Bueno, de acuerdo, estoy siendo demasiado generoso con el espejo. Pero no me refiero a que sólo hayamos tenido dos fallas, errores o faltas («fallos» dicen acá) en el primer año de actividad de los caracoles y las Juntas de Buen Gobierno, sino que se trata de dos faltas que ya parecen ser crónicas en […]
Bueno, de acuerdo, estoy siendo demasiado generoso con el espejo. Pero no me refiero a que sólo hayamos tenido dos fallas, errores o faltas («fallos» dicen acá) en el primer año de actividad de los caracoles y las Juntas de Buen Gobierno, sino que se trata de dos faltas que ya parecen ser crónicas en nuestro quehacer político (y que contradicen flagrantemente nuestros principios): el lugar de las mujeres, por un lado, y por el otro, la relación de la estructura político-militar con los gobiernos autónomos.
Para quienes han estado en contacto con los caracoles o con las Juntas de Buen Gobierno habrá muchos más, pero una parte de ellos se debe a la dinámica de la resistencia, otra parte consiste en errores que ya están, cuando menos tendencialmente, en proceso de solución, y una parte más son errores que no lo son (o sea que son a propósito).
Hay otros errores que no estoy seguro si se deban a algo que tenga que ver con la guerra, la resistencia, la clandestinidad. Está, por ejemplo, nuestra ya tradicional descortesía. Es común que quien llegue a los caracoles e intente hablar con la Junta de Buen Gobierno, pase un buen tiempo esperando a ver si se le recibe o no. También es frecuente que se manden preguntas y la respuesta no llegue («siquiera deberían contestar que no van a contestar», suplicaba-regañaba una sociedad civil).
Puede sonar gracioso, pero para alguien que a veces cruzó un océano (y no metafóricamente) para llegar a nuestros suelos, no es nada chistoso que no se le reciba. Yo creo que es el «modo» de acá, pero ya se está resolviendo; ahora hay una comisión que, mientras la Junta de Buen Gobierno se pone a modo, atiende a todo el que llega (siempre y cuando no sea del gobierno federal). Sin embargo, el funcionamiento de la llamada «comisión receptora» (formada casi siempre por miembros del CCRI) no ha sido parejo en todos los caracoles y más de un o una «sociedad civil» se ha quedado esperando. Pero créanme que estamos atentos a que esto ya no se dé… o ya no tan seguido.
Por otra parte, se debe entender que estamos en un movimiento en rebeldía y resistencia. Si a esto agregamos varias generaciones víctimas de engaños y traiciones, se puede comprender la desconfianza natural ante los nuevos visitantes, y que se pidan datos y referencias que ayuden a esclarecer si el recién llegado trae buenas o malas intenciones. Lo que algunos ven como tendencias burocráticas en las JBG y los consejos autónomos son, en realidad, producto de la dinámica del acosado y perseguido.
Otro «error», detectado por «sociedades civiles» y especialmente por las organizaciones no gubernamentales que trabajan en las comunidades, no lo es.
Me refiero a que los miembros de las Juntas de Buen Gobierno cambian continuamente. Después de «guardias» que van de ocho a 15 días (según la zona) la junta es relevada; los que estaban regresan a sus trabajos de consejo autónomo y otras autoridades entran a dirigir en la JBG.
«Cuando ya nos entendimos con un equipo», dicen las «sociedades civiles», «lo cambian por otro y hay que volver a empezar; no hay continuidad porque se hacen acuerdos con una junta en una semana y a la siguiente ya está otra junta diferente». Hay quien no entra en detalles y receta: «las Juntas de Buen Gobierno son un desmadre».
Un «comisión de vigilancia» (equipo del CCRI encargado de apoyar a la JBG en cada zona) me platicaba: «Estamos batallando mucho, porque cuando un equipo ya va agarrando el modo de lo que deben ser los trabajos de la junta, se cambia por otro equipo y hay que empezar de nuevo a explicarle a los nuevos. No sólo, cuando ya pasaron todas las autoridades autónomas, ¡zas!, hay cambio de consejo y otra vez a darle».
Ustedes dirán que me paso de listo, pero la verdad es que así está planeado.
Claro que el plan no es que las juntas sean, para usar el término de las «sociedades civiles», un desmadre. El plan es que el trabajo de la JBG sea rotatorio entre los miembros de todos los consejos autónomos de cada zona. Se trata de que la tarea de gobierno no sea exclusiva de un grupo, que no haya gobernantes «profesionales», que el aprendizaje sea para los más posibles, y que se deseche la idea de que el gobierno sólo puede ser desempeñado por «gente especial».
En efecto, casi siempre que todos los miembros de un consejo autónomo ya aprendieron lo que es el sentido del buen gobierno, hay nuevas elecciones en las comunidades y cambian a todas las autoridades. Los que ya habían aprendido se regresan a la milpa y unos nuevos entran… y a recomenzar.
Si se analiza detenidamente, se verá que se trata de todo un proceso donde pueblos enteros están aprendiendo a gobernar.
¿Ventajas? Bueno, una de ellas es que es más difícil que alguna autoridad se pase de lista y, argumentando lo «complicada» que es la tarea de gobierno, no informe a las comunidades sobre el uso de recursos o la toma de decisiones. Mientras más sepan de qué se trata todo, más difícil serán el engaño y la mentira. Y mayor será la vigilancia que los gobernados ejerzan sobre el gobernante.
