Quizás nunca más o por lo menos por mucho tiempo el terrorismo wahabita, a excepción de Afganistán y Somalia, no protagonizará acciones espectaculares como los atentados de París en noviembre de 2015 o la toma de una ciudad como Marawi de 200 mil habitantes, en el sur de Filipinas, donde el grupo Abu Sayyaf y […]
Quizás nunca más o por lo menos por mucho tiempo el terrorismo wahabita, a excepción de Afganistán y Somalia, no protagonizará acciones espectaculares como los atentados de París en noviembre de 2015 o la toma de una ciudad como Marawi de 200 mil habitantes, en el sur de Filipinas, donde el grupo Abu Sayyaf y la banda de los hermanos Maute, funcionales al Daesh, pudieron resistir a un ejército regular casi seis meses (mayo 23 de 2017 a noviembre 16), pero sí se volverán a repetir acciones como lo sucedido en pleno centro de Paris, este último sábado por la noche, cuando un hombre de 20 años, de origen checheno atacó con un cuchillo a cinco transeúntes en la calle Monsigny, próxima a la Ópera Garnier, logrando matar a uno y herido a otros cuatro, dos de ellos de gravedad. Inmediatamente de producido el asalto, el atacante fue muerto por acción de la policía. Como es de norma e imposible de confirmar, el Daesh, se adjudicó el ataque.
Casi a la misma hora a unos 12 mil kilómetros de distancia en la ciudad indonesia de Surabaya, la segunda más poblada del país, en la isla de Java, en el oeste del país, surasiático, una serie de ataques se producían contra tres iglesias cristianas.
A las 7.30 de la mañana una familia integrada por los padres y cuatro hijos realizó los tres ataques coordinados, con una diferencia de 10 minutos cada uno, ocasionado al menos 13 muertos y 41 heridos. El primer objetivo fue la iglesia católica Santa María de Ngagel Madya, donde murieron las primeras cuatro personas, después de que una motocicleta con un explosivo en el tanque, conducida por los dos hermanos mayores de la familia de 18 y 16 años estacionaron frente a la explanada de la iglesia, tras lo que se produjo la explosión, según se ve en las cámaras de seguridad. El ataque se produjo en un momento en que el edificio había pocos feligreses porque ya había terminado una de las misas matinales y falta un rato para el inició de la siguiente.
El segundo ataque fue contra una capilla protestante GKI Diponegoro, donde murieron otras dos personas, en el que protagonista fue el padre de la familia que estrelló su auto bomba contra las puertas del templo. El último ataque cuyo objetivo fue la Gereja Pantekosta Pusat Surabaya (Iglesia Pentecostal del Centro Surabaya) de la calle Arjuno, donde murieron otras dos personas, el ataque fue conducido por la madre de la familia, que llevaba un chaleco explosivo, acompañada por sus dos hijas menores de 12 y 9 años. Según informó la guardia de la iglesia poco rato antes de la explosión le habían sido impedido el ingreso a una mujer con dos menores que pretendía entrar con dos bolsas en las manos. Además expertos en explosivos debieron desarmar varias cargas ocultas en cercanías de la iglesia.
La policía informó que la novena víctima mortal se produjo entre los heridos que había sido derivado a un hospital cercano, mientras que no se ha podido constatar más víctimas además de las ya contabilizadas y de los miembros de la familia.
Según las autoridades la familia protagonista de los tres atentados pertenecía al grupo local Jamaah Ansharut Daulah (JAD), un grupo conocido por las fuerzas de seguridad en 2015, cuando realizó su bayat o juramento de lealtad al Daesh y cuyo líder es Aman Abdurrahman, está acusado de seguir dirigiendo la organización desde la cárcel y ser el cerebro de muchos de los ataques producidos en el país en los últimos años, a pesar de su encierro.
Existen indicios para sospechar que al menos los padres de la familia habrían llegado de Siria, apenas unas semanas atrás, tras haber combatido en esa guerra durante varios meses, donde aprendieron tácticas militares y armado y colocación de explosivos. Se estima que otros 500 indonesios ya habrían regresado del Levante para incorporase al JAD.
