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La multipolaridad: ¿dos mundos, o disputa interimperialista?

Fuentes: Rebelión

La Primera Guerra Mundial tuvo como consecuencia principal la apertura de una brecha en el frente único imperialista y la separación de Rusia del sistema capitalista mundial. Luego, como producto de la victoria del sistema socialista en la URSS, el capitalismo dejó de ser el único sistema en la economía mundial. Zhdánov   La Segunda […]

La Primera Guerra Mundial tuvo como consecuencia principal la apertura de una brecha en el frente único imperialista y la separación de Rusia del sistema capitalista mundial. Luego, como producto de la victoria del sistema socialista en la URSS, el capitalismo dejó de ser el único sistema en la economía mundial.

Zhdánov

 

La Segunda Guerra Mundial que culminó con la victoria antifascista impuso una nueva correlación de fuerzas en lo internacional, la cual fue construyéndose en las Conferencias de Teherán, Yalta y Potsdam y habría de concretarse en el surgimiento de la Organización de las Naciones Unidas.

Tal correlación no fue resultado de una confrontación interimperialista por reparto de territorios y mercados, por la búsqueda de una mejor posición en la pirámide imperialista, pues la naturaleza de la Segunda Guerra Mundial fue la búsqueda de la destrucción del socialismo en la URSS, lo que contó en principio con la complicidad y aval de los países involucrados en el conflicto, aún de aquellos que más tarde harían parte de los Aliados. Es conocido que Inglaterra tenía entre sus objetivos la liquidación del socialismo -«ahogar al niño en la cuna»- desde 1917, año en que triunfó la Gran Revolución Socialista de Octubre y se instauró el poder de los soviets, es decir el poder de los obreros y campesinos. EEUU esperó a ver como se definían las fuerzas1, pero aún avanzada la guerra, entre los monopolios norteamericanos y los de Alemania Nazi se mantenían fuertes vínculos comerciales y financieros. Puede afirmarse que en general los países imperialistas tenían una sorda complicidad con los objetivos anticomunistas del fascismo alemán y las políticas guerreristas de Hitler, que aguardaban la derrota de la URSS2 en tanto que país que construía un mundo nuevo.

La construcción socialista en la URSS era un hecho inobjetable después del derrocamiento del viejo orden; con la colectivización del campo y la industrialización, basados en el poder obrero, la socialización de los medios de producción, la planificación central, surgía una nueva sociedad que representaba el anhelo de los explotados del mundo; los obreros de todos los rincones del planeta veían la vida nueva como un ejemplo a seguir y se organizaban en consecuencia, desafiando la represión de la clase dominante. En la URSS el trabajo, la salud, la vivienda, la educación, la cultura eran garantizados para el proletariado; la emancipación de la mujer daba pasos agigantados; los niños crecían en condiciones diferentes a las de sus padres y abuelos, que habían tenido que trabajar desde temprana edad sometidos por un régimen oprobioso de semiesclavitud. La estadística no miente: la vida nueva se abría paso con la revolución proletaria, con la construcción del socialismo-comunismo, con gran optimismo a pesar de los sacrificios y dificultades provocados por la contrarrevolución interna y externa.

De manera consecuente la URSS se convirtió también en una base de apoyo para el proletariado y su lucha a escala internacional, en primer lugar, con la construcción de un país multinacional; con la forja de la Internacional Comunista, que permitió que en buena parte del mundo se organizaran partidos comunistas acelerando positivamente la lucha de clases en el contexto de la crisis general del capitalismo que inició en 1929; se dieron por doquier estallidos revolucionarios que recibieron el firme apoyo del poder soviético: en Hungría, Turín, Shanghái, Brasil con la Columna Prestes, el triunfo del poder popular en Mongolia. Las luchas revolucionarias en China y en España Republicana contaron siempre con el apoyo de la Unión Soviética, respaldo que, enfatizamos, no se manifestaba sólo en declaraciones de solidaridad, sino en una política concreta, tangible, de vidas y bienes.

