Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
«Occidente trata en vano de hallar una forma de agonía digna de su pasado»
E.M. Cioran
Libertad Duradera es como el gobierno de EE.UU. definió su reacción oficial, militar, al 11-S. Debería haber sido Operación Justicia Infinita; pero algún apparatchik descubrió que ésa también era una definición de Dios. Diez años después del 11-S, los hechos en el terreno explican a un mundo conmocionado y empavorecido que padece la guerra en lugar de justicia, mientras la libertad, más restringida a cada minuto que pasa, solo es otra palabra para todo lo que queda por perder.
Osama bin Laden solía definir el 11-S como Yaum Niu York («el día de Nueva York»). Poco sabía el ahora descompuesto cadáver en el fondo del Mar Arábigo que desataría un comienzo del Siglo XXI conformado como un páramo plagado de neolengua militarizada. [1]
La Zona Cero engendró la guerra global contra el terror (GWOT, por sus siglas en inglés) bautizada por George Bush, una guerra insensata contra una táctica. Un Pentágono más realista la llamó La Guerra Prolongada. La seguridad nacional de EE.UU. se transformó en Seguridad de la Patria. La amenazada hiperpotencia se apresuró a producir una temible trituradora de libertades civiles, la Ley Patriota, aprobada por Bush en octubre de 2001, y venerada en permanencia en marzo de 2006.
Para Washington, el 11-S nunca tuvo que ver con la reacción. Sucedió porque un sistema disfuncional demostró su falta de imaginación. Después del hecho, la opinión pública mundial nunca dejó de ser masajeada por un ejército de multiplicadores de la fuerza del mensaje, desde especialistas de la defensa a expertos en seguridad. Y un despliegue de Códigos Naranja, crecientes preocupaciones de seguridad y advertencias abstractas, mantuvieron en alerta a las masas estadounidenses.
Más rápidos que la velocidad del rumor, Humint, Sigint, Imint (inteligencia humana, de señales e imaginería), respaldada por Techint y CI (inteligencia técnica y contrainteligencia), se fundieron en un enjambre de operaciones psicológicas (basadas usualmente en mala humint). Pero a pesar de toda su brujería técnica, el gobierno de EE.UU. hizo una chapuza del elusivo objetivo del Conocimiento Total de la Información (TIA por sus siglas en inglés), un proyecto megalómano, al estilo del Dr. Strangelove de DARPA (Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa) del Pentágono.
Después del fin de la URSS, una frágil al-Qaida había sido elevada al estatus de chivo expiatorio global. Es una referencia a al-Qa’eda al-Askariyya («la base militar»), un tenebroso grupo cuya existencia fue oficialmente reconocida el 23 de febrero de 1998, como parte de un Frente Islámico Mundial para combatir a judíos y cristianos, fundado en una reunión en Peshawar, Pakistán.
Bin Laden siempre caracterizó a al-Qaida como una red inarticulada de entrenamiento y combate, por mucho que exhortara a la caballería del Islam a entrar en la lucha. Bin Laden era esencialmente un wahabí fundamentalista que sintió que tenía el deber de combatir la jahiliyya («ignorancia»), entendida tanto en el sentido fundamentalista egipcio Sayyid Qutb (como regímenes árabes infieles), como en ignorancia predominante antes de la llegada del Islam en el Siglo VII.
En lugar de que lo bombardeasen para devolverlo a la edad de piedra, Pakistán bajo el entonces presidente Pervez Musharraf (o «Busharraf»), se unió a la Guerra Global contra el Terror. En un guión planetario a los yihadistas -o islamo-fascistas- los presentaron universalmente como los malos, mientras los muyahidines habían sido los buenos cuando todavía los publicitaban como combatientes por la libertad durante la yihad antisoviético de los años ochenta.
En Afganistán expulsaron a los talibanes del poder a fuerza de bombas. Bin Laden y Ayman al-Zawahiri huyeron de Tora Bora hacia un agujero negro. Y luego el lado oscuro se convirtió en la nueva normalidad.
Arded, billones, arded
La aventura de Bush en Iraq -vendida al mundo por Curveball (Curva), también conocido como el farsante desertor iraquí Rafid Ahmed Alwan- fue la primera guerra de la historia pagada enteramente con tarjeta de crédito. En 2008, Joseph Stiglitz y Linda Bilmes calcularon que las guerras de Afganistán/Iraq estaban costando hasta 5 billones (millones de millones) de dólares, y suma y sigue. Solo los gastos directos del gobierno de EE.UU. ascendían aproximadamente a 2 billones de dólares, y suma y sigue, 17.000 dólares por cada hogar estadounidense.
De vuelta a 2002, el verdadero poder de Washington giraba alrededor de la Oficina de Planes Especiales, esa unidad de connotación soviética concentrada en demostrar que había un vínculo directo entre Iraq y al-Qaida. Todo lo demás iba en la dirección equivocada, como en el caso de los críticos de la guerra después de la caída de Bagdad en abril de 2003.
