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La OEA debe desaparecer ahora: El pueblo hondureño esta pagando el precio

Fuentes: Rebelión

La historia de la Organización de Estados Americanos está llena de de traiciones, actos cobardes, inmoralidades, sumisión y abyección. Todo esto se ha traducido en una cadena interminable de eventos que concluyeron siempre en la prolongación del sistema de injusticias que ha impuesto el imperio norteamericano en nuestra América Latina. A medida que el imperio […]

La historia de la Organización de Estados Americanos está llena de de traiciones, actos cobardes, inmoralidades, sumisión y abyección. Todo esto se ha traducido en una cadena interminable de eventos que concluyeron siempre en la prolongación del sistema de injusticias que ha impuesto el imperio norteamericano en nuestra América Latina.

A medida que el imperio consideraba mas importante darle un poco de «legitimidad» a la voz de lo que consideraban su traspatio, surgieron inquietudes de organizar a los estados lacayos en una asociación destinada a servir los intereses políticos y económicos de Estados Unidos. Nace este engendro yanqui el mismo año en que asesinan al líder liberal colombiano Jorge Eliecer Gaitán, 1948, desde entonces se mantiene una guerra permanente en la tierra de García Márquez.

Desde ese momento aciago la OEA sirvió únicamente para legitimar las agresiones del imperio contra todos sus países miembros. Ha avalado una serie de conspiraciones y otorgó el marco legal para las invasiones que se produjeron a lo largo de 60 años. En su política hacia Cuba, mantuvo por largos años la misma posición del Departamento de Estado Gringo, en franca violación a las mas elementales normas del derecho internacional. Todavía hoy no se pronuncia contra la injusticia que se lleva adelante con toda impunidad y desfachatez contra los cinco héroes antiterroristas.

En el siglo XXI Haití todavía paga la ineptitud e hipocresía de la OEA y Honduras ha servido para que esta organización carezca de sentido para sus miembros y solo sirva a favor de los intereses imperiales y oligárquicos en el continente. En ambos casos, sirvió únicamente de amortiguador de la opinión pública internacional y local hasta adormecer la «pujanza» de los medios, produciendo marasmo y confusión en una comunidad internacional cada vez menos importante, cada vez mas decorativa.

Hace un par de meses me preguntaba si la OEA debía desparecer para que los países democráticos de nuestra América siguieran adelante con la historia que se habían trazado. Hoy no tengo duda alguna al afirmar que esta organización debe desaparecer, y dar lugar al fortalecimiento de las asociaciones regionales con menos intereses «estratégicos» y más compromisos con la integración y progreso de sus pueblos.

Los países latinoamericanos han sido muy ingenuos en el caso hondureño; o, tal vez, por razones de su propia seguridad han sido cautos en la forma que tratan internacionalmente su posición frente al golpe de estado. A los hondureños no les han servido de nada las condenas o los llamados del Consejo Permanente dominado ampliamente por la intervención de los yanquis. Como es posible que aun ahora nos apeguemos al principio del consenso cuando sabemos que el mismo será siempre roto por un solo país.

De nada ha servido la mayoría con que cuentan los gobiernos democráticos y decentes del continente; el resultado ha sido siempre el mismo en contra del pueblo hondureño. La única forma de hacer retroceder al imperio en Honduras era, y sigue siendo, una posición firme y decidida de los gobiernos soberanos en el sentido de renunciar a la OEA si no se aplica la resolución del 30 de Junio donde se exige la restitución «inmediata e incondicional» del presidente Zelaya.

Con el imperio no se puede negociar desde posiciones blandas; cada duda, cada reflexión que se le brinda la aprovecha para atacar y ganar espacios. La sola idea de estar en la misma habitación con estos buitres entrenados del pentágono y el departamento de estado significa la perdida de algo de la soberanía e independencia de nuestros pueblos.