Desde enero de 2016, en que cuatro muyahidines suicidas y varios hombres armados atacaron una zona comercial y diplomática del Yakarta, dejando 7 muertos y 20 heridos en pleno centro de la ciudad de Yakarta, (Ver: Estado Islámico en el reino de los monzones) Indonesia no registraba acciones terroristas importantes.
Si bien Indonesia es la nación con la mayor población musulmana del mundo, casi un 90% de los 260 millones de habitantes, el fundamentalismo es escaso y la convivencia con los otros credos ha sido históricamente armoniosa. Aunque existe un antecedente de ataques a iglesias en la navidad del año 2000 donde se produjeron 20 muertos.
La coincidencia entre el ataque de Paris y los de Surabaya, puede estar dada por la proximidad de la celebración del Ramadán, el mes de ayuno musulmán, considerado como una de las fechas más sagradas para su fe y la que las bandas terroristas utilizan con mucha frecuencia para incrementar sus ataques.
Un mal crónico en el sudeste asiático
Los asaltos de este domingo en la ciudad de Surabaya, estarían íntimamente ligados a la crisis de la presión de máxima seguridad de Mako Brimob en Depok, al oeste de Yakarta, del pasado martes 8, donde un grupo de aproximadamente 150 presos vinculados a terrorismo wahabita, protagonizaron un motín de cerca de 36 horas, durante las que alcanzaron a robar gran cantidad de armamento y a tomar a cinco miembros del grupo de élite anti insurgente Densus 88, como rehenes, a los que finalmente decapitaron tras ser torturados.
En el trascurso de esas 36 horas el Jamaah Ansharut Daulah, desplegó una fuerte campaña en las redes sociales, donde se difundieron imágenes en vivo desde el interior de la cárcel donde los amotinados declararon lealtad al líder del Daesh, Abu Bakr al-Bagdadí, y mostraron los cadáveres de los guardiacárceles. Se cree que de estos sucesos no estaría exento el sheik Aman Aburrahman.
Indonesia, es una nación-archipiélago, compuesta por unas 17 mil islas que a lo largo de su historia, particularmente tras la guerra antisoviética de Afganistán, ha enfrentado distintas guerrillas insurgentes de signo wahabita, durante los años noventa dirigida por organizaciones vinculadas a al-Qaeda. Siendo la sangrienta la de 2002, en Balí, donde los terroristas del grupo Jemaah Islamiyah (Comunidad Islámica) , asesinaron cerca de 200 personas, en su mayoría turistas extranjeros. Aunque fueron frecuentes otros ataques de menor grado, como el coche bomba frente a la embajada australiana en Yakarta de 2004 que mató a 10 personas, los ataques explosivos contra el mercado en la ciudad de Tentena en Sulawesi Central en mayo de 2005 que produjo 22 muertos y un nuevo ataque suicida en Bali en octubre de ese año donde tres militantes suicidas se detonaron en un restaurant asesinando a 20 personas. En julio de 2009 comandos suicidas atacaron en simultaneo las instalaciones de los hoteles Ritz-Carlton y JW Marriott de Yakarta, dejando siete personas muertas, seis de ellas extranjeros y más de 40 heridos.
La lucha antiterrorista encarada por las autoridades de Yakarta, consiguió aquietar sus acciones hasta el surgimiento del Daesh en 2014, que presentaba una nueva estrategia para los fundamentalistas.
La actual situación en todo el sudeste asiático es altamente, conflictiva ya que tras la retoma de Marawi, el ejército filipino encontró que junto a los miembros locales de la banda Abu Sayyaf, había actuado centenares de muyahidines indonesios, además de afectivos de otras nacionalidades que veteranos de Irak y Siria, de los cuales no se ha podido saber cuántos de ellos han sobrevivido y en qué lugar puedan estar agazapados para seguir extendiendo la sombra del terror.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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