Para los neoconservadores -quienes no sabían absolutamente nada de Iraq- lo que contaba era la teoría dominó positiva: invadir Iraq desataría una ola de democracia por todo el mundo árabe. Los árabes se convertirían por fin en estadounidenses modelo.
La junta Bush-Dick Cheney puede haber venerado la guerra preventiva (justificada por el derecho internacional cuando existe un peligro inminente). Fue la doctrina Bush, anunciada en enero de 2002. Pero después de Conmoción y Pavor, la muqawama («resistencia») iraquí tenía otras ideas.
Los iraquíes suníes se unieron alrededor de la «resistencia» en lugar de la «liberación nacional», mientras los estadounidenses preferían hablar de inocua insurgencia, cuyas connotaciones evitan la realidad de la revuelta, revolución y guerra civil.
Pronto las operaciones de martirologio -lo que Occidente llama atentados suicidas, y lo que se conocía en árabe como amaliyya intihariyya («misión suicida»)- se convirtieron en la ley de la tierra. Cada noticiero estaba repleto de artefactos explosivos improvisados (IEDs) que luego se desarrollaron hasta ser VBIEDs, IEDs transportados por vehículos; artefactos de dispersión radiológica (también conocidos como bombas sucias); y penetradores formados por explosión. No había ningún refugio seguro para nadie (una tautología, ya que un refugio debe ser seguro).
Ahora la hiperpotencia estaba gobernada por un principio de bomba de tiempo por el cual EE.UU. ya no podía jugar según las reglas. Sin embargo, siempre hubo una escasez de información accionable. De ahí la constante modificación de las reglas de combate: para los marines estadounidenses, por ejemplo, fue «grita, muestra, empuja, dispara», y «dispara» siempre superó a las otras tres.
La modificación de las reglas llevó inevitablemente a un conjunto alternativo de procedimientos: técnicas controvertidas de interrogatorio, técnicas realzadas de interrogatorio, técnicas duras de interrogatorio, e incluso arte oscuro desplegado contra supuestos combatientes enemigos (la distinción de antes del 11-SS entre enemigo y combatiente ilegal había desaparecido por completo).
Era imperativo enviar a numerosos combatientes enemigos o sospechosos terroristas de alto valor a la Instalación Correccional Bagdad, conocida también como Central de Tortura Abu Ghraib, donde los «biscuits» (Equipos de Consulta de Ciencia Conductual, entrenados en SERE, escuela de Supervivencia, Evasión, Resistencia y Escape) de Fort Bragg, realizaban interrogatorios.
Los biscuits fueron introducidos a la famosa instalación de detención de Guantánamo por el general Geoffrey «tenemos que Guantanamizar» Miller y luego -exitosamente- transferidos a Abu Ghraib. Guantanamizar significaba el ensangrentado espectáculo de la desnudez forzosa, encapuchamiento, hombres esposados en dolorosas posiciones de estrés, ataque de perros, golpes contra los muros y waterboarding, un remix del pump and dump (bombearlos para obtener información y luego librarse de sus cuerpos) de la era de Vietnam.
Los excesos, claro está, no fueron causados por las políticas de George «hay que tratar a estos detenidos como a perros» Miller, sino por unas pocas manzanas podridas. Y malditas sean esas extrañas convenciones de Ginebra.
El mundo también llegó a conocer las ‘entregas extraordinarias -mejor dicho secuestros perpetrados por el Estado y deportación- mediante una flotilla de aviones fantasmas de la CIA. La práctica de subcontratar la tortura fue en realidad un asesinato por contrato entregado a las agencias de seguridad de Egipto, Jordania, Siria, Libia, Marruecos, Arabia Saudí, Pakistán y al rudo aliado Uzbekistán, muy adepto a hervir partes del cuerpo y a electrochoques en los genitales.
Blackwater -rebautizada posteriormente Xe- se convirtió en el santo grial del complejo mercenario-evangélico, que hizo su agosto en Irak, así como hordas de contratistas de la defensa y contratistas privados de la seguridad, es decir mercenarios.
Apólogos del memorando de la tortura de agosto de 2002 vitorearon frenéticamente a los soldados estadounidenses que se unieron al grupo de la tortura, mientras sonreían socarronamente ante la tortura ‘light‘. Para Dick «pescador» Cheney, waterboarding era algo fácil, una «zambullida en el agua».
Pero entonces Iraq se convirtió en un cenagal. La junta Bush-Cheney decidió eludir una Babel de evaluaciones de la guerra y un parámetro infernal en Iraq, ordenando una ‘oleada’, mientras construía Fortaleza Bagdad, conocida como Embajada de EE.UU., la mayor del mundo.
