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Cuatro elecciones clave hasta diciembre

La izquierda cerca de inclinar la balanza en América Latina

Fuentes: APM

Brasil, Ecuador, Nicaragua, Venezuela elegirán presidentes y todo indica que se consolidará la tendencia a que gobiernen la izquierda o centro izquierda. Washington, en alerta. Desde el primero de octubre hasta el 3 de diciembre habrá cuatro elecciones generales en Latinoamérica, todas con diferentes características pero cada una de ellas, claves para el futuro político […]

Brasil, Ecuador, Nicaragua, Venezuela elegirán presidentes y todo indica que se consolidará la tendencia a que gobiernen la izquierda o centro izquierda. Washington, en alerta. Desde el primero de octubre hasta el 3 de diciembre habrá cuatro elecciones generales en Latinoamérica, todas con diferentes características pero cada una de ellas, claves para el futuro político y económico de los pueblos de la región.

El año electoral ya tuvo varios capítulos y el tablero político está repartido entre naciones que cambiaron de rumbo -Bolivia con Evo Morales, que encara un proceso de corte socialista-, otros que lo ratificaron -Colombia, con el presidente Uribe aliado a Estados Unidos- y otros que, con un pasado socialdemócrata, cada vez se inclinarán más hacia la derecha, como el caso de Perú que gobierna hace un mes Alan García.

En el limbo aun se encuentra el proceso electoral en México, aunque ya casi nadie duda que el tribunal electoral de ese país dé el triunfo al candidato del oficialista Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón, luego de unos comicios con mucho aroma a fraude en perjuicio del centro izquierdista Andrés Manuel López Obrador. El futuro gobierno conservador no podrá ignorar a más de 15 millones que optaron por el cambio.

Es en este contexto en que las elecciones que restan en estos meses pueden inclinar la balanza hacia procesos políticos de liberación y de desarrollos nacionales y progresistas ya no tan dependientes de modelos exógenos, o mantener relaciones más estrechas con el gigante imperial.

Justamente, en cada batalla electoral está por detrás y por delante la acción omnipresente de Estados Unidos, que impulsa a sus propios candidatos con poco, mucho o nada de discreción, según la circunstancia y el clima político. Históricamente ha sido así y hoy Washington tiene más motivos para intervenir, dado el marcado cambio de rumbo regional. La reciente elección en Perú tanto en la primera como en la segunda vuelta, fue un claro ejemplo de intervención, esta vez solapada, al apoyar a los candidatos que representan mejor sus intereses.

Acaso la elección más importante por volumen de población y peso económico y estratégico continental sea la contienda electoral en Brasil. El actual presidente Inacio Lula Da Silva va a la reelección y se cree que no corre de riesgos de seguir en el Palacio Planalto por otros cuatro años. Aun cuando ha tenido corto circuitos con las bases del Partido de los Trabajadores (PT) que lo llevaron a la presidencia en 2002, mantiene, a un mes de la elecciones del 1 de octubre, altos niveles de aceptación popular.

Su contrincante principal, es el gobernador del poderoso estado de San Pablo, Gerardo Alckmin, que está impulsado por el Partido Social Demócrata Brasileño y el Frente Liberal (PSDB-PFL), representantes de la centroderecha brasilera.

Pero el dirigente surgido del partido del ex presidente Enrique Cardozo no tiene muchas chances de sentarse en el sillón presidencial. Las encuestas lo muestran muy abajo en las preferencias -alrededor del 20 por ciento- con pocas chances de dar el salto que necesita para hacer disputarle la elección a Lula. Por si fuera poco, no genera entusiasmo ni en las filas de su propio partido.

En orden cronológico, la siguiente elección será en Ecuador, el 15 de octubre, donde el escenario se presenta disgregado entre muchas fuerzas políticas y el resultado es incierto, pero con una tendencia a un crecimiento de partidos nuevos y de tendencia hacia la izquierda o centro izquierda. Hasta partidos tradicionales como el Partido Social Cristiano o el Roldosista han girado por conveniencia coyuntural hacia un discurso progresista, aunque con un cansancio en la población que les hace perder espacio gradualmente.

Las agrupaciones Bolivarianas inspiradas en el proyecto que encarna Hugo Chávez en Venezuela también están ganando espacio en Ecuador, pero aun las encuestas dirigidas no muestran grandes cambios, mientras si muestran arriba a lo que en Ecuador es popularmente conocido como la «partidocracia», es decir los partidos tradicionales.

Por su parte en Nicaragua, el país centroamericano con una larga tradición de lucha popular, los comicios serán el 5 de noviembre y todo indica que el izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional que encabeza Daniel Ortega se alzará con las elecciones.

El ex presidente en la década de los ’80 que perdió en sus tres intentos de repetir durante la década del ’90, lidera las encuestas con un 35 por ciento de intención de votos y compite con dos referentes de la derecha y un escindido del Sandinismo.

Eduardo Montealegre, el candidato de Alianza Liberal está fogoneado por casi todo el establecimiento nicaragüense, los empresarios y principalmente por la embajada de Estados Unidos para frenar el avance de la izquierda. Fue ministro de varias carteras durante el gobierno del fallecido ex genocida y conservador presidente Arnoldo Alemán, durante 1997 y 2002.

Otros postulantes con menos posibilidades son ex vicepresidente José Rizo, también de la derecha vernácula, y Edmundo Jarquín, un dirigente de izquierda que se fue del Sandinismo con críticas a Ortega.

Según un último sondeo, Ortega tiene un 32,1 por ciento de intenciones de voto, seguido de Montealegre con un 25 por ciento. La ley electoral nicaragüense dice que un aspirante puede ganar en primera ronda la presidencia si obtiene al menos un 40 por ciento de votos válidos, o también si obtiene un 35 por ciento y una ventaja de cinco puntos sobre el segundo candidato con más votos.

Por último el caso de Venezuela, el más emblemático en cuanto a posición ideológica y carta de presentación ante el resto del mundo. Hugo Chávez va por su tercer mandato y quiere ratificar por sexta vez en las urnas el rumbo de su Revolución Bolivariana.

No tendrá problemas en continuar en el poder ya que sus índices de popularidad se ubican por encima del 70 por ciento y la oposición derechista, reunida principalmente en torno al gobernador del Estado de Huila Manuel Rosales, a pesar de sus esfuerzos sólo cuenta con las simpatías de la minoría de la población, no casualmente el sector más privilegiado antes de la llegada de Chávez.

Rosales es el candidato impulsada por los partidos tradicionales Acción Democrática (AD) y COPEI (que se repartieron el poder hasta la llegada de del bolivariano en 1998), por la corporación mediática y financiado por la administración Bush. Además hay otros 27 inscriptos para el 5 de diciembre con escasas chances electorales.

En este sentido, el rumbo venezolano seguirá en manos de las clases populares y medias que apoyan a Chávez en el proceso de cambio «hacia el socialismo» como su líder pregona. Cuenta, para ello con la decisión política de asociarse al Mercosur y salir de la Comunidad Andina de Naciones, ayudado por los estratégicos recursos naturales de sus suelos, el petróleo y el gas que han llevado al país a un crecimiento sostenido.

¿Hacia donde irán las democracias regionales? Con algunas excepciones como el Chile liberal o algunos países centroamericanos conservadores, y dentro de una pluralidad poco vista en el resto del mundo, los pueblos latinoamericanos están llevando a la práctica, -acaso lenta pero tozudamente-, lo que soñaron los revolucionarios del siglo XIX y principios del siglo XX, los Bolívar, Morelos, Alfaro, San Martín, Zapata, Sucre, Artigas… una América Latina unida y más justa.