Con un 60% de desaprobación ciudadana y denuncias de “falta de transparencia” en su proceder, el gobierno de Pedro Castillo está cada vez más bajo la mira. En una entrevista con el Dipló, el sociólogo Fernando Tuesta Soldevilla analiza la realidad peruana y el recorrido de Castillo hasta el momento.
Fernando Tuesta Soldevilla es uno de los mejores observadores de la política peruana. Su experiencia académica lo respalda: es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, magíster y licenciado en sociología por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), además de haber realizado estudios de doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Heidelberg. Sus reconocimientos profesionales no son menores: fue, entre 2000 y 2004, jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE); entre 2005 y 2011 desempeñó el cargo de director en el Instituto de Opinión Pública de la PUCP y en 2019 fue presidente de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política.
Con ese bagaje, Tuesta analiza los seis primeros meses de gobierno del izquierdista Pedro Castillo, quien derrotó el año pasado a la derechista Keiko Fujimori en una elección presidencial muy polarizada. “Creo que, de alguna manera, se confirmó que el Presidente no tiene conocimiento sobre muchas materias y le falta preparación”, dice Tuesta a el Dipló como reflexión inicial a lo observado en los últimos días a raíz de las entrevistas concedidas por Castillo a tres medios de comunicación. La última, para la cadena CNN en Español, ha generado, sin duda, mayor repercusión para los peruanos. Actualmente, Castillo tiene 60% de desaprobación ciudadana.
Rodrigo Chillitupa Tantas: ¿Los seis meses del gobierno de Pedro Castillo se han caracterizado por el caos, el desorden y la falta de transparencia?
Fernando Tuesta Soldevilla: Sí, totalmente. Era esperable la improvisación del presidente Castillo. Es una persona que no estaba preparada para hacer una campaña electoral y, quizá, apuntaba tan solo a superar la valla electoral que conservaba la inscripción de su partido. Hemos visto una falta total de transparencia, que alimenta zonas grises y pone en un segundo plano las exigencias que se le debe pedir a una persona con un cargo como el suyo.
—¿Recuerda algún periodo presidencial tan desgastante en su etapa inicial?
—Ninguno. Lo cierto es que Castillo ha tenido una oposición recalcitrante al inicio, pero eso no ha sido lo único.
—En parte, la crisis que atraviesa Castillo es por su falta de definición. No se sabe qué rumbo desea llevar. Gobernar con la izquierda, posicionarse al centro o ser pragmático. ¿Esto puede generarle problemas para su gestión?
—Castillo es un efecto, en la medida en que su candidatura presidencial provocó que la gente se identifique con él, al punto de llevarlo a la presidencia. Recordemos que, entre la primera y segunda vuelta, le sacó una ventaja enorme a Keiko Fujimori. Y terminó con una diferencia de tan solo 40 mil votos en el balotaje final. Lo que quiero decir con esto es que se llegó a esa situación por los errores de Castillo. Y se trasladó a una presidencia donde hay improvisación, falta de transparencia y desorden para guiarse en grupos de referencia que le permitan elegir bien a sus funcionarios. Lo primero que hizo al asumir su cargo fue repartir cargos a sus allegados. Es un Presidente minimalista.
—Y tampoco ha logrado aterrizar sus planes de gobierno.
—No tiene idea cómo hacerlo. Cuenta con las ideas genéricas de la izquierda peruana, como la Asamblea Constituyente, y otras suyas, como la disolución de la Defensoría del Pueblo y el Tribunal Constitucional, pero carece de formación política. Diría yo que el presidente Castillo también tiene un problema de cultura general. Él es producto, lamentablemente, de la mala educación pública que hay en el Perú. El Presidente es maestro y, a veces, uno se pregunta cómo enseñaba a sus niños en su escuela. No tiene capacidad de síntesis y, cuando le preguntas sobre algo, no te responde porque se va por las ramas.
—Si el Presidente cuenta con serias limitaciones, ¿debería rodearse de tecnócratas?
—Castillo es un hombre, con todas las limitaciones que hemos visto, que se posicionó en la izquierda desde el primer momento. Pero, a la vez, es también pragmático porque carece de un pensamiento ideológico. Creo que él no se separará de su partido, Perú Libre, porque teme que lo vaquen.
—Precisamente, sobre el sostén político que debería tener Castillo, también hay disputas dentro de su partido y riñas con otras organizaciones de la izquierda peruana. ¿Este panorama también podría pasarle factura a su régimen?
—Bueno, lo primero es que en Perú no hay una coalición de izquierdas. Perú Libre no quiere saber nada con Juntos por el Perú, aliado del presidente. Hay una disputa entre Vladimir Cerrón y Verónika Mendoza por los cargos dentro del gobierno. Ya vimos que los cuadros de Perú Libre salieron del ejecutivo. Y el Frente Amplio, partido de izquierda también aliado de Castillo, no tiene bancada en el Congreso. Entonces, vemos que la izquierda va tener que cargar, ahora y más adelante, con los pasivos de Castillo.
—¿La administración de Castillo determinará el futuro político de la izquierda peruana?
—Totalmente. Por el momento, lidera un gobierno de izquierda y los resultados son malos. Esto les va a pasar factura. Así como sucedió con Sendero Luminoso, que enterró por años a la izquierda, también podría suceder con el Gobierno de Castillo.
—¿Cuánto ha afectado para la gobernabilidad de este régimen el factor Vladimir Cerrón, líder del partido de gobierno Perú Libre?
—De hecho, el gabinete de Guido Bellido, un hombre de confianza de Cerrón, fue más un costo que beneficio para el presidente Castillo. No aportó absolutamente nada y se perdió bastante tiempo para el gobierno.
—¿Por qué posibilidades podría optar Castillo para encaminar el rumbo perdido?
—No le veo muchas opciones. Creo que el acuerdo de Castillo con Cerrón y Perú Libre se mantendrá. Mientras tanto, en el trabajo con el Congreso, las bancadas de derecha seguirán recalcitrantes frente a su gestión. Lo que debería hacer es tender puentes con los partidos que no están en los extremos –como Acción Popular, Alianza para el Progreso, Partido Morado y Somos Perú– para sacar adelante sus propuestas.
—¿A quién podría favorecer un hipotético fracaso de la gestión de Castillo? ¿A una opción de extrema derecha?
—De hecho, observamos que la extrema derecha está muy bien identificada en Fuerza Popular, Avanza País y Renovación Popular, opositores al gobierno de Castillo. En octubre [cuando se realizarán las elecciones municipales y regionales] habrá que tener cuidado, porque todavía no hay un compuesto definido de este bloque.
—¿En qué aspecto, más allá de los caminos legales, debería discutirse el tema de la Asamblea Constituyente?
—La Asamblea Constituyente se ha convertido en la bandera de la izquierda. Para ellos, todos los problemas se van a resolver con una nueva Constitución. Para empezar, tenemos 13 constituciones en la historia que han nacido por intermedio de las Asambleas Constituyentes que, a su vez, canalizaron crisis mayores dentro del país. Entonces, no hay ninguna Constitución que haya nacido en época democrática, sino que fueron producto de las crisis. No creo que, si se convocan a elecciones para la Asamblea Constituyente, salgan congresistas llenos de virtudes y valores para trabajar en una nueva Constitución.