Veronika Engler, en su artículo «El colapso de la izquierda», plantea muchas verdades al tiempo que pierde la oportunidad de aclarar algunos puntos importantes, quizás porque se ven más claramente desde afuera del país . Entiendo su mensaje de que no podemos creer en las falsas promesas de los políticos frenteamplistas que, como el flautista […]
Veronika Engler, en su artículo «El colapso de la izquierda», plantea muchas verdades al tiempo que pierde la oportunidad de aclarar algunos puntos importantes, quizás porque se ven más claramente desde afuera del país . Entiendo su mensaje de que no podemos creer en las falsas promesas de los políticos frenteamplistas que, como el flautista de Hamelin, tratan de seducirnos para continuar en el poder haciendo lo mismo que han venido haciendo pero fingiendo, llegadas las elecciones, que son su propia oposición. La historia se complica precisamente por eso, porque el Frente Amplio en el poder finge no ser gobierno y trata de aprovechar el espacio que debería ocupar, legítimamente, la izquierda real y opositora.
Como los poquitos que levantan las banderas de la izquierda real no tienen chance de ganar las elecciones caemos en la trampa del mal menor. Porque para ganar el gobierno o tenemos que votar por la derecha sin disfraz o por la derecha disfrazada. Esto es naturalmente frustrante para quienes no sucumben a la seducción del falso discurso del Frente Amplio pero aún no se avocan a hacerse parte activa de la izquierda real minoritaria. Porque si hemos de ser sinceros el proyecto liberador del siglo 20 en Uruguay está enterrado y no queda otra que trabajar en el proyecto liberador del siglo 21. Y esto significa volver a empezar, esta vez con la experiencia reciente y dolorosa de que los frentes políticos pueden ser cooptados y las costosas luchas armadas también pueden fracasar. El costo de ambas experiencias ha sido muy alto y es por eso que nos negamos a aceptarlo.
Si nos proponemos desnudar la falsedad no nos queda más opción que cortar la tela donde corresponde, no a medias. Veronika dice muchas verdades en cuanto al doble discurso en Uruguay. Por ejemplo en cuanto al tema de los derechos humanos el gobierno supuestamente en defensa de estos pero que no hecho justicia encarcelando a ningún torturador mientras las cárceles del país se llenan de pobres y son internacionalmente cuestionadas. El gobierno frentista tiene la desfachatez de ofrecer nuestras terribles cárceles a los presos injustamente detenidos en Guantánamo. Y siendo que nuestros niños siguen abandonados el discurso del gobierno ofrece espacio para traer niños ajenos. ¿Para abandonarlos también? Pero Veronika se equivoca cuando dice que a partir de pequeñas contradicciones es que nacen las grandes discrepancias, es más bien que las grandes discrepancias subyacentes se hacen visibles a través de esas contradicciones, grandes y pequeñas, que observamos a diario. Las contradicciones se cuelan mostrando, y probando, la verdadera cara política del gobierno frenteamplista: su corrupción, su falsedad, su arrogancia, su capacidad de hipocresía al decir continuamente una cosa mientras hace otra.
Tampoco es cierto que sea por confusión ideológica que se perpetúan modelos de gobierno deficientes en tiempos de democracia popular. No hay tal confusión ideológica en quienes gobiernan, que no pueden ignorar la agenda que llevan adelante. Y los que votan tampoco están confundidos, más bien están siendo activamente engañados, como fueron engañados activamente por los blanqui-colorados antes que por los frentistas. Esa es la farsa que estamos presenciando; y en las raíces de esa farsa hay una gran traición. Porque en esencia se traicionó el proyecto de un nuevo Uruguay -uno más justo y menos opresor en lo público y lo privado, fuera y dentro de casa, uno que sacudiera viejos mitos y discursos para dejar pasar la gente nueva. Pero fueron justamente quienes creíamos serían los más legítimos garantes de ese cambio, los más probados, quienes colaboraron en la traición del proyecto mintiéndonos, sin decir siquiera que no se puede hacer. Dieron el paso al frente para legitimar esa traición. Y lo peor es que no fueron pocos sino muchos, porque cuando el Frente necesitó nuevas figuras en su elenco gobernante no faltaron los remplazos, incluso si para entonces era bien obvio que en la práctica el gobierno frentista era totalmente neoliberal.
El proyecto liberador del siglo 20 fue tan activamente traicionado que hasta perdió el discurso, le robaron las palabras. Blanco es ahora negro, injusto es ahora justo, reforma agraria es ahora extranjerización del campo, la banca es ahora el nuevo dios y nacionalizarla es un gran pecado. A los niños delincuentes hay ahora que matarlos, no integrarlos, antes eran «potencial malgastado» pero ahora son «bandidos irrecuperables». Robar desde abajo es todavía un crimen; robar desde arriba es fantástico. Que viva la juerga, todo esto es legado de la pseudo-izquierda.
El presidente, siendo muy bueno, no cobra su sueldo que dona para que se construyan viviendas, y se muestra al mundo como un filósofo popular. No faltan quienes lo adulan mundialmente; pero es un canalla con su pueblo al que llama holgazán particularmente si se trata de pobres -aunque haya sido el mismo pobre de origen, lo que prueba que el clasismo existe también en los de abajo. Y el presidente por venir es arrogante, pequeño dios que ni trata de ocultar su machismo y que, falto de matriz y viejo, ha hecho del aborto su tema, no corre peligro de sufrir un embarazo indeseado. Pero, definitivamente el país se transformo en país de pacotilla cuando de la noche a la mañana se liberó la marihuana por deseo de Rockefeller.
Uruguay, un país sin gran significancia para el mundo es finalmente «puesto en el mapa» (al decir de mi tía) gracias al gobierno del Frente Amplio que logra que ocupe, al menos brevemente, lugar de «predilecto» en un imperio en decadencia. Al decir de Homero Simpson » Iu ar gay.» Mira ese país, jua, jua, es gay, dice Homero desde el televisor. No se puede ignorar la ironía, porque gay no es usado en el sentido de país «alegre» sino en el otro y bien sabemos quienes nacimos allí que el país continúa siendo totalmente homofóbico. Estamos en el mapa del mundo pero no como debiéramos estar, como un proyecto de país nuevo que se respeta y respeta a todos sus ciudadanos y ciudadanas. Estamos en el mapa del mundo como una broma, haciendo el ridículo; y eso es también el legado de la pseudo- izquierda.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.