Junto con la Comintern, la KIM, la Profintern -es decir los partidos comunistas, las juventudes comunistas y la Internacional de Sindicatos Rojos-, que contribuyeron a forjar al movimiento comunista, también había un silencioso pero vital trabajo para traducir las obras del marxismo-leninismo a diferentes idiomas, proporcionando una ayuda extraordinaria a la fusión del socialismo científico con el movimiento obrero. Para los que suscribimos la tesis marxista de que las ideas pueden convertirse en fuerza material, el rol de Ediciones en Lenguas Extranjeras (y sus sucesivas denominaciones) del Instituto Marx-Engels-Lenin-Stalin de Moscú, del aparato de traducciones de la Comintern para poner los clásicos a disposición de los trabajadores del mundo, potenció fuertemente y hasta nuestros días el accionar de toda fuerza revolucionaria.

El rol de la URSS, altamente subversivo, fue comprendido por la reacción; y frente a la ola revolucionaria, el imperialismo desató la fuerza contrarrevolucionaria del fascismo, permitió el rearme de Alemania e incentivó el rol belicista de los monopolios que se expresaban políticamente en el partido Nazi y en la doctrina designada específicamente «anti-Comintern».

El carácter de la guerra que se preparaba fue muy claro para la Internacional Comunista y sus secciones nacionales; la defensa de la URSS era la defensa del socialismo y de la perspectiva revolucionaria; se produjo en el VII Congreso un viraje táctico, expresado en el informe de Dimítrov, en esa dirección, es decir, hacer todo para la defensa de la URSS, país del socialismo, con la línea del frente popular.

En la URSS -y pueden estudiarse los materiales del XVIII Congreso del Partido Comunista Bolchevique de la URSS- hay una intensa preparación para la confrontación. El Estado soviético se ve forzado a una serie de maniobras para ganar tiempo, mejorar las condiciones para la confrontación con la maquinaría bélica del III Reich.

Si bien el campo de batalla de la Gran Guerra Patria es principalmente el territorio soviético, lo cierto es que en tanto guerra que tiene por propósito liquidar al socialismo, la pelea se libra en varios frentes, con una estrategia unificada de los comunistas del mundo. Tanto la acción del Ejército Rojo, de los partisano soviéticos, del Partido Comunista (Bolchevique) movilizado en su totalidad, como la acción de los partisanos en toda Europa y la acción clandestina antifascista donde destacaban los comunistas (incluido el interior de Alemania nazi, donde hubo una gran resistencia), así como la lucha de los frentes populares y del movimiento obrero mundial demandando la apertura del segundo frente en Europa y la alianza antifascista, influyeron decisivamente en el curso de la guerra y en la configuración del ulterior orden de la posguerra.

La heroica resistencia de Moscú y Leningrado así como la derrota nazi en Kursk y Stalingrado definen el curso de la Segunda Guerra Mundial, que ya no parará sino hasta que en Berlín, en el Reichstag, ondee la bandera roja con la hoz y el martillo del comunismo internacional, del poder obrero. Quedan 27 millones de soviéticos muertos y grandes costos de la infraestructura socialista, heroicos sacrificios del proletariado. Como sabemos la apertura del segundo frente se decide cuando el desenlace de la guerra está ya definido.

La derrota de Alemania nazi y Japón, así como el papel liberador de la URSS en toda Europa oriental, inauguran un nuevo orden internacional. Se impone una correlación de fuerzas a favor del socialismo. Es verdad que entre los comunistas se producen algunas confusiones por la alianza antifascista, y que en este periodo se gesta una tendencia oportunista, matriz del eurocomunismo, de los frentes nacionales de colaboración de clase que expresa Earl Browder3, originada en gran medida por la ausencia de una estrategia unificada después de la disolución de la Internacional Comunista, y que avizoraba la colaboración de los Aliados en el largo plazo; ello es refutado con el surgimiento del Buró de Información de los partidos comunistas y obreros (Cominform) y el importante planteamiento de Andréi Zhdánov, del cual es necesario citar algunos párrafos:

«…el carácter de la guerra como guerra de liberación antifascista y el papel decisivo de la Unión Soviética en la victoria sobre los agresores fascistas, han modificado sustancialmente la correlación de fuerzas entre los dos sistemas -socialista y capitalista- a favor del socialismo.