Se dificulta también la corrupción. Si usted logra corromper a un miembro de la JBG, tendrá que corromper a todas las autoridades autónomas, o sea a todos los turnos, porque hacer «trato» con sólo una no garantiza nada (la corrupción también necesita «continuidad»). Cuando usted acabe de corromper a todos los consejos, tendrá que volver a empezar, porque para entonces ya habrá cambio de autoridades y lo que «arregló» con uno ya no funciona. Así que prácticamente tendrá que corromper a todos los habitantes adultos de las comunidades zapatistas. Aunque, claro, es probable que cuando lo consiga, los niños ya habrán crecido y entonces de nuevo…
Sabemos bien que este método dificulta la realización de algunos proyectos, pero a cambio tenemos una escuela de gobierno que, a la larga, dará frutos en una nueva forma de hacer política. Además, este «error» nos ha permitido combatir la corrupción que pudiera presentarse en las autoridades.
Tomará tiempo, lo sé. Pero para quienes, como los zapatistas, hacen planes por décadas, unos años no es mucho tiempo.
Otro «error», que no lo es, se refiere a que, a veces, se acude a la Junta de Buen Gobierno para pedir una declaración de apoyo a un movimiento o a una organización y no se satisface la petición. O se invita a una JBG a actos políticos y se rechaza la invitación. Esto no porque a la junta no le interese apoyar o participar. Se debe, simple y sencillamente, a que a las Juntas de Buen Gobierno no les corresponden estas acciones porque involucran a todos los pueblos zapatistas, no sólo a los que están en la jurisdicción de una junta, y las JBG no se pueden arrogar representaciones que no les corresponden. Además, la mayoría de las veces la solicitud o invitación se hace al EZLN, pero el EZLN es una cosa y las juntas son otra cosa. Así que no se apenen, todos estamos aprendiendo.
Contra lo que se pueda pensar, los errores que son nuestra responsabilidad exclusiva son los más difíciles de resolver.
Decía, al inicio de esta segunda parte del video, que una falla que arrastramos desde hace mucho tiempo se refiere al lugar de las mujeres. La participación de las mujeres en las labores de dirección organizativa sigue siendo poca, y en los consejos autónomos y JBG es prácticamente inexistente. Aunque esto no es aporte del EZLN a las comunidades, es también nuestra responsabilidad.
Si en los Comités Clandestinos Revolucionarios Indígenas de zona el porcentaje de participación femenina está entre 33 por ciento y 40 por ciento, en los consejos autónomos y Juntas de Buen Gobierno anda en menos de uno por ciento en promedio. Las mujeres siguen sin ser tomadas en cuenta para los nombramientos de comisariados ejidales y agentes municipales. El trabajo de gobierno es aún prerrogativa de los varones. Y no es que estemos en favor del «empoderamiento» de las mujeres, tan de moda allá arriba, sino que no hay todavía espacios para que la participación femenina en la base social zapatista se vea reflejada en los cargos de gobierno.
Y no sólo. A pesar de que las mujeres zapatistas han tenido y tienen un papel fundamental en la resistencia, el respeto a sus derechos sigue siendo, en algunos de los casos, una mera declaración en papel. La violencia intrafamiliar ha disminuido, es cierto, pero más por las limitaciones del consumo de alcohol que por nueva cultura familiar y de género.
También a las mujeres se les sigue limitando su participación en actividades que impliquen salir del poblado.
No se trata de algo escrito o explícito, pero la mujer que sale sin su marido o sin sus hijos es mal vista y se piensa mal de ella. Y no me refiero a actividades «extra zapatistas», en cuya participación hay restricciones severas que también incluyen a los varones. Hablo de cursos y encuentros organizados por el EZLN, las JBG, los municipios autónomos, las cooperativas de mujeres y los mismos pueblos.
Es una vergüenza pero hay que ser sinceros: no podemos aún dar buenas cuentas en el respeto a la mujer, en la creación de condiciones para su desarrollo de género, en una nueva cultura que les reconozca capacidades y aptitudes supuestamente exclusivas de los varones.
Aunque se ve que va para largo, esperamos algún día poder decir, con satisfacción, que hemos conseguido trastocar cuando menos este aspecto del mundo.
Sólo por eso valdría la pena todo.
Lo que sí es «aportación» (mala por cierto) del EZLN a las comunidades y a su proceso de autonomía, es la relación de la estructura político-militar con los gobiernos civiles autónomos.
Originalmente, la idea que teníamos era que el EZLN debía acompañar y apoyar a los pueblos en la construcción de su autonomía. Sin embargo, el acompañamiento se convierte a veces en dirección, el consejo en orden… y el apoyo en estorbo.
Ya antes he hablado de que la estructura piramidal jerárquica no es propia de las comunidades indígenas. El hecho de que el EZLN sea una organización política-militar y clandestina contamina todavía procesos que deben y tienen que ser democráticos.
En algunas juntas y caracoles se ha presentado el fenómeno de que comandantes del CCRI toman decisiones que no les competen y meten en problemas a la junta. El «mandar obedeciendo» es una tendencia que continúa topando con las paredes que nosotros mismos levantamos.
Estas dos fallas requieren de nuestra atención especial y, por supuesto, de medidas que las contrarresten. No se pueden achacar al cerco militar, a la resistencia, al enemigo, al neoliberalismo, a los partidos políticos, a los medios de comunicación, o al mal humor que suele acompañarnos en las mañanas cuando no está la piel que deseamos…
Y ya. Fui lo más breve posible porque, en la aceptación de los errores propios, hay que ser tan parcos como extensos en las soluciones.
Vale. Salud y entiendo que no entiendan todavía. Por eso había iniciado con el «paciencia, virtud guerrera».
Desde las montañas del sureste mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, agosto de 2004. 20 y 10.
P.D. ¿O sea que nos veíamos más bonitos calladitos? Ni modos, decimos lo que pensamos y sentimos. ¿De cuántas personas y organizaciones pueden decir lo mismo?
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Leer un video. Primera parte: Un islote
Subcomandante Marcos