El régimen golpista de Porfirio Lobo Sosa se encuentra en un callejón sin salida financiero que ya comienza a tocar las campanas en su propio partido político. El alcalde Ricardo Álvarez está hoy agobiado por una administración municipal gigantesca, ineficiente, corrupta y costosa; su reacción ha sido presionar con lo que puede al régimen conducido […]
El régimen golpista de Porfirio Lobo Sosa se encuentra en un callejón sin salida financiero que ya comienza a tocar las campanas en su propio partido político. El alcalde Ricardo Álvarez está hoy agobiado por una administración municipal gigantesca, ineficiente, corrupta y costosa; su reacción ha sido presionar con lo que puede al régimen conducido por su propio partido. Menudo problema, agravado por las declaraciones del Secretario de Finanzas de turno, William Chong, que afirmó recientemente que muchas secretarías de Estado ya habían consumido el 95% de su presupuesto para 2010, ¡y estamos a mediados de mayo!
Mientras tanto, todos los genios al servicio del golpismo comienzan a elucubrar sobre las posibles soluciones al problema, sin recurrir a la molesta salida que implica «complacer» a la comunidad internacional. Muchos de ellos escupen literalmente palabras y consignas de dignidad nacional; patrioterismo que no manifestaron cuando asesinaron, secuestraron y nos usaron como base para masacrar a nuestros hermanos centroamericanos.
Como era lógico esperar, muchos piensan que el camino es librar una batalla interna contra las conquistas de los trabajadores. Manifiestan con pasmoso cinismo que el problema del salario mínimo es que afecta al estatuto del docente, y que los maestros no deben ganar más porque no imparten doscientos días de clase al año; número mágico con el que según estos maestros del pensamiento, abriremos las puertas del conocimiento y con ello del desarrollo.
Según estas lenguas y plumas de alquiler afirman, las conquistas laborales son la mayor amenaza a la existencia del Estado hondureño; algunos virtuosos mercenarios de la palabra ya mencionaron la palabra «fallido» al referirse al Estado nacional. Siguiendo la inferencia de los apologistas del golpe y el neoliberalismo representado por ellos y sus lenguas esclavas, al bajar sus costos el gobierno, existirá felicidad, el Shangri Lá para la oligarquía local y sus sirvientes más cercanos.
No parecen entender que esa solución es básicamente imaginaria, debido al parasitismo que vive la gran empresa con respecto al Estado; sin negocios con el gobierno no hay ganancias exorbitantes. El único cliente que da para todos los gustos, y que incluso pierde los casos judiciales frente a las empresas privadas con gusto y con la complicidad de los felices defensores del bien común, es el Estado.
Por ejemplo: ¿Quién va a pagar a las empresas generadoras de energía (antes térmicas ya hora devenidas, golpe-gracias, en ambientalistas productores de energía renovable)?; o, ¿cómo van estos salvadores del progreso hondureño a conseguir el aval para la construcción de las obras que les producirán su felicidad por los siguientes 20 años? Aún tienen la fortuna de que el pueblo no ha comenzado a protestar por las concesiones que se han de otorgar para la construcción de estas represas, que han de privatizar cuencas hidrográficas a lo largo y ancho del país, y a dejar sin acceso al agua a miles y miles de hondureños y hondureñas.
Negocio redondo, el Estado avala, el pueblo paga, y ellos se hacen ricos. Pero sin los primeros dos no hay negocio, eso es lo que no entienden o no dicen los «formadores» de opinión pública en los medios locales. Hay que preguntarnos cuántas veces se va a multiplicar la presencia de gente como Miguel Facussé en conflictos agrarios por tierra y agua en todo el país en los meses que vienen. Pero ni este sujeto, ni ningún otro especulador-explotador, pueden prescindir del Estado ni de sus finanzas públicas.
La siguiente apuesta va por el camino de la generación de inflación a través de la producción de circulante sin respaldo (cómo habría de tener respaldo en las condiciones actuales de Honduras). Por este mecanismo inyectan un flujo que logre aparentar una actividad económica sostenida y responda las exigencias de la deuda interna. Normalmente, este dinero va a pasar por las manos de los trabajadores en forma de salarios, pero no impactará las reservas de los bancos ni los intereses de las empresas que trabajan en sectores estratégicos como la energía, comunicaciones, infraestructura, etc. Tampoco afecta a aquéllos que se dedican a la exportación. Todos respaldan sus operaciones en dólares.