Como consecuencia de la guerra, la importancia internacional y la autoridad de la URSS han crecido de forma inconmensurable. La URSS fue la fuerza principal y el espíritu guía de la victoria militar sobre Alemania y Japón. Las fuerzas democráticas progresistas de todo el mundo se unieron en torno a la Unión Soviética. El Estado socialista resistió exitosamente las pruebas más duras de la guerra y salió victorioso de la lucha a muerte contra su enemigo más poderoso. En lugar de debilitarse, la URSS se ha hecho más fuerte.

Los cambios radicales en la situación internacional y en la situación individual de varios países, como consecuencia de la guerra, han transformado completamente el panorama político del mundo. Se ha producido un nuevo alineamiento de fuerzas políticas. Y cuanto más nos alejamos del fin de la guerra, más claras se hacen las dos tendencias principales de la política internacional, que corresponden a la división de las fuerzas políticas de la escena mundial en dos grandes campos: el campo imperialista y antidemocrático, de un lado, y el campo antiimperialista y democrático, del otro.4

La ilusión de que la coalición antihitleriana se prolongaría más allá del fin de la guerra se hizo añicos con la decisión de los EEUU de arrojar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, una clara advertencia contra la Unión Soviética. Sin embargo ello no altera en lo absoluto la correlación de fuerzas conquistada y su influencia progresista en el Mundo. Es importante tener en cuenta esto, la naturaleza de un organismo internacional o de una situación dada en materia de relaciones internacionales, obedece en primer lugar a la correspondencia intrínseca entre política interior y política exterior de las partes involucradas y a la correlación objetiva de fuerzas, la cual no es estática y depende del flujo y reflujo de la lucha de clases y de los virajes intempestivos de la historia, entonces el único enfoque permisible en tal materia para los marxistas-leninistas es el enfoque clasista. Para el proletariado, para los comunistas, su acción, su estrategia, su táctica, se fundan en la naturaleza de clase del conflicto.

La amenaza atómica, la Doctrina Truman y el Plan Marshall, la política agresiva de los EEUU que desplaza a Inglaterra de la cúspide de la pirámide imperialista después de la Segunda Guerra Mundial, chocan con la existencia objetiva del campo socialista, lo cual tiene tres expresiones en la política internacional:

  1. En primer lugar la adopción de las políticas del welfare state para contener el ascenso de la lucha de clases, como una válvula que permita el escape de la presión social acumulada y decrezca la fuerza de los partidos comunistas (contra los cuales se desatan medidas represivas, como el macartismo en EEUU, u operaciones para corroer su identidad comunista, como en los casos de Italia, Francia, España). Es decir, el avance del socialismo llevó a los Estados capitalistas a reconocer hasta un determinado punto demandas de la clase obrera.

  1. Un marco internacional favorable para la descolonización y la liberación nacional. La correlación de fuerzas del socialismo lograba que en varios casos se impusieran en la ONU resoluciones favorables a los pueblos. Sin embargo, nunca hay que juzgar a la ONU al margen de esa correlación de fuerzas, pues cuando ésta se altera, pasa a ser instrumento exclusivo del imperialismo.

  1. Un margen para las políticas de no alineamiento, para un cierto desarrollo de algunas naciones, que sin embargo sólo tiene razón de ser en tanto la correlación de fuerzas se mantiene.

Es decir, la existencia de la URSS y el campo socialista, con su fuerza política, económica y militar, en correspondencia con los principios del internacionalismo proletario en tanto que Estados determinados por su naturaleza de clase, quebrantaron la unipolaridad de los tiburones imperialistas, que hasta entonces con base en los intereses de sus monopolios y apoyados en la fuerza de sus ejércitos podían hacer y deshacer, repartiéndose el mundo. El mapa del mundo cambió. Países inmensos como China y la India dejaron de ser países colonizados.

