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La salvaje jungla de Calais

Fuentes: Rebelión

A pesar que se lo conoce como la «New Jungle» de Calais, es el hogar de cerca de 9 mil refugiados de Siria, Sudán, Eritrea y Etiopia, y de otras muchas naciones en conflicto. La Jungle es la última estación de los migrantes en el continente europeo que alejándose de sus países intentan ingresar al […]

A pesar que se lo conoce como la «New Jungle» de Calais, es el hogar de cerca de 9 mil refugiados de Siria, Sudán, Eritrea y Etiopia, y de otras muchas naciones en conflicto. La Jungle es la última estación de los migrantes en el continente europeo que alejándose de sus países intentan ingresar al Reino Unido. La Guardia Fronteriza del Reino Unido junto a las francesas evitaron que más de 39.000 personas intentaran cruzar el Canal de manera ilegal entre 2014/15, más del doble del año anterior, mientras que la empresa operadora de Eurotunnel dice haber impedido el paso de otros 37.000 intentos desde enero.

A pesar de estar a tan solo cinco minutos del centro de la ciudad portuaria francesa, Calais, la situación de sus habitantes es la más denigrante que se pueda imaginar en un país central de la Unión Europea. Solo aspiran a cruzar el Eurotúnel que conecta la ciudad francesa de Calais con la británica Folkestone, más allá de que el Primer Ministro británico David Cameron siga ignorándolos y definiéndolos como «swarm of people«.

Se acaba de conocer un estudio que cataloga al campo de refugiados como «diabólico», por las condiciones de vida extremas que deben sobrellevar sus habitantes. Su infraestructura, poco más que inexistente, genera focos de alta peligrosidad para la salud de quienes permanecer allí.

Refugiados de África, Medio Oriente y Asía, se agolpan desde hace ya demasiado tiempo en las proximidades del Eurotunel, por donde pretender de alguna manera llegar a territorio británico.

En estos últimos meses ya son 13 los refugiados muertos en el intento, electrocutados, arrollados por vehículos, al caer del tren o ahogados al intentar atravesar los 33 km. del Canal de la Mancha a nado; se estima que unos cien por día logran la hazaña del cruce ilegal, a pesar de que Paris ha extremado la rigurosidad de su vigilancia.

Para evitar que los refugiados intenten llegar a algún puerto británico como polizones, el puerto de Calais ha sido prácticamente sellado con vallas de 5 metros de alto y 25 kilómetros de extensión, cubiertas de alambre de púas y un sofisticado circuito cerrado de televisión. Las puertas y portones al exterior esta custodiados por la policía antidisturbios. En la zona de Calais, solo en los primeros 6 meses del año, fueron detenidos más de 18.000 refugiados que de alguna manera estaban intentando filtrarse en la zona prohibida.

La gran mayoría de los desplazados que han elegido las Islas Británicas como destino final es porque tienen familia, amigos, contactos como para empezar una nueva vida lejos de la violencia y del hambre.

Nadie sabe cuánto tiempo más tendrán que vivir en esas condiciones, ni siquiera si alguna vez el Reino Unido relajará sus fronteras para que los refugiados que quieran puedan ingresar libremente y no como hasta ahora, que cada noche en pequeños grupos dejan la Jungla para intentar el gran salto. Los camiones suelen ser un buen objetivo, si el chófer no se da cuenta, en los bajos del chasis o entre las mercancías que llevan una nueva carga. En septiembre de 2014 un ferry rumbo a Gran Bretaña fue asaltado por unos 235 refugiados.

Las 9 mil almas que viven en la Jungle son producto de un limbo jurídico que a las autoridades francesas nunca le interesó resolver, justamente para evitar que esa población provisoria se convierta en permanente.

Desde mediados de los años 80, Calais se convirtió en algo así como una sala de preembarque para el salto a las Islas Británicas. Hacia finales de los 90` kosovares que huía de su guerra comenzaron a instalarse en depósitos y galpones abandonados a lo largo de la costa y es en el Parc St Pierre donde comienzan a armarse los barrios de chabolas, armadas con cartón, plástico, telas, chapas.

Es allí donde la Alcaldía decide poner orden y ubica a los refugiados en un hangar de 25.000 m2 propiedad de Eurotunnel, a 10 kilómetros de la ciudad y le da a la Cruz Roja, la administración del «centro de alojamiento y emergencias humanitarias».

Recién en 2002, el siempre pujante a la hora de reprimir, Nicolás Sarkozy, por entonces Ministro del Interior del Presidente Jacques Chirac, ordena el cierre de los albergues como el centro Sangatte que no contaba con ninguna comodidad para los refugiados. Su capacidad para 800 personas era ampliamente superada, casi el doble.

Sarkozy se fue sin resolver el destino de las 1500 personas que vivían allí. Sarkozy reprimió rápidamente los disturbios y los refugiados como pudieron se fueron acomodando en los baldíos, al tiempo que el flujo de migrantes se incrementó desde entonces y en estos últimos meses el crecimiento ha sido exponencial. Sin alojamiento, los refugiados han ocupado los viejos bunkers nazis de las playas, un barco abandonado, un almacén abandonado, el Bois des Garennes, cerca de la zona industrial de las Dunas y en las terminales portuarias. Todos estos refugios fueron destruidos por la policía.

El actual Primer Ministro británico, David Cameron, solo ha atinado a endurecer las leyes contra los «indocumentados» a quienes ha tratado de «plagas».

Mientras tanto en la Jungle las condiciones de vida, están generando infinidad de enfermedades.

Hoy, miles de carpas improvisadas se esparcen a las afuera de la ciudad, construcciones armadas con los que se encuentre: plásticos, cartones y chapas, estacadas directamente en la tierra, que son lodazales buena parte del tiempo.

