La violencia en el espacio digital demanda una mirada particular, en tanto es una combinación de formas de agresión donde concurren la violencia de género, la política y la simbólica.
En ello coincidieron varias expertas, participantes en el conversatorio promovido por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) a propósito del Día Mundial de la Salud, el pasado 7 de abril.
Se precisa «pensar, teorizar y tipificar estas formas de violencia», un paso esencial para organizarse y brindar una respuesta a ese fenómeno, acentuado en tiempos de covid-19, refería en el conversatorio la exdecana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Graciela Morgade.
El ciberacoso, las violencias de género y los discursos de odio durante la pandemia, vistos desde una perspectiva feminista interseccional y de cuidados, nuclearon las intervenciones de investigadoras y luchadoras de Argentina, Venezuela, Brasil, Uruguay y México.
Sobre el primero de esos problemas, definido como el uso de medios digitales para acosar a una persona o un grupo, las intervenciones reafirmaron las afectaciones que genera a la soberanía de las mujeres y su seguridad.
La violencia en las redes muchas veces se perpetra desde la impunidad del anonimato, señalaba Morgade, y añadía que ya sea la divulgación de información falsa o privada, los actos de violencia u hostigamiento, o los ataques personales, tienen una mayor posibilidad de circulación y multiplicación desde estos espacios, lo que también incrementa el daño que ocasionan.
Lulú Barrera, del colectivo Luchadoras, de México, insistía en la importancia de que se reconozca la violencia en el espacio virtual como una violencia real, pues en ocasiones las políticas y la sociedad solo condenan el hecho cuando se produce en el plano físico.
«La amenaza existe desde que se produce», enfatizó, y precisó que la agresión virtual causa daños sicológicos a las mujeres, pero también puede afectarlas económicamente. Muchas pierden sus trabajos, dejan de ir por temor al escarnio público, enfrentan precariedad por el costo de los tratamientos sicológicos y hasta se ven obligadas a un desplazamiento forzoso, lo cual muchas veces alcanza igualmente a las familias», dijo.
«Es necesario sofisticar las herramientas para conocer y caracterizar lo que está ocurriendo en el espacio digital», apuntaba Barrera, cuyo colectivo ha identificado13 formas distintas de ciberacoso.
Saberlo es relevante porque todas las plataformas no tienen las mismas políticas de seguridad y, por tanto, pueden no actuar ante determinadas notificaciones, acotó.
Esas fallas contribuyen a la indefensión existente frente a ese tipo de violencias, pues aun cuando se incrementa el número de mujeres que las denuncian, muchas se quedan en la investigación, coincidieron las expertas.
Al respecto, Lulú Barrera consideraba que, si bien el castigo es necesario, debemos ser conscientes de que el punitivismo no siempre logra reparar el daño que sufren las mujeres por el ciberacoso.
En tanto, la profesora Morgade añadía que es preciso encontrar los modos de sanción, pero también los modos pedagógicos, educativos y culturales para revertir estas prácticas, sin renunciar a la dimensión formativa.
Otra cara de la misma violencia
El ciberacoso es hoy una forma de incitar al odio que apela a la emocionalidad para silenciar a determinados grupos, afirmó en el conversatorio Mitzy Flores, del Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Varias de las participantes pusieron ejemplos de ataques recibidos en las redes sociales por sus colectivos o en talleres virtuales, fundamentalmente generados por troles dedicados a atacar los feminismos.
El antifeminismo online forma parte de la corriente de ataques a los derechos y el surgimiento de los movimientos antiderechos, definió Alba Carosio, también del Centro de Estudios de la Mujer de la UCV y coordinadora del grupo de trabajo Feminismos, resistencias y emancipación de Clacso.
Comentó que las comunidades en línea se agrupan más por ideologías que por otro tipo de conceptos, y ello da lugar a que surjan redes como la denominada manosphera, grupos de hombres que se sienten libres para hablar mal de las mujeres; o los llamados incel (involuntariamente célibes), quienes sostienen que las mujeres deberían pagar a los hombres por tener sexo.
Sobre el modo de enfrentar las violencias en el espacio digital, las participantes coincidieron en la importancia de la denuncia y de emplear los mecanismos de seguridad establecidos en las redes sociales, además de hacer la queja formal ante la ley.
Asimismo, abordaron la relevancia de guardar pruebas de los hechos, apoyarse, generar estrategias en red, conocimientos e impulsar políticas públicas acordes con los fenómenos que están emergiendo.
Pandemia, caldo de cultivo
El conversatorio virtual apuntó críticamente al confinamiento generado por la pandemia, como un caldo de cultivo para el incremento del ciberacoso y en general para el retroceso en muchas de las conquistas alcanzadas por las luchas feministas en los últimos años.
«Ello se ha producido porque estamos más en las redes», dijo Graciela Morgade, pero también porque no tenemos todavía la suficiente cantidad de herramientas para visibilizar y denunciar el fenómeno».
En términos de cuidados, refirieron las expertas, el regreso a los hogares ha marcado la sobrecarga de las mujeres con las labores domésticas, del mismo modo que su participación en la educación de los menores de casa, a lo cual se unen las demandas del teletrabajo.
Ejemplos de Brasil y Argentina fueron expuestos en el intercambio, en el cual la mexicana Lulú Barrera llamó la atención sobre cómo las brechas estructurales se extienden al espacio digital, no solo en lo relativo a las violencias, sino también al uso del tiempo.
En ese sentido significó que las encuestas sobre el tema desarrolladas en América Latina demuestran que las mujeres dedican mucho más tiempo a los cuidados que los hombres y, por tanto, queda menos tiempo para otras opciones, como el uso de internet, que está fuertemente ligado al esparcimiento y a la superación profesional y personal.
Es necesario realizar análisis interseccionales de los fenómenos de las desigualdades en el espacio digital, agregó, pues los números planos podrían decir que 51 por ciento de las usuarias de internet son mujeres, pero ello no habla sobre la calidad de ese uso.