Basta revisitar los mapas antes de la Primera y Segunda Guerra Mundial para comprender que el socialismo, primero con Rusia Soviética y después con el campo socialista, influyó de manera liberadora en el planeta: los países de África y Asia deben su independencia a ese factor. El triunfo de la Revolución China y la constitución de su República Popular son impensables sin tal equilibrio de fuerzas. El triunfo de la RPD de Corea y de Vietnam son entendibles sólo por el rol activo del socialismo, lo mismo que la existencia de la Revolución cubana, que a pocas millas de los EEUU, en el continente americano, proclamó su carácter socialista. Sin la existencia del campo socialista, cualquier proceso habría sido sometido a sangre y fuego por la contrarrevolución internacional, y no es en vano el recordatorio de la Crisis del Caribe en 1961, donde el paraguas nuclear soviético acompañó la firme decisión del pueblo cubano de enfrentar la agresión imperialista.

Con la contrarrevolución de los años 90 que llevó al derrocamiento de la construcción socialista en la URSS y otros países, se alteró la correlación de fuerzas que se había conquistado a nivel internacional.

La Perestroika y la Glásnost y la expresión gorbachoviana de relaciones internacionales de la Nueva Mentalidad no surgieron de súbito, sino a través de la gestación de un proceso donde las relaciones mercantiles fueron predominando sobre las relaciones socialistas en la economía, hasta finalmente llevar al derrocamiento temporal de la construcción socialista. Nosotros diferimos de aquéllos que consideran que el proceso socialista se interrumpió en 1956 con el XX Congreso del PCUS, o con la muerte de I. V. Stalin, y consideramos que fue un proceso largo hasta el triunfo contrarrevolucionario que tuvo su desenlace entre el Pleno de Abril del PCUS, en 1985, y el 24 de Diciembre de 1991, en que la bandera roja fue arriada del Kremlin. Bajo esa consideración, a pesar de algunas contradicciones, como resultado de la lucha de clases que se producía en el contexto de esa disputa en la economía socialista, por ejemplo de la absolutización de la coexistencia pacífica y de evitar a toda costa la confrontación nuclear5, el papel de la Unión Soviética y el campo socialista mantenían una influencia progresista, por ejemplo para poner fin al apartheid en Sudáfrica.

En el momento en que predomina ya la contrarrevolución, y Gorbachev al frente del Estado traiciona el Pacto de Varsovia6 entregando a la República Democrática Alemana7, en el terreno internacional empieza a imponerse lo que hoy se llama unipolaridad, donde los pueblos y naciones quedan a merced absoluta del imperialismo, con la intervención imperialista en Panamá en 1989 y la primera guerra del Golfo.

La ONU se convierte en un instrumento del imperialismo y como bien afirma Elisseos Vagenas «el Derecho Internacional va empeorando radicalmente en los últimos veinte años. En la medida que el Derecho Internacional se configura solamente por los estados capitalistas y no es el resultado de la correlación entre los estados capitalistas y socialistas, solamente puede ser peor para los pueblos y la clase obrera en los países capitalistas»8. Más adelante afirma, y coincidimos, «La postura de los comunistas hacia la ONU no debe permanecer inalterable; debe tener en cuenta el equilibrio de fuerzas dentro de la ONU que hoy día, dada la ausencia de la URSS, está claramente a favor del imperialismo9«.

Tal unipolaridad se manifiesta como barbarie; tan sólo la guerra de Iraq reporta más de medio millón de muertos, pero el rostro de la muerte en Yugoslavia, en países de África y Medio Oriente, va abriendo camino con pretextos inverosímiles a los monopolios que buscan nuevos mercados, recursos naturales, materias primas, mano de obra barata, rutas para sus mercancías.

Qué confianza pueden tener los pueblos en la ONU si legaliza mentiras como la supuesta posesión de armas de destrucción masiva, que nunca fue demostrada en Iraq; si avala el terrorismo estatal con disfraz antiterrorista10 que desencadenó el imperialismo después del 11 de septiembre del 2001.

Hay por ello una gran esperanza en un mundo multipolar, pero ella es injustificada.

Es verdad que lentamente se va superando la desideologización y se dan respuestas antiimperialistas; que por ejemplo en Latinoamérica los países bolivarianos resquebrajan el dominio del centro imperialista norteamericano en el Continente; que se producen alianzas interestatales, como la Organización para la Cooperación de Shanghái11, y ahora los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), que son consideradas progresistas, por el enfoque limitado de restringir antiimperialismo a antinorteamericanismo, o el enfoque geográfico del sur contra el norte y considerar la cooperación sur-sur como camino del desarrollo.