El descampado donde se asienta la Jungle está plagado de ratas, ratones, pulgas, chinches y las napas de agua contaminadas por detritos humanos.

Los refugiados llegan a la cercanía de Calais después de transitar miles de kilómetros, prácticamente a pie, después de meses de atravesar zonas de alta conflictividad plagadas de bandas de narcotraficantes, contrabandistas, tratantes de personas, milicias mercenarias sin control de ningún mando y otras bandas salafistas que responde o bien a al-Qaeda o bien a Estados Islámico.

Los refugiados llegan a orillas del Canal de la Mancha, débiles, agotados, enfermos y con graves cuadros de estrés post-traumáticos. Son muchos los casos de tuberculosis y sarna, por ejemplo, pero no tienen opción, saben que apenas en un par de días tendrán que intentarlo, nadie ha llegado hasta allí para quedarse en la Jungle. A como de lugar para cruzar el Canal, con el riesgo de ser golpeados por los trenes, morir ahogados en algún camión, caminando entre las vías, siempre demasiado cerca de cables electrificados.

La Jungle ya se ha constituido como el barrio más pobre de Europa, si bien en sus inicios la mayoría de sus pobladores eran hombres, hoy se ven con mucha más frecuencia mujeres y niños, que viven muy por debajo de las normativas impuestas para el caso de los refugiados por la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Según los expertos sanitarios debería haber un baño cada 40 personas; en la Jungle hay uno cada 75, solo existen 60 duchas y 20 grifos de agua en malas condiciones de salubridad.

La falta de instalaciones de lavado y refrigeración de alimentos es la razón de diarreas, dolor de estómago, fiebre y vómitos. Tampoco nadie se ha hecho cargo de la recogida de residuos lo que provoca la proliferación de ratas y ratones, que pueden llevar salmonella y leptospirosis, que asociado a la enfermedad de Weil, puede causar insuficiencia de órganos. Los refugiados tienen acceso a una sola comida al día, provista por ONGs y ACNUR y otros entes oficiales tanto de Francia como de Reino Unido.

En abril último, cuando ya estaba desbordado el campamento, la Human Relief Foundation (HRF), organización de caridad británica, ha hecho una encuesta que dice haber descubierto que la gran mayoría de los refugiados no huye de la guerra, sino que son migrantes económicos, que solo buscan una vida mejor, por lo que les negaría cualquier tipo de socorro. Hay denuncias de médicos que han visto como funcionarios les ha negado muletas a inválidos víctimas de la guerra de la que huyen.

A la vez, Kassim Tokan, el subdirector ejecutivo de HRF, encontró en el campamento un total desorden, tanto de la ropa y los alimentos donados, que eran comercializados por los propios refugiados.

Según la misma organización, entre el 95 y el 97% son hombres adultos que se pueden catalogar como migrantes económicos. Tokan, además, alegó que: «muchos de los inmigrantes de Calais no tenían razón válida para instalarse e ir al Reino Unido y debería haber quedado en su casa», para concluir: «Ellos tienen suficiente comida, tienen ropa suficiente. Estas personas provienen de países que son seguros, donde pueden trabajar, pero no sé por qué vinieron aquí».

Otro cooperante, en línea con el bueno de Tokan dijo: «los migrantes esta interesados ​​en celulares, efectivo y cualquier equipo de alta tecnología».

Víctimas de la espera

La desatención a los miles de desesperados que se agolpan en Calais y los anuncios de importantes donaciones a los campos de refugiados que se encuentran en Turquía, Líbano, Jordania y Egipto, casi cinco millones, más otros 7 millones de desplazados internos dentro de Siria, intenta obligar a quienes todavía están en esos lugares que no intenten la experiencia europea. Quizás los refugiados de Calais se sientan más afortunados que sus hermanos varados entre las fronteras balcánicas, que les impiden avanzar y no pueden retroceder.

La semana pasada, la ultra derechista Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, hizo campaña para las elecciones en Calais, para despertar todavía más el espíritu antiinmigrante, su gran caballito de batalla. «Calais es una ciudad literalmente bloqueada», proclamó la hija de su padre. La región Pas-de-Calais es uno de los feudos del FN. El discurso de Le Pen es apoyado por muchos calaisianos.

Y muchos se han empezado a reunir en el «Movimiento Calaisianos en Cólera» y ya han hecho marchas de protesta contra los inmigrantes.

Para Le Pen la solución es fácil, devolverlos a sus países o lo que queda de ellos. Sin embargo, los inmigrantes no registran altercados importantes en todo el municipio.

La ciudad de Calais, con cerca de 20.000 habitantes, no tiene en sus calles la presencia de refugiados, el temor de ser apresados y deportados los mantiene en los confines del municipio. Para llegar hasta Calais muchos de ellos han pagado entre 3.000 y 5.000 dólares cada uno. Hacinados en camiones, donde apenas pueden respirar.

A medida que se acerca el invierno los que intentan cruzar cada vez son menos, durante los meses de verano se calculaba en 1500 los intentos, las aguas se están picando y enfriando mucho más todavía, todos sabes que unos minutos en el mar mataría a cualquiera. Otros prueban asaltar las vallas para entrar en el túnel y a correr, el que agarran, agarran y el que se salva, la felicidad.

Más allá de las promesas del presidente Francois Hollande de que recibirá a 24.000 en dos años, en Calais, el abandono es total a pesar de ya llevar más de 15 años frente a este problema.

Hangares abandonados, galpones, asentamientos construido con bolsas plásticas, el las dunas cercanas a la playa, en las zonas industriales, descampados, o bosque, cualquier lugar sirve para pasar la noche, quizás al día siguiente tengan suerte y puedan filtrase en el túnel, colarse en algún camión, un bote, algo que los saque de Calais y los lleve directo a la felicidad.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.