En 1954 Stroessner tomaba el poder en medio de un gran caos político por la crisis interna en el partido colorado y las derivaciones de la guerra civil del 47. El mundo también seguía convulsionado por la segunda guerra mundial que había culminado hacía menos de una década. Las luchas fraccionarias en su partido y una férrea oposición que seguía manteniendo influencia en las fuerzas armadas, amenazaban la frágil estabilidad del régimen.
Stroessner que necesitaba construir una base hegemónica para consolidarse en el poder apelaría a un poderoso recurso para resolver el problema: transferir las extensas tierras del Estado paraguayo-herencia de los gobiernos francista y lopista-a políticos y militares para la formación de una nueva clase dominante.
En tres décadas repartiría alrededor de 10 millones de hectáreas de tierras públicas (el 29% del territorio nacional), casi el 60% de las propiedades fiscales, a políticos y militares colorados. En 1963 derogaba el Estatuto Agrario de 1940 –prohibición de venta de tierras a menos de 100 kilómetros de la frontera– preparando las condiciones para la constitución de una clase multinacional afín a sus intereses. La gigantesca cantidad de tierras entregada de forma fraudulenta servirá para dar nacimiento a una nueva clase social aliada. Se engendraba de esa manera la histórica alianza partido colorado-fuerzas armadas-gobierno, que lo sustentaría durante tres décadas, y solo sería resquebrajada en agosto de 1987.
Los políticos y militares colorados se convierten por esta vía en los “nuevos ricos”, clase, que una vez ingresado en un proceso de acumulación a mayor escala, empezaría a ramificarse en otras áreas de la economía, como las finanzas, el comercio, el latifundio ganadero, el agronegocio, el comercio ilegal y el narcotráfico. Esta clase social que nace fraudulentamente será permeada por una cultura prebendaria y venal, vinculada históricamente a grandes negociados estatales. Se incubaba una lumpen burguesía, que gracias al poder político dictatorial, subordinaría a los otros grupos de poder, deviniendo en clase hegemónica entre las décadas del 60 y 80.
A precios actuales las tierras malhabidas costarían entre 20.000 a 30.000 millones de dólares aproximadamente, que hubiera servido para la reforma agraria, la industrialización, y la conversión del Paraguay en el país más desarrollado de la región. Pero el despojo de las tierras solo significó el enriquecimiento de la elite gobernante, y la conversión del Paraguay en uno de los más pobres de la región.