¿Pero cuál es la naturaleza clasista de esas alianzas interestatales? Mercosur, BRICS, ALBA, están determinadas por el modo de producción capitalista. En el caso de los BRICS, saludado con entusiasmo por el progresismo, las contradicciones con los EEUU se dan estrictamente en marcos interimperialistas12. Es la disputa por la cúspide de la pirámide del imperialismo. Puede caracterizarse el rol de los BRICS en las regiones, y al interior de cada uno de esos países, donde los ataques a la clase trabajadora son salvajes, donde todo se hace para favorecer a sus propios monopolios. ¿Puede acaso considerarse progresista el papel de Brasil en Sudamérica? Cuando dirigió la ocupación de Haití, cuando fabrica aviones de guerra que adquiridos por Colombia son usados para combatir a las FARC-EP. ¿Y Rusia, la India o Sudáfrica? Hay quienes sostienen que China es socialista, pero el estudio de su economía nos indica que predomina el capitalismo. ¿De dónde la suma de economías capitalistas puede entregar un resultado antiimperialista?

¿Qué pueden esperar los pueblos? La multipolaridad es una ilusión, pues no hay dos mundos en disputa, sino la continuación del capitalismo en su fase imperialista en todos estos casos. Los argumentos para embellecer a los centros imperialistas que disputan la hegemonía a los EEUU o a la Unión Europea no logran ocultar su carácter explotador y sanguinario y sus aspiraciones de un nuevo reparto del mundo, ni que tales rivalidades interimperialistas puedan incluso desencadenar una nueva guerra mundial.

¿Tienen algo que ganar los trabajadores? Bien señala el Partido Comunista de Grecia: «el movimiento obrero tiene que decir No a los centros imperialistas, independientemente de su sede geográfica y seguir su lucha en la base de los intereses y las necesidades de los trabajadores sin perder su perspectiva que es el derrocamiento del capitalismo y la construcción del socialismo13«.

Un argumento que se esgrime en contra de nuestra posición es el carácter táctico de las disputas interimperialistas y como éstas pueden repercutir favorablemente para los intereses de los pueblos. Sin embargo tal posición desestima el fondo del conflicto, es decir la contradicción capital/trabajo. No está negada para el movimiento comunista o para cualquier país donde se posibilitara la ruptura de la cadena imperialista en su eslabón más débil, la realización de maniobras, pero tarde que temprano los antagonismos son claros.

La bandera de la multipolaridad no puede ser de los comunistas y por supuesto tampoco la propuesta que los comunistas hagan a la clase obrera y a los pueblos. El mundo multipolar tal como lo presuponen los ideólogos de la Nueva Arquitectura es la prolongación del imperialismo vía un nuevo reparto de mercados, fuerza de trabajo y materias primas. Cambiar a un centro imperialista por otro, a un explotador por otro no es ninguna alternativa.

No es casual que sea la consigna de la socialdemocracia y del progresismo.

Hay que luchar contra el imperialismo desgajando al sistema imperialista, rompiendo los eslabones de la cadena, llevando a los pueblos por la vía del desarrollo del socialismo-comunismo, que como quedó demostrado con la existencia de la URSS y el campo socialista, sí expresa el fin de la hegemonía.

La multipolaridad sólo será consigna para las alianzas interestatales de naturaleza capitalista en tanto sea plataforma para disputar al centro que lidera el sistema imperialista.

En tanto, para los comunistas, para aquellos proletarios que levantan la bandera del marxismo-leninismo, la lucha contra toda unión interestatal de naturaleza capitalista es una cuestión de principios, una necesidad objetiva de la estrategia revolucionaria, desechando cualquier ilusión y evitando sembrar confusiones que más adelante pueden ser costosas para los pueblos, para la humanidad, para una perspectiva de emancipación.

El socialismo-comunismo es la única opción frente a unipolaridad o multipolaridad, distintos ropajes del sistema imperialista y su barbarie, la cual puede conducir a la extinción del género humano si no lo derrocamos.