Ahora resulta que en Honduras se llevan a cabo unas elecciones ilegales en todos los aspectos posibles; un país militarizado, detenciones extrajudiciales, jueces y fiscales parcializados, ciegos y borrachos de poder; represión general y selectiva, un cerco mediático cada vez mas fuerte y violaciones a las libertades mas elementales del ser humano. En pocas palabras el pueblo hondureño esta siendo masacrado, aunque la iglesia católica local diga que hay países donde hay un montón de muertos como en Afganistán; «… en Honduras son poquitos, eso no es nada…» habría dicho un asesino en disfraz de cura, llamado Darwin Andino.

Ante este escenario la OEA no puede pronunciarse, el consenso esta roto Hay cuatro países que se oponen a la declaración contra este proceso electoral patrocinado por los criminales. Irónicamente, estos son los mismos países que amenazan la paz de Latinoamérica hoy día: Estados Unidos, Panamá, Colombia y Perú no. Nunca hubo posibilidad de consenso, el padre del golpe esta en el Consejo Permanente, representado por el agente del southcom Anselem. Ese consenso no es ni será posible nunca, en ningún caso para defender la democracia que no le convenga al imperio y sus cochinos defensores locales.

Si mañana hay otros golpes de estado, este organismo de la vergüenza volverá a actuar de la misma manera. Debemos aprender las enseñanzas de la historia. Sesenta años son suficientes. Es indudable que los gobiernos del Alba, Brasil, Argentina, Uruguay, el CARICOM, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, están aun a tiempo de defender su propia existencia. El mismo 2 de diciembre, dos días después de que la aberración electoral se haya hecho en Honduras deben llamar a una reunión de urgencia y plantear una posición clara: o se rectifica en Honduras o la OEA se muere.

La diplomacia es complicada. Se enturbia y se enreda en medio de las mas abominables movidas en la oscuridad, a espaldas de los pueblos. Si los gobiernos del continente (y no hablo del «marxista» Alan García; ni del traficante paramilitar Uribe, tampoco incluyo al payaso Martinelli; quizá ni deba incluir a los pérfidos nobel de la paz Obama y Arias), desean darles algo valioso a sus pueblos que mejor acción que la liberación de esta abominación llamada OEA.

A Honduras no la pudieron asistir pero están a tiempo de salvar a sus pueblos. Impulsen organismos de defensa regionales que sean capaces de defender la democracia de sus miembros frente a nuevas agresiones contra las nuevas democracias populares. Fijémonos en la velocidad con que actúa la derecha: ya está en acción en Paraguay, en Venezuela, en Guatemala, en El Salvador, y, SOBRE TODO en Nicaragua.

Con esa misma celeridad y decisión debemos actuar nosotros. No podemos permitir que progrese la agresión a Nicaragua. Es posible también que el gobierno del FMLN en El Salvador este en peligro inminente. Todo esto se gesta ahora en Honduras. Los aviones militares que vuelan a diario entre aeropuertos de Honduras no solo preparan la masacre del pueblo; prepara algo de gran escala. No pasemos esto por alto.

Al presidente legítimo hondureño no le queda mas remedio que olvidarse de la OEA como opción, debe adoptar una posición común con sus pares latinos. Al interior me pregunto si no es tiempo ya que se anime a dar el paso definitivo y pasar a jugar un papel dirigente en el Frente Nacional de Resistencia y dejar atrás su partido liberal que lo ha traicionado, y lo mantiene en condiciones inhumanas por mas de dos meses.

El presidente Zelaya debe entender que el camino ya solo es uno, y no pasa por la OEA. Este organismo es golpista por historia y por definición. José Miguel Insulza tiene suficiente cara como para que el dictador hondureño lo siga insultando cada vez que se le ocurra. Hay fuerzas, intereses que hacen de este señor un paradigma de indignidad.

A los hondureños nos toca caminar hacia nuestra libertad, al costo que tengamos que pagar. No es un cliché nuestro vínculo histórico con Morazán, Bolívar, Martí o el Che. Esperamos que los pueblos hermanos, y sus gobiernos hagan la parte que les corresponde. Hay que terminar el paso por la OEA.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.