulta voluntaria para ratificar la convocatoria a un posterior referéndum derogatorio sobre la ley que despenalizó, aún con restricciones, el aborto. Por tanto habrá elecciones voluntarias y consecuente campaña instalada para que, en el caso nada improbable de que se presenten 650.000 ciudadanos, se convoque a un referéndum obligatorio que decidirá sobre el particular entre opciones del pasado y del presente. O en otros términos, entre el aborto seguro y gratuito y el oneroso, inseguro y clandestino con su consecuente negocio. Presentarlo así, sintéticamente, tampoco es neutral. La confrontación intelectual, ética y política está instalada.
El acto de presentación del libro es parte de la campaña por la derogación de la ley por dos razones esenciales. La primera es que todo acto público tiene un carácter objetivable, aún en su naturaleza polemizable, totalmente independientemente de las intenciones de sus participantes. Poco elucida lo que un sujeto, un colectivo o una institución diga respecto a lo que hace públicamente, sino lo que efectivamente realiza. La segunda es que explícitamente la intención de los autores y de la institución editora, la Universidad de Montevideo (UM, perteneciente al OD), es indudablemente derogar la ley porque tienen una concepción antiabortista. Y nada más legítimo que luche por sus convicciones. No lo es tanto, la pretensión de encubrirlas en una supuesta apoliticidad. Aún si el OD, aprovechando su cercanía a Dios, hubiera podido solicitar el milagro de transgredir las leyes físicas newtonianas desviando la trayectoria de la piedra hacia la claraboya, lo hubiera hecho dadas sus legítimas concepciones. La piedra impactó y la claraboya está hecha añicos con las previsibles consecuencias potenciales ante inclemencias. Y no es la primera vez que hay que llamar de apuro al vidriero, ni la mano que la arroja puede esconderse debido al carácter público de los actos discursivos y las acciones políticas. Tampoco podría atribuirse a un accidente debido a un error de puntería por las habituales imprecisiones de una improvisación porque la ponencia fue leída. La trayectoria fue concebida de antemano.
La ley fue votada sólo por legisladores frenteamplistas y un diputado del Partido Independiente (indispensable en la sumatoria de legisladores para su aprobación) que aprovechó su coyuntural posición monopólica de fuerza para modificar el texto original ejerciendo una potestad de algo así como la de «vetador parcial» o «solvente», que los escasos votos con los que accedió al parlamento no le otorgaban. Si bien la temática atraviesa horizontalmente a partidos e ideologías varias, a movimientos sociales y pertenencia de género, buena parte de la confrontación político-partidaria estructural del Uruguay actual se refleja en este debate e iniciativa política derogatoria. Si bien el ex Presidente no es único responsable del imaginario al que se lo asocia y a la proyección de su figura como líder político de la coalición progresista gobernante, no puede por ello desconocer las incomodidades y tensiones con las que aherroja a su propia fuerza.
No se trata sólo de la metáfora utilizada. Tanto en la pieza oratoria (puede descargarse el audio de la página de la UM) cuanto en el acto mismo, encuentro recurrentes contradicciones entre lo afirmado y la realidad, como cuando sostiene su aspiración de que el libro permita superar un «debate falso e innecesariamente polarizado», entre los que están a favor y en contra del aborto. Se celebra su aspiración antimaniquea, pero el libro sólo parece contener contribuciones de condena de la práctica abortiva. He usado la palabra «parece» por mi ignorancia sobre el contenido, ya que el libro no ha llegado a las costas argentinas y por tanto no he podido leerlo, como tampoco pareciera tener mayor disponibilidad en Uruguay. No figura en el catálogo de la librería on line uylibros.com, ni en otras internacionales como amazon. Tampoco lo han conseguido algunos amigos uruguayos en librerías. Sí puede leerse en la biblioteca de la UM, donde hay sólo 1 ejemplar disponible en la sede Carrasco y 3 en la sede central. Pero he hecho un relevamiento de cada uno de los 15 autores como para inferir esta conclusión provisional. Aún si quedaran dudas sobre la naturaleza política del acto, ¿guarda relación alguna la repercusión de la presentación con la escasa distribución e impacto que el libro viene teniendo al punto de ser prácticamente inhallable o requerir de arqueología bibliográfica?
Entre otras inversiones de la realidad, el libro pretende presentarse como académico. Lamentablemente, las reglas del mundo académico son muy estrictas, plagadas de jerarquías, certificaciones y procedimientos formales. Muchas más de las que quisiera y con las cuales tengo una relación de cierta incomodidad. Pero son las vigentes en todo el mundo científico. Un libro académico debe estar avalado por referatos, cuyos procedimientos y normas están instituidos y normativizados previamente y es recomendable además que la institución editora cuente con prestigio. Precisamente la Universidad de Montevideo (UM), viene de pasar hace menos de un año por el mayor papelón que haya visto nunca en la vida universitaria al punto de tener que retrotraer la designación de su rectora, luego de que revelara criterios de selección homofóbicos de su cuerpo profesoral sobre los que no creo que se hayan sacado las debidas conclusiones y tomado las medidas pertinentes para su rectificación. Como sugiere la periodista Rosario Touriño en la última edición del semanario Brecha, se trata de un texto de opinión. Esto no lo desmerece en absoluto. Suelo disfrutar mucho más de la lectura de trabajos ensayísticos y de opinión o de los análisis de la prensa aguda que de la producción académica. La distinción entre un libro académico y otro de opinión no la establecen los autores o los presentadores sino la procedencia y fundamentalmente la mecánica y fundamentos del ejercicio editorial.
El episodio de la presentación y la actual encrucijada plantean problemas de índole más amplia y generalizada que los de una -relevante- ley sanitaria. El espacio obligará a dejarlos para una próxima oportunidad. He señalado en varios artículos previos que algunos acontecimientos políticos (por ejemplo aquel episodio vergonzoso de la UM) abren interrogantes e irresoluciones que trascienden su carácter puntual y sus disparadores. En su casi totalidad repercutirán sobre el FA, cuyos rasgos genéticos hasta el momento inimitados internacionalmente están determinados por la organicidad de sus estructuras y su relación con los movimientos sociales y la sociedad civil, por su priorización de los programas por sobre sus ejecutantes, por el énfasis de la institucionalidad por sobre las personalidades y sus narcisismos, por la relativa proximidad entre dirigentes y dirigidos.
Pero un organismo vivo no son sólo sus genes sino también su desarrollo, que siempre puede contener deformaciones, sobre todo si no se las diagnostica a tiempo y se las trata.
Y si no se repara la claraboya con un buen blindex.
Emilio Cafassi. Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano.
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