Notas:

1 «Las pérdidas humanas de Estados Unidos -que, prácticamente, ingresó a la guerra en la fase final, cuando su resultado estaba ya decidido- fueron relativamente pequeñas. Para EE.UU., la guerra fue ante todo y principalmente un impulso para el desarrollo extensivo de su producción industrial y el incremento sustancial de sus exportaciones (principalmente a Europa). Pero la finalización de la guerra enfrentó a Estados Unidos con una serie de nuevos problemas. Los monopolios capitalistas estaban ansiosos de preservar sus altos niveles de ganancia y, con ese propósito, presionaron fuertemente para impedir la reducción del volumen de contratos que tenían durante la guerra. Pero esto exigía que Estados Unidos conservara los mercados extranjeros que absorbieron sus productos durante la guerra, y que además conquistara nuevos mercados, dado que la guerra redujo la capacidad de compra de la mayoría de países.» En Andréi Zhdánov, Sobre la situación Internacional.

2 Así lo informa A. Zhdánov en su intervención en la reunión que dio origen a la Cominform, más también queda demostrado en textos recientes como El mito de la guerra buena de Jaques R. Pauwels.

3 Sobre todo en » Teherán: Nuestro Camino en la Guerra y en la Paz» y en la propuesta para transformar al Partido Comunista de los EEUU en una asociación política, algo así como un club de divulgación ideológica, en la práctica la disolución del Partido con sus características leninistas; influyendo negativamente en Cuba y Colombia, donde los partidos cambian sus nombres bajo esa influencia; en México se da la transformación de Partido Comunista de México en Partido Comunista Mexicano, se sustituye el Comité Central por un Comité Nacional, se adopta la política de unidad nacional, se disuelven las células de centro de trabajo y se estuvo a punto de seguir un camino similar al partido de los EEUU, con la Liga Socialista Mexicana, que era un centro de divulgación socialista, que aunque no renunciaba a la acción política, en los hechos supeditaba ésta a las alianzas con la llamada «burguesía nacional».

4 Zdhánov, Andréi; Sobre la situación Internacional; Informe presentado en la reunión de información de los representantes de los nueve partidos comunistas en Polonia, a fines de septiembre de 1947. Suplemento de la Revista Principios del Partido Comunista de Chile.

5 Que llevan a colocar ya con Gorbachev ideas que rechazan la lucha de clases, como aquella de que «Somos todos pasajeros a bordo de un barco, la Tierra y no debemos permitir que naufrague. No habrá una segunda Arca de Noé»; en Gorbachev, Mijail; Perestroika. Nuevas ideas para mi país y el mundo; Editorial Diana; México, 1987.

6 El Pacto de Varsovia como oposición a la OTAN era una manifestación de esa correlación de fuerzas en el terreno militar durante el periodo de la Guerra Fría.

7 También es importante lo que señala V. Vorotnikov en Mi verdad. Notas y reflexiones del diario de trabajo de un miembro del Buró Político del PCUS, que informa que el desenlace de la contrarrevolución en Rumania fue decidido por el traidor Gorbachev.

8 Vagenas, Elisseos; El carácter clasista y el conflicto ideológico en las relaciones internacionales; en Temas actuales del movimiento comunista. Colección de artículos y contribuciones; ediciones del Comité Central del Partido Comunista de Grecia; Atenas; 2010.

9 Ídem.

10 Y no hay que olvidar el papel de las fuerzas oportunistas que se sumaron al discurso «antiterrorista» condenando la resistencia de los pueblos y adoptando la tesis de la no violencia.

11 En el Encuentro Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros que se reunió en Atenas en 2002, algunos de los partidos presentes expresaron simpatía a esas posiciones, argumentando el carácter progresista de la multipolaridad.

12   En el caso del reciente conflicto con Siria y la posición rusa de defenderla se muestra claramente ésto, con la declaración de Putin en la Cumbre del G-20 en Septiembre: «Rusia vende armas a Siria, tenemos fuertes lazos económicos. Siria es nuestro socio estratégico».

13 Vagenas, Elisseos; El carácter clasista y el conflicto ideológico en las relaciones internacionales; en Temas actuales del movimiento comunista. Colección de artículos y contribuciones; ediciones del Comité Central del Partido Comunista de Grecia; Atenas; 2010.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.