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La guerra se asoma en Sri Lanka

Fuentes: Rebelión

El conflicto entre tamiles y cingaleses se acerca a una situación de guerra abierta y declarada. Eso es al menos lo que se puede desprender de los acontecimientos de los últimos meses y la reciente decisión del gobierno cingalés de romper oficialmente el acuerdo de alto el fuego de 2002. Tras el anuncio gubernamental, a […]

El conflicto entre tamiles y cingaleses se acerca a una situación de guerra abierta y declarada. Eso es al menos lo que se puede desprender de los acontecimientos de los últimos meses y la reciente decisión del gobierno cingalés de romper oficialmente el acuerdo de alto el fuego de 2002.

Tras el anuncio gubernamental, a partir del dieciséis de enero, el acuerdo deja de existir formalmente, aunque como veremos a continuación buena parte del mismo había dejado de tener vigencia desde mediados de 2005, con acusaciones de ambas partes de haber violado lo acordado y de convertir el mismo en mero papel mojado. A partir de ahora, tras la maniobra de Colombo, «el acuerdo de seis años de alto el fuego y al búsqueda de una salida negociada del conflicto han sido arrojados al cubo de la basura», como mantiene un analista regional.

Si durante estos dos últimos años y medio la escalada del enfrentamiento armado no ha cesado, el pasado 2007 ha significado sin duda alguna un importante salto cuantitativo y cualitativo en la confrontación armada. Durantes ese año, las fuerzas militares e Sri Lanka y sus aliados paramilitares (el EPDP en el norte y el grupo del coronel Karina en el este) han continuado con su campaña de secuestros (conocidos como «furgonetas blancas»), torturas y muertes de civiles tamiles. Las zonas liberadas por el LTTE han sido sometidas a bombardeos y a bloqueos, además, en otras partes de la isla, como en la capital, Colombo, se han producido expulsiones masivas de población tamil.

En este contexto, varios periodistas tamiles han sido detenidos, silenciados o muertos (Sri Lanka ocupa el tercer puesto en el ranking de periodistas muertos violentamente). El secuestro de un alto cargo universitario tamil en Colombo, en una zona de «alta seguridad», o atentados mortales contra el parlamentario tamil Nadarajah Raviraj, o del periodista Sivaram, han quedado impunes.

Ambas partes han venido incrementando sus ataques militares. Mientras que las fuerzas cingalesas han lanzado operaciones para acabar con los dirigentes del LTTE (en noviembre, el líder del brazo político, S.P. Thamilselvan, moría junto a otros altos cargos tamiles en un ataque aéreo; e incluso el líder tamil, Velupillai Prabhakaran, podría haber sido herido en otra operación militar).

Paralelamente, el gobierno de Colombo, con el apoyo de diversos actores internacionales, ha lanzado una campaña para criminalizar el apoyo de la diáspora tamil al LTTE. Así, entre abril y mayo, diferentes ciudadanos tamiles han sido detenidos en Francia, Nueva York o Australia.

Por su parte, el LTTE ha respondido con importantes ataques, considerados por algunos como de «alto perfil» (recientemente acabó con la vida de un ministro), también ha lanzado varios ataques suicidas que han provocado un gran número de víctimas, y durante el pasado año, la fuerza aérea tamil ha logrado por primera vez alcanzar importantes objetivos militares de Sri Lanka.

El enfrentamiento armado ha supuesto un alto precio para ambas comunidades. En Sri Lanka, «las muertes extra-judiciales, las desapariciones, los desplazados y los secuestros» han colocado al país en un «punto crítico» según denuncian algunos organismos internacionales, que además señalan que la mayoría de las víctimas con tamiles.

Por otra parte, la economía también se resiente, «con una inflación del 17%, una tasa de paro en torno al 6,5% un déficit del 8,4%». Y mientras, el presupuesto militar sigue creciendo, la momeada local se devalúa, «mientas que otras en la región crecen», y al industria del turismo sufre un importante declive.

El gobierno cingalés parece haber cedido a las presiones políticas y militares y optar por una salida meramente militar. En el aspecto político, el consenso de hace dos años se ha roto y el gobierno ha perdido importantes aliados, quedando condicionado al apoyo del chauvinista JVP y del reaccionario clero budista, enemigos acérrimos del derecho de autodeterminación tamil y defensores a ultranza de la «unidad» del país.

Además las presiones militares, basadas en el convencimiento de los mandos de la victoria militar sobre el LTTE en 2008, e incluso hablan de su «total aniquilación». En esa dirección, los militares cingaleses llevan meses desarrollando una ofensiva a gran escala contra el territorio tamil, contando con la ayuda de paramilitares y evacuando a las ONGs de la zona, para evitar «testigos incómodos».

En este teatro también aparecen los actores externos. Los intereses estratégicos de Washington en Sri Lanka están directamente ligados a los objetivos de la superpotencia mundial en Asia, intentando prevenir cualquier presencia de un poder regional o local que ponga en duda el acceso político, militar o económico de EEUU en esta parte del globo. Sin olvidar a demás de la posición geoestratégica que ocupa la isla, entre los estrechos de Malaca y Hormuz. Además conviene recordar las estrechas relaciones que han mantenido los militares y los servicios de inteligencia cingaleses con el MI6 y la CIA.

Mientras tanto, la llamada comunidad internacional, parece que se alía, por diversos motivos, con el gobierno de Colombo. India y EEUU le asisten con equipamiento militar, al igual que China y Pakistán. Rusia, Ucrania y la República checa también aportan armamento, e incluso Irán podría estar negociando un acuerdo con el gobierno cingalés.

El pueblo tamil, y sus representantes, siguen mientras tanto demandando el derecho a ejercer su libre determinación. Y ante esta grave situación, se ha mostrado dispuestos a cumplir todas las cláusulas de lo acordado en el acuerdo de alto el fuego, al tiempo que solicitan a los mediadores noruegos que continúen su labor en el proceso.

Con más de cuatro mil muertos el pasado año, este conflicto es uno de los más violentos del mundo, y todavía puede empeorar en los próximos meses. A pesar de los reveses recientes de los tamiles, el gobierno cingalés puede cometer un grave error si se cree la propaganda de los militares, «la guerra contra el LTTE se vence en un año». Dos décadas y media de guerra abierta en el pasado dan muestra del fracaso de la estrategia militar como única  vía para solucionar el conflicto.

Es hora de que la comunidad internacional reconozca el derecho del pueblo tamil para vivir en paz y crear el futuro que decidan libremente. De no ser así, y ala vista de los últimos acontecimientos, la guerra, con toda su crueldad, estaría a punto de instalarse por mucho tiempo en la isla asiática.

TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)