Plan perfecto, se puede dejar que esta inyección de dinero de juguete fluya sin mayor riesgo, para eso el Fondo Monetario Internacional tiene estrategias que sirven para subsanar los problemas que genera el manejo irresponsable del sistema financiero nacional. Por esa razón se ocupan dos pasos siguientes: el primero, hacer un ajuste salarial, que hasta puede ser temerario, ¿y porque no?; la maquinita de hacer dinero funciona justo para eso. Claro está, los que prestan su fuerza de trabajo creyendo que son empresarios medios o pequeños se llevan la más fea; a ellos no los favorece el plan, al contrario, los arrincona. El siguiente paso implica necesariamente la devaluación, el deslizamiento de la moneda, hasta el punto en que se pueda compensar tanto el factor inflación como las «perdidas» de «los inversionistas». ¡Que bella la especulación del capital!
Pero, ¿y esta vía no ha generado intranquilidad ya en otros países?; ¿está la economía hondureña inmunizada contra el efecto helénico?; una sociedad cuasi a la deriva, ¿puede darse el lujo de jugar con esta pira que han escogido como alternativa estos señores?, ¿valdrá la pena llevar al país a un despeñadero seguro, cuando no se hace por ingenuidad o por torpeza, sino por falta de voluntad para resolver la verdadera crisis, de naturaleza política, y surgida entre diferencias irreconciliables de clase?
El desarrollo de estos acontecimientos se da en medio de una tremenda inestabilidad e insatisfacción de los sectores más pobres del país. El problema amenaza con desbordar la capacidad política de los partidos tradicionales. Desde el Frente Nacional de Resistencia Popular se hacen las advertencias oportunas, se plantean los caminos que deben seguirse para alcanzar un nuevo Estado nacional. Señores golpistas, la Asamblea Nacional Constituyente, la refundación de la patria, no es un capricho; es una necesidad de resolución impostergable.
Los cálculos de la clase dominante en términos de dinero han sido malos en estos últimos tiempos, pero sus evaluaciones políticas la están acercando a un punto sin retorno. De hecho, hasta hace poco pudieron incluso abanderar una constituyente dominada por ellos, con alguna posibilidad de éxito para calmar la situación por un par de años más; hoy esa opción ya no existe: o respetan la voluntad de pueblo soberano o se atienen a las consecuencias.
La alternativa política presentada por el presidente Zelaya en Ecuador le da a Lobo Sosa la oportunidad de llevar adelante un proceso histórico, desmantelando el aparato golpista, que más temprano que tarde será destruido en su totalidad, a la vez que se integra un proceso que lleve a una nueva Honduras. Es cierto que es más fácil escribir estas líneas que enjaular de regreso a los gorilas o adormecer a los rottweiller de Carlos Flores en la Fiscalía, la Corte y el Comisionado de Derechos Humanos, pero hacerlo es un paso obligado si se busca llevar al país por un sendero diferente.
Allanar este camino, considerando la actividad conspirativa permanente que sale de la alcaldía capitalina para mantener protegidos a todos estos especímenes que tanto luto y dolor nos han traído, luce bastante complicado para el señor Lobo. No hay que olvidar que la junta de comandantes todavía dirige el aparato represivo desde puestos clave del gobierno. Luce mucho más fácil que le pongan el pijama a Lobo los que ahora le ocasionan tantos problemas, frente a la posibilidad de que él consiga el apoyo del congreso de facto.
Esta gente no conoce límites. Si les toca poner a ladrar a los moyolos o los amarillos que tienen dispuestos en todos los medios de comunicación, justificando una «sucesión constitucional» con un pequeño contingente de bestias dispuestas a darle a quien sea necesario, lo van a hacer, con la diferencia de que a Lobo no lo vamos a respaldar bajo ninguna circunstancia.
Claro está que el pueblo ha de sufrir mucho más debido a esto, pero esta vez no será en vano. La primavera de la que nos habla con hermosas palabras Amaya Armijo pasa por ese oscuro y frio invierno en que nos tienen, pero deben estar seguros de llegará, cueste lo que cueste, llegará.
Ahora nos toca como pueblo hacerle entender a Lobo Sosa y a todos los demás que no aceptamos más engaños; que defenderemos las conquistas de los que ya las alcanzaron y conquistaremos estadios mejores para los que todavía no tienen nada.
Deben entender que no somos más el actor pasivo, inerte, que puede con todo, hoy estamos conscientes de la necesidad de luchar y lo vamos a hacer; estamos decididos a defender lo que históricamente nos pertenece, a defender a los hermanos que ahora son perseguidos políticos por la «justicia» de los cobardes que no enfrentan con honra sus fatales errores, al contrario, tratan de mantener arrinconados a hondureños de valor infinitamente mayor que el suyo utilizando el terror, la amenaza, la intriga y la mentira.
Vivimos en la edad de la oscuridad, el momento de la luz está cerca; y esa proximidad se debe a que marchamos invencibles, hasta la victoria siempre.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR