En la actualidad de Honduras se han desatado de manera evidente grandes contradicciones en la sociedad, el modelo económico ha provocado una división significativa entre las burguesías nacionales. Un hecho que en un inicio se catalogó como un problema inter-burgués, provocó rápidamente una reacción en el seno de la clase trabajadora que había aumentado su […]
En la actualidad de Honduras se han desatado de manera evidente grandes contradicciones en la sociedad, el modelo económico ha provocado una división significativa entre las burguesías nacionales. Un hecho que en un inicio se catalogó como un problema inter-burgués, provocó rápidamente una reacción en el seno de la clase trabajadora que había aumentado su organización desde hace varias décadas, poniendo en evidencia y profundizando las divisiones y antagonismos entre ésta y la clase capitalista, desembocando así en un proceso revolucionario. Éste aunque con gran fuerza es todavía embrionario. Las fisuras de clase, también provocaron erupciones en varios sectores de la sociedad a todos los niveles.
A este punto en Honduras, el pueblo ha percibido consiente o inconscientemente que el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas – o sea las destrezas acumuladas sobre el conocimiento técnico científico- superan los resultados finales que como sociedad se producen colectivamente así como en cuanto a las condiciones en el progreso social del cual se rodea. Esto a tal nivel que resultan demasiado evidentes los esfuerzos de sectores antidemocráticos por frenar un proceso alternativo de desarrollo aun cuando el avance que se menciona se haya estancado desde hace tiempo – no por falta de capacidad de los trabajadores sino por la propia incapacidad de la clase burguesa en confrontación con los círculos de poder transnacionales e imperiales-.
Mientras tanto, el pueblo en resistencia ha demostrado su interés y madurez para luchar por el control del poder político del Estado, teniendo presentes los errores que se podrían cometer en el proceso de esa lucha, la evidencia ha demostrado en los últimos años que se va avanzando. El proceso electoral o la rama electoral de la lucha popular, si bien uno arduo y que absorberá gran parte de las energías durante todo el proceso de transición, no constituye el fin único, es simplemente un paso más en el proceso de liberación nacional que comienza con la toma del poder del Estado, prosiguiendo a su democratización y su instrumentalización para que sirva a los intereses del pueblo, por y para éste. Aunque se participe una y otra vez, en el proceso de depuración electoral tendrán que haber cambios sustanciales y radicales en el mismo a medida el pueblo vaya construyendo mejoras cualitativas a través de las lecciones aprendidas en cada ciclo; la cultura asamblearia democrática, los procesos electorales regionales, partidarios y nacionales se irán perfeccionando con el tiempo y a medida aumente la influencia de este proceso sobre la organización de la sociedad toda. Algunos se obsesionan con la idea de pensar que las revoluciones son estáticas. Sin embargo, es necesario siempre promover la autocritica para impulsar el proceso de mejoramiento de las practicas de la democracia. Los ciclos electorales del futuro, sea cuando sea que se tome el poder, no deberían tener nada que ver con lo que ahora experimentamos.
Simultáneamente, y al contrario de lo que muchos piensan, que en el seno del partido del pueblo existan grandes batallas internas por lograr impulsar las propias ideas políticas- y aquí es indiscutible que cada sector ve todavía las practicas democráticas desde su ángulo particular- es un indicador que el proceso revolucionario continua con tanta fuerza como cuando comenzó, y, por su puesto, esto representa una amenaza sin precedentes para la burguesía nacional y transnacional, que ha dedicado durante décadas y siglos sus mejores esfuerzos por evitar que el pueblo participe en procesos políticos de cualquier índole, sobre todo en los que sus representantes se vean altamente influenciados por su propia condición de clase, como ocurre ahora.
En este punto, es cierto, estamos actuando con una herramienta que ha sido creada y dibujada por la burguesía a su antojo, con el fin de reducirla a su más mínima expresión y para que tenga el mínimo impacto posible en la vida de los hondureños. Estando sumidos en la barbarie política de la Honduras del siglo XXI, los vicios de la sociedad capitalista que es corrupta por naturaleza resultan difíciles de diferenciar al interno de las luchas electorales, las cuales la oligarquía no tenía ni tendrá ninguna intención de enaltecer. Al contrario, lo han boicoteado desde su origen, los procesos electorales han sido utilizados como una carnada para mantener a flote las bases de la sociedad a niveles en que puedan extraer algún beneficio de ella. En el proceso de representación electoral aparecen anomalías que, se ha reflexionado, tienen que ir desapareciendo o sustituyéndose por un nivel más avanzado. La democracia real no existe en ninguna parte del planeta, y el ser humano esta experimentando con las herramientas que tendrá ahora a su alcance. Por otro lado, el oportunismo y el caudillismo son vicios que existen como un hecho histórico en la cultura humana, y se da y se refleja al interno de todas las sociedades desde Suecia hasta Malawi expresándose de diferentes maneras, algunas más sutiles que otras. Uno de los principales objetivos de la revolución es ir poco a poco deshaciéndose de ellos, es muy poco probable que esto ocurra en un abrir y cerrar de ojos como desearíamos.