Y luego la guerra de Afganistán, como alma que lleva el diablo, salió con creces de un prolongado coma, y se transformó en una guerra estadounidense/europea contra los pastunes, guerreros de primera que han derrotado a todo imperio conocido. La receta de una «victoria» occidental era una ‘oleada’ más.
Nuestro camino o la autopista
La Guerra Prolongada del Pentágono no logró hacerlo; la gente del Norte de África, lo hizo. La Primavera Árabe derrotó al 11-S, y derrotó a al- Qaida. Incluso derrotó a Osama bin Laden antes de la incursión de Abbottabad (esencialmente un asesinato selectivo realizado por un comando después de la invasión del espacio aéreo de una nación soberana).
Pero precisamente cuando la Primavera Árabe también pareció haber derrotado la falacia de esa Santa Trinidad: Islamofobia, choque de civilizaciones y el fin de la historia…
…todo se volvió cinético, por medio de la Operación Alba de la Odisea, Washington, Londres y París decidieron desechar el derecho internacional tal como existía desde el Tratado de 1648 de Westfalia. R2P -«responsabilidad para proteger» civiles- tuvo su bautismo balístico, la perfecta cobertura humanitaria para la defensa de los intereses económicos y estratégicos atlantistas. Con el beneficio agregado del Premio Nobel de la Paz y múltiple generador de guerras, Barack Obama, presidiendo sobre la metamorfosis de la OTAN en un Robocop global, con o sin luz verde de la ONU. Occidente obtuvo un costal totalmente nuevo: una milicia global.
La guerra de Iraq -dejando de lado a las Naciones Unidas- tuvo que ver con el cambio de régimen. Libia -con la bendición de la ONU- también tuvo que ver con cambio de régimen, aunque Obama juró que no era así.
Diez años después del 11-S, la Guerra Prolongada se transformó en una guerra de cuarta generación, una guerra teóricamente «nueva», asimétrica, mezclada con contrainsurgencia. Bienvenidos a la CIA como milicia paramilitar. Bienvenidos a «Dronistán -Predator MQ-1″ de General Atomics atacando a milicianos y dándose el gusto de causar daño colateral de vez en cuando, como en la liquidación de bodas pastunas.
Y bienvenidos al Comando Especial Conjunto de Operaciones (JSOC), desarrollado por el ex héroe de la ‘oleada’ en Iraq y actual director de la CIA, general David Petraeus, como «una máquina letal de contraterrorismo casi a escala industrial», como la definió el acólito de Petraeus, John Nagl.
El JSOC es lo que se conoció en Latinoamérica en los años setenta como un escuadrón de la muerte, pero ahora bajo la égida directa del Pentágono: maestros del asesinato/captura, basados en una endeble premisa legal o descaradamente extralegal, persiguiendo a una lista de objetivos de asesinato que también incluye a ciudadanos estadounidenses.
¿Se romperá el círculo? Claro que no: El Modo de Guerra Estadounidense de Obama -que ahora alardea de virtualmente cero bajas, como en Libia- tiene los mismos objetivos que el de Bush.
El Pentágono no abandonará de ninguna manera Afganistán e Iraq. El Pentágono establecerá una base de Africom en Libia. Entre un diluvio de incógnitas conocidas, incógnitas imponderables, estamos ante los verdaderos dolores de parto de un nuevo Medio Oriente. Lo que realmente importa es la obsesión del Pentágono por controlar todo el arco de inestabilidad. Hay que recordar la ardiente retórica neoconservadora en Washington entre el eje del mal a principios de 2002 y la invasión de Iraq en marzo de 2003; si sois hombres de verdad id a Teherán. El rey de Playstation de Jordania y el archi-contrarrevolucionario rey de Arabia Saudí seguirán machacando sobre la amenaza existencial de la media luna chií.
Corazones furiosos y/o decaídos en todo el arco de inestabilidad seguirán alienados. Prevalecerá todo tipo de reacción. Por ejemplo, solo hay que calcular cuánto se tardará hasta que Libia sea violada por las potencias de la OTAN. ¿Reacción? ¡Qué vengan!, alardearán CIA/Pentágono. Será un paseíto.
De modo que, ¿qué bestia brutal aparecerá, cuando por fin llegue su hora?, y se lanzará hacia… ¿Kabul? ¿Bagdad? ¿Trípoli? ¿Riad?… No hay una jugada final a la vista; es el verdadero significado de Misión Cumplida. Diez años después del 11-S, el camino de la guerra es una misión eterna.
Nota
……
1. Hay que quitarse el sombrero ante el difunto, gran Fred Halliday del Instituto Barcelona de Estudios Internacionales, compilador de Shock and Awed: a dictionary of the war on terror (University of California Press, 2010).
Pepe Escobar es autor de » Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War » (Nimble Books, 2007) y » Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge «. Su último libro es » Obama does Globalistan » (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected] .
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Fuente http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MI09Ak02.html
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