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La política exterior china

Fuentes: Rebelión

La próxima visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama a China se considera un fiel reflejo de los importantes movimientos diplomáticos que llevan haciendo desde hace tiempo los dirigentes chinos, y sobre todo de la importancia real que ha adquirido el gigante asiático en el escenario mundial, algo que evidentemente no ha pasado desapercibido […]

La próxima visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama a China se considera un fiel reflejo de los importantes movimientos diplomáticos que llevan haciendo desde hace tiempo los dirigentes chinos, y sobre todo de la importancia real que ha adquirido el gigante asiático en el escenario mundial, algo que evidentemente no ha pasado desapercibido en la Casa Blanca.

Así, el máximo mandatario norteamericano va a visitar cuatro países entre el 12 y 19 de noviembre. Por un lado tiene previsto pasar por Japón, Corea del Sur y Singapur, los aliados de EEUU en la región. Pero sin duda alguna la perla del viaje será la estancia de Obama en China.

Desde hace tiempo los parámetros generales de la política exterior china están protagonizados por la búsqueda de la integración del país en «un solo mundo», con una política internacional multilateralista, que ponga fin sobre todo a tantos años de hegemonía de Estados Unidos y al mundo unipolar diseñado en Washington. Evidentemente unido a ello está la importancia económica que para los dirigentes chinos tiene buena parte de sus movimientos por el mundo, y sobre todo apuestan por lo ellos definen como «una convivencia en paz».

Las relaciones entre EEUU y China están sujetas a los cambios que se han venido observando en Washington, y sobre todo en la búsqueda de acuerdos en materias concretas. La energía, el cambio climático, la crisis económica mundial o la seguridad del mundo, son algunos de los temas que desde hace tiempo comparten las agendas chinas y estadounidenses.

Algunos movimientos recientes de la diplomacia de EEUU también han sido bien acogidos en Beijing. La decisión de Obama de no recibir al Dalai Lama en su reciente visita a EEUU (la primera vez desde 1991 que no es recibido por un presidente norteamericano estando en el país), o el tono mucho más modesto de los dirigentes norteamericanos en torno a las denuncias sobre violaciones de derechos humanos en China, son guiños de amplio calado en el país asiático.

Como también lo son las decisiones del gobierno de Obama de «declinar cualquier responsabilidad china en la manipulación del valor del yuan» o el silencio ante la ayuda económica de China a Corea del Norte, a pesar de las sanciones de Naciones Unidas.

Si desde Beijing se aprueba esos movimientos, también se es consciente que los estrategas de EEUU no realizan estos pasos sin valorar los propios intereses norteamericanos. Por eso, algunos analistas chinos ven con cierta desconfianza los intentos por ubicar a China en la cúspide del panorama mundial, otorgándole ese «privilegio» pero al mismo tiempo buscando un importante aumento de su participación en determinadas agendas globales, lo que para estos analistas supone un evidente peligro, pues las contradicciones y el desgaste que debería afrontar China el acabaría pasando factura.

La importante carrera diplomática de estas semanas ha llevado a que algunos académicos comiencen a hablar del «maratón de otoño diplomático» de China. Durante el mes de otoño diferentes dirigentes chinos han visitado Corea del Norte, logrando importantes acuerdos, hechos públicos por China, en materia de desnuclearización y ayuda alimentaria y energética. En ese mismo intervalo de tiempo, el vicepresidente Xi Jinping ha recorrido al menos cinco estados europeos, y una importante delegación militar china ha ido a Estados Unidos.

Pero no sólo los movimientos chinos hacia el exterior han caracterizado esa actividad, también es importante remarcar las visitas que ha recibido China en ese período. Así, la visita del primer ministro japonés ha servido para evaluar de cerca los cambios que se puedan estar produciendo en Japón tras la victoria electoral del Partido Democrático de Japón, y la evolución de las relaciones niponas con EEUU, algo que sin duda también incidirá en las, en ocasiones turbulentas, relaciones chino-japonesas.

También las visitas del presidente surcoreano y del primer ministro vietnamita han sido importantes. En le caso de este ultimo, las diferencias fronterizas entre ambos países han centrado la agenda, en un intento por solucionar esos enfrentamientos. Pero sin duda alguna, otra de las visitas diplomáticas estrella la ha protagonizado el actual primer ministro ruso, Vladimir Putin. Durante su estancia se han firmado acuerdos de colaboración en cuestiones militares y energéticas, remarcando «la especial relación entre ambos países». La posibilidad de que las transacciones de pago energético se puedan realizar en rublos o yuanes, suponen un seri aviso para la hasta hora hegemonía del dólar en ese campo.

China también sigue apostando por otros foros internacionales. El peso que está adquiriendo la Organización de Cooperación de Shangai (SCO), a la que algunos ya pretenden presentar como la OTAN asiática, los intentos por crear una especie de comunidad del este asiático, que crea importantes recelos en los dirigentes chinos, pues la ven como una balanza claramente favorable a los intereses de EEUU en la región, o la apuesta por experiencias como el llamado BRIC, un foro donde las potencias emergentes (Brasil, Rusia, India y China) acuerdan aspectos comunes en diferentes temas, son algunos ejemplos.

Tampoco conviene despreciar los intentos chinos por reconducir las relaciones con la Unión Europea., que ya en el pasado fueron objeto de tensión y desencuentro. Los reproches de algunos estados de la UE hacia la política china sobre Tibet, o el rechazo de algunos estados a reconocer un estatus concreto al mercado chino no han facilitado las relaciones. El próximo 30 de noviembre la cumbre chino-europea que se celebra en Nanjing puede acercar posturas oficiales, ya que en la práctica no conviene olvidar que la Unión Europea ya es el principal socio comercial de China.

Beijing duda entre la apuesta por impulsar una nueva fotografía mundial que algunos ya han definido como una especie de G-2 (EEUU y China) o mantener su estrategia a largo plazo, conscientes de que una aceleración de su papel internacional puede acarrear desequilibrios internos importantes.

Los excelentes resultados económicos del gigante asiático en plena crisis económica mundial tampoco parecen haber pasado desapercibidos. De ahí que la cautela siga presidiendo el guión diplomático y político de los dirigentes chinos. Como señalaba recientemente un profesor Chino, «nuestro país tiene que seguir construyendo sus avances en base a nuestra capacidades y sobre todo consolidando los pasos que se vayan dando».

Ahí radica parte de la filosofía del dragón asiático durante muchos siglos. Despacio pero sin pausa, el tiempo parece jugar a su favor, y más allá de análisis distorsionados o influenciados por un prisma eurocéntrico, conviene recordar que en el pasado China ya ocupó una posición privilegiada y de peso en la escena mundial. El maratón otoñal es otra prueba más para los dirigentes chinos, pero éstos son conscientes que para acabar la carrera es fundamental mantener el ritmo que cada organismo nos exija.

El autor forma parte del Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.