Incluso en el nuevo contexto de la batalla de las ideas, la política electoral y la lucha por la hegemonía de las instituciones, por su puesto, la superestructura no podrá cambiar completamente sin antes haberse dado cambios sustanciales en las relaciones sociales de producción – en la sociedad las relaciones económicas de base marcan la pauta sobre las formaciones sociales incluido el progreso político-. Esa tarea le corresponde ir resolviéndola al pueblo a través del Estado. Algunos teóricos del socialismo argumentan que será a través de esa hegemonía en la sociedad en que el pueblo podrá ir sembrando los cambios en el modo de producción. De cualquier manera, es la clase trabajadora, la clase que ya desde ahora va demostrando traer en sus manos el futuro, la que tiene en su destino la ultima palabra sobre este tema como en todos los otros temas que aquí se discuten. Sin embargo, el proceso político no puede ir separado de todos los demás procesos y no podemos pensar que unos procesos son más meritorios que otros. Siempre encontramos personas que quieren vivir en el futuro antes de haber sufrido el proceso para llegar a él. Por otro lado, la utopía también puede ser dogmática, sobre todo cuando ésta entorpece la dirección natural en la que se dirige el pueblo.
Por otro lado, pensamos que resultaría derrotista dejar de un lado todo proyecto revolucionario debido a que la clase capitalista mundial ha desvirtuado la actividad política a sus niveles más oscuros, sellando así con cadenas la posibilidad de revoluciones proletarias en que simultáneamente se apodera la clase trabajadora de los medios de producción y del poder político. La oligarquía en Honduras ha desmantelado la producción y reducido el Estado a su más mínima expresión. También el capitalismo internacional aún se encuentra en expansión, sobre todo en cuanto a lo referente a la institucionalidad de la propiedad privada en sus manos, para este fin entre más se expande más necesita deshacer las posibilidades y la influencia del poder publico, creando constantemente confusión en este sentido y alejando a la sociedad de aspiraciones políticas sanas, despolitizándola su propiedad privada tiene más validez y la subordina (a la sociedad) con más facilidad.
Estas, se ha demostrado, son las condiciones históricas para el siglo XXI. Se va a avanzar progresivamente de un punto «X» a un punto «Y» y no en 24 horas. Durante los siglos XIX y XX, la burguesía mundial no estaba preparada para enfrentar, por causa de falta de entendimiento de las interacciones entre ejercicio político y sociedad que se mencionan antes, la avalancha ideológica que representaría por un lado las consecuencias de las revoluciones industriales y, por otro, el rápido descubrimiento de los mecanismos para la liberación por parte de los herederos del pensamiento económico de aquel entonces, que desmantelaron los enredos creados por Malthus, Smith, David Ricardo y otros economistas burgueses, para ponerlos al servicio de la clase trabajadora. La temprana redacción del Manifiesto Comunista provocó un terremoto social que agarró por sorpresa a la clase propietaria. Ese mismo fenómeno, tan acelerado, probablemente constituyó la raíz de varios problemas que surgieron posteriormente, sino en todas, pero en varias de las revoluciones proletarias; lo que se obtuvo en pocas décadas fue muy avanzado para su época, al punto que diseminó un tremendo desarrollo para las sociedades incluso de los países capitalistas (por eso un retroceso en la actualidad), sin embargo, el ser humano es un ser atrasado aún; ese resplandor revolucionario del siglo XX aunque avanzado era un preludio de lo que vendría.
Por otro lado, las revoluciones socialistas del siglo XX han tenido tal impacto en la historia de la humanidad que el ser humano no ha procesado con la seriedad necesaria una mínima parte de ese hecho histórico sin precedentes. Los Estados burgueses occidentales y su industria de la información guardan silencio ante tal susto y ante el grado de amenaza que ello representó, retorciéndolo, ignorándolo o minimizándolo, y lo que es peor declarándose vencedores. Sin embargo, en América Latina este proceso de discusión ha empezado nuevamente.
Otros ejemplos de lucha continental demuestran que el proceso latinoamericano engendrará un espíritu nuevo, mejor y con grandes posibilidades de cambio positivo para los pueblos. Las revoluciones latinoamericanas, que no cesan de aparecer de un país a otro, no sólo están luchando contra un monstruo mucho más gordo e inteligente, y de dimensiones mucho mayores a las existentes hace un siglo, pero también sus causas son tanto o más revolucionarias que las ocurridas entonces, e indiscutiblemente obtendrán, tarde o temprano, mejores resultados que los experimentados en la historia reciente. En fin, por todas las razones expuestas y por ser una novedad, no debe extrañarnos que los mejores esfuerzos se enfoquen en este menester electoral que es la tarea histórica que se requiere para pasar de la resistencia al poder, sin dejar de resistir.
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